Capítulo 8.- Elena

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No sabia que hacer, algo dentro de mi quería decir muchas cosas y otra parte de mi quería irse corriendo, encerrarse en mi habitación y taparme hasta arriba con la manta hasta olvidarme de todo. En mi mente conté hasta diez. Elena me miraba pacientemente, sabia perfectamente que necesitaba procesar la información.

Miré a Eri que nos sonreía y nos saludaba tan alegremente como siempre. Volví a mirar a Elena, ella también sonreía, suspiré y me miré las manos.

Vale, puedes hacerlo.

-¿Le ha contado a Eri lo que sabe?

-No, ni ella me ha contado lo que ella sabe. - dijo mirando a su hija y después mirándome a mi - verás, cuando la castigué porque no nos dijo porque había venido la policía a casa y porque tu estabas allí fui a hablar con la vecina, me contó su versión, lo que ella vio y oyó. Después te vi salir de tu casa, tranquilo, no te espío solo pase por allí porque me pilla de paso al trabajo - rió y  continuó - entonces todo encajó, busqué por todo el hospital tu expediente y lo encontré - su sonrisa desapareció - recuerdo que eras un niño que no quería que nadie fuera dulce con él, recuerdo que tus padres no fueron a verte al hospital y las insistentes palabras de tus padres diciendo que te habían encontrado así , tus lloros por la noche, tu moratones y cicatrices... Lo recuerdo todo. - hizo una pausa porque sabía que estaba necesitando demasiado tiempo para procesar todo - yo.... Daniel, la vecina me contó que Eri gritaba cuando se te llevo la policía algo como "no os lo llevéis, sus padres le maltratan, allí no está seguro" y se que después a la policía no le contaste nada, le contaste algo que seguramente tu madre te obligó o quizás tu padre. No lo se. - vio como mis ojos se humedecían - quiero que cuando cumplas 18 años vengas a vivir a mi casa. Quiero que lo hagas ya, pero se que ahora mismo no querrás, te voy a dejar tiempo. Que asumas lo que te estoy diciendo, que asumas cada palabra que te digo y cuando quieras hablamos de ello .

Intenté hablar, pero la voz no me salía. ¿Esto quería decir que tenía esperanzas de salir de esa mierda casa?

-¿Por qué? - dije con un hilo de voz.

-¿que has dicho?- dijo la madre frunciendo el ceño - lo siento, has hablado tan bajo que no te he oído.

-¿Por que haces esto? - dije un poco más alto.

-No necesito un motivo para ayudar a alguien.

-No necesito ayuda.

-Cierto, necesitas que te salven.

Levante la cabeza sorprendido, mirándola fijamente mientas hacia un esfuerzo enorme por no llorar.

-Yo te traté mal

-Eras un niño.

-Lo seguiría haciendo ahora.

-No me importa - dijo mirando a Eri que se acercaba con una bandeja llena de tres hamburguesas con bebidas - Es normal que te sientas mal cuando te tratan bien. Nosotras te ayudaremos a saber que es tener una familia.

Eri se sentó con una sonrisa enorme. Puso una hamburguesa enfrente de cada uno hablando de algo que no escuché porque estaba demasiado ocupado dándole vueltas a todo. Comenzó a faltarme la respiración y me fui corriendo a la calle.

Aire, aire. Necesito aire.

Comencé a marearme, me senté en la parte de atrás del burguer King. Una mano me acarició la espalda y me pido que contará hasta 10 muy lento y que con cada número soltara el aire. Lo intenté hacer. La mano seguía acariciándome la espalda, poco a poco la respiración comenzó a estabilizarse.

-Vale - dijo una voz femenina - ahora mírame e intenta seguir mi respiración.

Lo hice, y por fin ya respiraba como siempre, era la primera vez que me daba un ataque de ansiedad sin que acabara cortándome o fumando. La miré. Era Elena, extendí los brazos porque necesitaba abrazarla y llorar en su hombro pero cuando fui consciente de lo que iba a hacer me retiré, contacto físico no.

Ella pareció entenderlo. Me sonrió y espero a que yo me levantará. Me dijo algo que no escuché bien y nos metimos otra vez al burguer King a por Eri.

La madre se inventó una escusa y me senté en una silla mirando la hamburguesa.

-Come- dijo Elena - no toda la hamburguesa si no quieres pero tendrás que aprender a comer.

Eri la miro sorprendida, estaba claro que ella no le había dicho lo de mi anorexia a su madre.

Anorexia, acababa de reconocer que tenía anorexia.

Miré a Elena y una tranquilidad se apoderó de mi, la misma que sentí cuando abracé a Eri antes de que viniera la policía.

Estaba claro desde un principio. Ellas son mi salvación.

No abras mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora