Terminaron las presentaciones, al final sólo coincidía con Eri en un par de clases, lengua y matemáticas. Era un alivio, no podía mirarle a la cara después de haberle mentido de esa forma.
Sin darme cuenta llegue al aula donde Eri me prometió que algún día me haría reír.
Suspiré antes de abrir la puerta y cuando lo hice me quedé congelado.
Allí estaba ella, debajo de una mesa abrazada a sus piernas mirando sorprendida quien había abierto la puerta. Estaba llorando y yo era la causa.
-Lo siento - dije mientras cerraba la puerta.
Ella salió corriendo tras de mi. Empecé a bajar las escaleras.
-¡DANI! - Gritó con todas sus fuerzas.
-¡Sssshhhh! - dije - nos oirán y esta prohibido estar aquí.
-¿Me odias?- dijo entre lágrimas.
Algo dentro de mi se rompió, joder, me producía un inmenso dolor verla así.
Yo nunca podría odiarte. Me sentí como un estúpido por no poder decir esas palabras en voz alta.
-¿Por qué?
-Yo... - la miré apunto de llorar, no podía hablar con ella - entra al aula por favor, nadie puede vernos hablar
-¿Por qué?
-Entra.
Entramos los dos en silencio, cerré la puerta sin hacer apenas ruido y nos sentamos al fondo del aula.
-Mi madre.. - se me hizo un nudo en la garganta, suspiré y conté hasta diez, volví a suspira y seguí hablando - mi madre me amenazó. Yo..
-Pero esa mujer es idiota, no le hagas caso, si esta vez no te has podido escapar de casa, la próxima si lo harás.
-No Eri - dije mirando sus manos que estaban apoyadas encima de la única mesa que nos separaba. - me amenazó con matarme, con destruir mi habitación.. con hacerte algo tan cruel..dijo que para la próxima vez tenía algo preparado para los dos... no se se exactamente que es, pero su cara... Cuando lo dijo.. nunca antes la había visto, era una mezcla de diversión e ira. Me dijo que vendría un par de veces al Instituto a preguntar cómo iba en clase y que si la profesora o alguien le dice que me han visto hablando contigo lo haría, haría lo que tiene pensado para los dod. No ... No entendí nada. ¿Como podía hacerme esto? Yo... A ti... Tu... No e sentido mayor dolor en toda mi vida... No quiero... No quiero hacerte daño... Tu lo eres... - no pude completar la frase, las lágrimas salían sin control.
Eri aparto la molesta mesa que nos separaba y me abrazo. Los dos acabamos en el suelo, yo apoyado a ella mientras lloraba desconsoladamente.
-Tranquilo - dijo Eri - podemos vernos en este lugar. Aquí nadie entra, ni si quiera la de la limpieza - ¿Has visto cuanto polvo?
-Esto es serio - dije secándome las lágrimas con mi brazo- me amenazó contigo. Si me amenazara a mi no pasarían nada, lo a hecho desde que era pequeño, más mi padre que mi madre, pero aún así, si se trata de ti... Yo.. no se que hacer.
-No tienes que hacer nada - dijo acariciando mi pelo, una sensación de tranquilidad apareció, no sabía bien si me gustaba o me disgustaba, solo sabía que era diferente. - si alguna vez llega a pasar algo, se defenderme.
-No - dije apartándome de ella - no dejaré que te pase nunca nada malo.
El teléfono de Eri comenzó a sonar.
-Mamá - dijo sonriendo - ¿Ya has vuelto a casa? ¡Vamos a cenar hamburguesas! - espero mientras su madre decía algo - ¡Dani vendrá a cenar con nosotras! ... Si. Mi mejor amigo, el que se quedó a dormir en casa
Mejor amigo...
-Genial mamá - dijo levantándose - si. Te esperamos en la puerta del Instituto - colgó.
-¿Eres tonta?- dije mirandola enfadado - ¿Es que nos has oído nada de lo que te he dicho? ¡Que no nos pueden ver juntos!
-Y tu pareces no comprenderlo - dijo Eri - te prometí que te haría sonreir y que seríamos amigos, pasara lo que pasara. Así que vamos, mi madre estará apunto de llegar.
Me cogió del brazo y salimos del Instituto corriendo. Su madre ya estaba en la puerta, intenté soltarme, pero ella me agarró aún más fuerte y me metió dentro del coche. Cerro la puerta y me dedico una brillante sonrisa.
-¡Hola!- dijo la madre sonriente.
Estaba claro que esta familia todos tenían sonrisas que brillaban.
-Hola - dije tímidamente.
-Me alegro mucho que seas amigo de Eri - dijo saliendo del párking del Instituto - ella necesitaba un amigo.
-Mama- dijo Eri haciendo pucheros - no seas mala y vamos ya a cenar algo, tengo hambre
-Esta bien, mimada. Pero que conste que esto no es cenar. Es merendar. Son las seis de la tarde.
Llegamos al burguer King.
No, no, no, no, no, no.
Grasa.
Muuuuuuucha grasa.
Salimos del coche y Eri me cogió del brazo arrastrándome hacia el burguer, hablaba con su madre entretenida de algo que no lograba escucha porque estaba demasiado ocupado intentando soltarme del abrazo de Eri.
No quiero. No quiero comer, no por favor.
Eri me miró y me lanzo una mirada para que parara de resistirme. Ella sabia perfectamente que no quería comer.
Nos sentamos en la mesa de la esquina y Eri fue a pedir. Nos quedamos su madre y yo solos, sentados una enfrente del otro mirándonos.
-¿Daniel? -dijo poniéndose sería.
-¿Si?
-¿No me reconoces? - dijo con una sonrisa amarga - eras muy pequeño y quizás de la confusión se te olvidó.
-No se de que está hablando - dije sin poder mirarla mucho tiempo a los ojos.
-Me llamo Elena y soy enfermera.
Levanté mi cabeza mirandola con los ojos abiertos. Elena. La enfermera que me atendió de pequeño cuando mi padre me pegó una paliza. Esa enfermera que me daba asco por ser tan amable. No puede ser...
-Si, ya veo que te acuerdas - dijo relajándose y esbozando una sonrisa. - Tranquilo, tengo un plan. Tu solo tienes que confiar en mí.
La miré sorprendido. ¿Un plan? ¿Me ayudará? ¿Está de mi parte? Una sensación extraña me recorrió por todo el cuerpo.
-Yo te ayudaré en todo lo que pueda, solo confía en mí.