Capítulo 3.- Miedo a la soledad.

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-Mañana es tu último día de instituto - dijo mi padre entrando a mi habitación

Mierda se me ha olvidado cerrar con pestillo

-Si, por fin termino el instituto - dije  poniéndome todo lo lejos posible de ese hombre.

-¿Qué tal las notas? - dijo mientras entraba, cerraba la puerta tras de sí y se apoyaba en ella.

Automáticamente tragué saliva y comencé a temblar. ¿Cómo he podido ser tan tonto y dejar la puerta abierta? Mierda, había conseguido que no me pegara en una semana, tiene que estar deseando hacerlo.

- Creo que voy a repetir - dije con todo el valor que era capaz de tener en ese momento.

Rió divertido.

- ¿Vas a repetir? - se acercó a mí con su asquerosa sonrisa y su típico olor a cerveza - Entonces como el padre ejemplar que soy tendré que pensar en un castigo

Me acarició el pelo lentamente provocándome una asco y un miedo tremendo. Las lágrimas comenzaron a correr por mi mejilla.

- Llevas el pelo muy largo, ¿qué tal si tu castigo es raparte al cero?

No, no por favor. Las palabras no me salían, quise gritar para que mi madre viniera a defenderme, aunque seguramente sería inútil ya que no sabía cual de los dos pasaba más de mi

-Es una pena que no tengamos máquina de afeitar - dijo levantándome la cabeza para que le mirara a los ojos - por eso te arrancaré los pelos con mis propias manos.

-¡No! - grité en cuanto me dió el primer estirón.

Me tiró al suelo colocándose encima de mi para impedir que pueda moverme.

- Por favor para

- No te quejes - dijo dándome un puñetazo en la boca - este es el castigo más suave que se me ha ocurrido.

-¡Mamá! - conseguí gritar con todas mis fuerzas

Se le borró la sonrisa de la cara, ahora estaba cabreado. Me levantó cogiéndome del cuello, mis pies no tocaban el suelo y notaba que me quedaba sin aire.

- Papá - dije con un hilo de voz.

La vista se me empezó a nublar mientras mi padre reía como un loco, lo que era, le miré a los ojos intentando suplicar por mi vida mientras él con orgullo me estrangulaba.

-Antonio - dijo mi madre abriendo la puerta - deja a tu hijo en el suelo

Mi padre obedeció y me tiró al suelo. Comencé a toser, saqué mi inhalador del bolsillo y cuando lo utilicé comencé a tranquilizarme poco a poco.

- Miriam joder, estaba castigándole, va a repetir - dijo mi padre con una asquerosa sonrisa de oreja a oreja.

-¿Qué? - dijo mi madre sorprendida.

Se acercó enfadada donde yo estaba, se agachó para estar a la misma altura y me soltó un guantazo.

-Mamá... - dije en un susurro - ¿por qué?

-Dios, si se que era porque te lo merecías no le digo a tu padre que te suelte, eres un malnacido y un don nadie, ojalá nunca hubieras nacido.

Las lágrimas dejaron de salir, empujé a mi madre con todas mis fuerzas y salí corriendo de mi casa. ¿Dónde iba ahora? ¿Cuándo volvería?  No, no iba a volver hasta que ellos no estén en casa, mañana no iré al instituto, no quiero ver a nadie, joder, estoy fuera de casa y tengo el labio sangrando, la cara roja por el guantazo y prefiero no ver como es mi cara después de que intentaran estrangularme, ¿Qué hago ahora? Encima parece que va a llover, perfecto.

No abras mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora