Capítulo 11 - Sábado

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Rompí el abrazo en cuanto comencé a sentirme incómodo. Sabía que continuaría sintiéndome incómodo hasta dentro de mucho, pero también sabía que a partir de ahora también tendría momentos buenos, que me sintiera agusto.

Eri sonreía todavía más de lo que solía hacerlo, sus ojos brillaban y radiaban alegría.

-No esperaba esto - dijo

-Yo tampoco  - dije apartando la mirada.

Su habitación no era muy grande, pero tampoco se podía considerar pequeña. Pronto yo tendría una habitación parecida a esta, justo al lado.

Su madre toco la puerta para que le ayudaramos a hacer la comida. Los dos nos sorprendimos al darnos cuenta que ya eran las dos de la tarde.

-Dios, ¿Como ha podido pasar el tiempo tan deprisa? - Dijo Eri bajando las escaleras mientras su madre me daba una lista de comida que podía comenzar a comer sin encontrarme mal.

Comimos sin problemas, yo tuve varias arcadas al terminar la comida. Las dos me dejaron mi espacio mientras yo intentaba controlarlas, era incómodo, pero sabía que si necesitaba su ayuda podía ir.

Elena desapareció un par de horas. Y cuando volvió Eri y yo estábamos jugando a la Play 2 en el salón.

-Chicos mirar- dijo Elena sacando unos regalos de su bolsillo.

-¡Regalos!- grito Eri saltando del sofá para reunirse con su madre.

Yo me quede ahí. Plantado. Mirándolas.

-Daniel, ¿No quieres tú regalo?- dijo Elena sacudiendo un paquetito pequeño de color rojo.

Me levanté y fui hasta ellas, era todo tan extraño ... Me había comprado un regalo ... Una ilusión enorme lleno un poco el vacío que había dentro de mi.

Eri me esperaba para abrir su regalo, quería abrirlo al mismo tiempo.

-Lo abrimos a la 1,2... ¡3!

Los dos abrimos el regalo corriendo.

Eran dos muñequeras, las dos azules con un dibujo negro.

-Se que llevas muñequeras y se el motivo. Las que llevas son muy viejas, están rotas y feas. Ahora tienes muñequeras nuevas y a juego con Eri.

-¡Muchas gracias mamá! - gritó Eri abrazando a su madre.

-Yo..  - dije con lágrimas en los ojos - yo... Muchísimas gracias... Sois... Tan.... Gracias..

Elena me sonrió y me acarició el pelo.

Esta vez no sentí el asco que sentí cuando me lo hizo siendo un niño, esta vez fue especial, fue como debería sentirse un hijo cuando le toca su madre, esa sensación tan cálida de seguridad y afecto.

Eri estuvo toda la tarde insistiendo en que quería ponerme ella la muñequera, pero yo no quería que viera las cicatrices, si levanta aún que solo sea un poco la manga de mi camiseta se verían.

-Eri- dijo Elena- no seas pesada. No quiere.

-Pero yo quiero ponérsela - dijo poniendo esa cara de cachorro que tanto odiaba.

-Vamos, déjale.

-¡Pero mamá!

Aproveché que discutían para subir a la habitación de Eri. Allí podría ponérmela.

Levanté la manga de mi brazo derecho y contemple cada cicatriz. Ya no necesitaría hacerme si esto continuaba así de bien. Aún me costaba respirar en determinadas ocasiones y seguía teniendo un problema con la comida y mi cuerpo. Pero Elena me prometió que todo estaría bien con el tiempo, solo necesitaba eso, tiempo.

La muñequera era bastante dura y apenas podía abrirla bien con una sola mano.

-Yo te ayudo- dijo Eri entrando con una sonrisa malvada.

Enseguida me baje la manga. Y nervioso miré hacia otro lado.

-Dani- dijo sentándose a mi lado- se lo de los cortes, no voy a hacer nada, no lloraré, no me reiré, no se lo contaré a nadie.

La miré y asentí. Le di la muñequera y ella antes de ponerla toco con su dedo índice todas mis cicatrices, desde la muñeca hasta el codo. Repasandolas una a una.

Todo este tiempo había sentido mucho miedo de que ella o alguien viera esto. Pensaba que se reirían de mi, que dirían que es para llamar la atención. Pero ella solo las contemplaba y las repasaba como si estuviera tocando algo prohibido, mirándolas fijamente, con el rostro serio.
No sabía que estaba pensando, no podía ver a través de ella.

-Es...- dijo  colocándome al fin la muñequera. - ¿Todas te las hiciste por tus padres?

-No - dije bajando la manga- hay una que fue de pequeño, aprendiendo a montar en bicicleta.

Eri comenzó a reírse. Yo la miré sin entender nada.

-Pero si tienes sentido del humor- dijo sin parar de reír.

-¿Que he dicho tan gracioso?

-Eso Dani, era gracioso. Muy gracioso.

Mis labios que siempre eran una fina línea se curvaron un poco hacia arriba mientras contemplaba como se reía Eri.

Eri abrió mucho los ojos y dejo de reírse tan escandalosamente para esbozar una sonrisa enorme.

-¡Sonries!- dijo poniéndose de pie encima de la cama y comenzando a saltar- ¡Por fin! ¡Sonries!

-Yo.... No- dije no comprendiendolo.

-¡Si! ¡Has hecho una media sonrisa, tus labios se han curvado un poco! ¡Solo un poco! ¡Pero a sido preciosa!

¿Preciosa? ¿Mi sonrisa? No sabía que hacer, como actuar. No recordaba ya que era sonreír.

-Esta bien- dijo volviendo a sentarse a mi lado- he vuelto a emocionarme demasiado. Pero era así, tu media sonrisa es preciosa.

-¡Chicoooooos! Bajad a ver una película que he alquilado.

-¡Vamos!- Dijo Eri cogiéndome de la mano y bajando a toda velocidad las escaleras.

Había dicho que mi sonrisa era preciosa...

No abras mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora