Seattle

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Esto cada vez se pone más serio, no he sabido nada de Ethan desde aquel día que Noé dio su glamurosa declaración hacia mi, ¿le habrá molestado? Lo dudo, el ayudó a mi actual pareja, pero entonces ¿donde está?. Cogí mi móvil y teclee su número, sonó una, sonó dos y sonó tres veces.
-¿Asd?
-¡Ethan!, ¿donde andas metido?
-¿Estas preocupada por mi?
-No precisamente- era verdad estaba preocupada por él.
-Entonces no te molestes en llamar.
-Vale, si estoy preocupada.
-No era tan difícil decirlo y Noé ¿como está?
-No evadas mi pregunta.
-Solo quiero ser cordial, a todo esto ¿tu como te sientes?
-Bien
-Bueno, eso era todo lo que quería oír
-¿Donde estás?-dije con firmeza
-Escuché que está noche se pondrá peligrosa la ciudad, hazme un favor y no salgas.
-¿Estas fuera de la ciudad?
-Es temporal.
-Explícame.
-Aún no es tiempo de que sepas.
-De que sepa ¿qué?
-Me tengo que ir, luego te llevó tu tesoro perdido, adiós.
Y colgó. Corrí escaleras arriba en busca de mi laptop, Ethan me había enseñado rastrear celulares basandome en la llamada o el gps, lo que salga primero, así sabría con exactitud donde está y porqué tanto misterio.
Maldita sea, este hombre si que es inteligente, apagó su móvil, así me es imposible encontrarlo con los recursos que tengo, tendría que ser una hacker profesional para poder rastrearlo de ese modo. Tengo una gran idea, el timbre de la puerta sonó, cheque la hora, las cuatro de la tarde en punto, Noé suele venir a verme a esa hora.
-Jane, dile que no estoy, que fui a hacer las compras.
-¿Paso algo?
-No, solo estoy ocupada, oye prestame tu celular.
-Vale yo le digo, y toma- lo lanzó a mi cama.
-Gracias.
Agarré su teléfono y me metí directamente a los contactos, como lo esperaba estaba el número de Rogelio, seguro el estaba con Ethan. Realicé cada paso que había aprendido para rastrear el móvil, al inicio batalle un poco pero lo logre, que extraño su ubicación era: Seattle, <23,20> y <56,38> , estaba retirado de donde estaba yo, no creo poder ir hasta allá, me levanté de mi cama y me arrodille frente a mi mesita de noche, me puse a contar mi dinero ahorrado, tenía suficiente para ir, pero no para regresar, pero eso no importaba, el me estaba ocultando algo y yo merecía saberlo.
Empecé a hacer mi maleta, solo llevaba lo indispensable, traté de ser silenciosa para que Jane no sospechara nada y como fue, ella ni siquiera se percató de mi ausencia. Salí a la calle y pedí un taxi, el camino al aeropuerto fue demasiado corto. Seguía el momento decisivo, tenía temor, pero no era el temor de salir sola de la cuidad a un lugar lejano, era el temor de lo que llegaría a encontrarme en Seattle, el temor al misterio y a lo desconocido.
-Un vuelto a Sattle, por favor, el más próximo que tenga- le dije a la señorita que me atendía.
-Sale en aproximadamente diez minutos.
-Muy bien, ¿cuanto tiempo es de viaje?
-Son tres horas, si el cielo esta despejado.
-Gracias.
-Para servirle.
Caminé a las bancas que estaban cerca, tengo que esperar diez minutos, mi maleta ya estaba siendo equipada en el avión ¿es correcto lo que estoy haciendo? Jane ha de estar preocupandose por mi. Pero no hay vuelta atrás, estoy decidida, y mis padres no están así que no tengo preocupación de que ellos se enteren.
El tiempo se me fue volando, mis pensamientos me tenían encerrada en mi propio mundo, giré mi cabeza hacía arriba para checar los horarios de los viajes y el mio estaba apunto de salir, me levanté de mi silla y salí disparada a la fila de los pasajeros que viajarian conmigo.
Todos me miraban descaradamente esperando que un adulto me acompañara probablemente por mi joven edad, pero iba sola y eso los intrigaba más. Ya arriba del avión me relaje y me puse cómoda, miré hacia la ventana y dejé que mis ideas me fueran consumiendo hasta caer en un sueño profundo.

-¿Señorita?¿señorita? Despierte por favor, hemos llegado.
Entreabrí los ojos y observé a una musa bien arreglada, un poco vieja de edad pero se veía presentable.
-Gracias.
Miré por la ventana y ya estaba el avión aterrizado, en ese momento me di cuenta de que solo quedaban pocas personas, me levanté, agarré mi celular para guardarlo en el bolsillo trasero de mi pantalón, no sabía en exactitud donde se encontraba Ethan, solo sabía las coordenadas, pero no conozco como descifrarlas, valla que inteligente soy.
Caminé en silencio directo a la salida del aeropuerto. Seattle es una cuidad pequeña, pero grande si hablamos turisticamente, es agradable aunque debo decir que no se siente el calor que hay en Tennesse, aquí es más agradable. Me aproxime a una banca que estaba dentro de un café, saqué mi laptop de la mochila y la banda ancha de mi bolsillo, ahora repetí el proceso que había echo al inicio, para poder conseguir la ubicación de Rogelio, todo era más fácil, como me encuentro en la cuidad, me da con exactitud el nombre de las calles, "Calle 34, av. Arizona City" muy bien, el problema era llegar ahí.
Una anciana estaba en la mesa que estaba frente a mí, se veía despreocupada, como si en verdad disfrutara estar sentada en esa silla, dentro de este café y dentro de ésta escandalosa cuidad, me levanté y me acerqué a ella.
-Buenas tardes señora-volteó a verme y me analizó de pies a cabeza.
-Buenas tardes.
-¿Quería saber si usted sabe donde queda la calle 34?
-Está retirado de aquí, te sugiero que tomes un taxi y le pidas que te lleve.
-No puedo darme el lujo de pedir que me lleven, traigo mis gastos exactos.
-Pues ¿que pasa? ¿vienes sola?
-Así es
-¿y tus padres?
-Señora, solo quiero la dirección.
-Yo conozco gente que podría robarte muchachita.
-Eso es lo que menos me interesa, pero ya veo que no me ayudará así que gracias.
Me aleje de aquella señora paranoica, me recordaba a mi mamá cuando no llego temprano a casa, o la vez que me vine sola de la escuela, y cuando me escapé con Ethan, he sido una mala hija, ahora me estoy escapando de mi propia casa por ir a buscar a Ethan.
Ethan, Ethan, Ethan, porque no dejo de preocuparme por ¿el? Hasta viajé a Seattle con tal de saber en que anda metido, debo de admitir que me interesa ese chico, pero estoy segura de que no en el sentido romántico, sino más bien en sentido amistoso, como un simple amigo, no puedo verlo de otra manera, ni sentir algo más, el odio que sentía por el se interpuso entre nosotros, es por ello que yo no puedo llegar a sentir amor por el, me hes imposible.
Dios mio, he caminado demasiado, no tengo idea de donde estoy, divise una camioneta muy parecida a la de los padres de Ethan, estaba estacionada frente a un gran edificio negro, lleno de cristal que combina con el mismo.
Di pequeños pasos hacia el automóvil, una vez cerca de él pude verificar que no había nadie dentro, las placas no eran de Seattle así que ¡Bingo! Los he encontrado.
Me hayaba en el dilema de entrar a el edificio en busca de ellos, o esperar afuera, era más conveniente la segunda, me senté en el piso a esperar, tenía hambre, y estaba oscureciendo, siento miedo, en verdad que tengo miedo, o es ¿angustia?, me quedé sentada ahí por una hora, la cual se me hizo eterna y ya cuando me iba a dar por vencido, la moto que tanto anhelaba ver se estaciono en la cera de enfrete a donde estaba yo, Ethan estaba por entrar a el edificio cuando me abalance sobre su espalda, este reaccionó dando golpes, pero eso ya lo tenía previsto por eso me lancé a su espalda, para evitar los golpes, el seguía sin saber quien lo había montado.
-Tranquilo caballo- mencioné entre risas.
-¿Astrid?- dijo totalmente sorprendido.
-No, como crees, ¿que te hace pensar que soy Astrid?
-No me vengas con esto, que carajos haces aquí!
-Vine a que me contaras tu secreto.
-No tengo ningún secreto.
-¿Que es este edificio?- dije alzando una ceja.
-No te incumbe- contestó claramente enojado
-Claro que me incumbe
-No, así que ahora vete.
-He gastado todo mi dinero de venida.
-Vamos, te pagaré el boleto de regreso.
-No iré a ninguna parte, hasta que me expliques que está pasando.
-¿Porque eres tan preguntona?
-¿Y tu porque eres tan tozudo?
-Porque te estas metiendo en mi vida.
-Y tu ¿que? Éstas más metido en mi vida, que mi propia hermana!
-Fue tu culpa si querías que yo entrara, yo no te lo pedí.
-Ah, entiendo- sentí que algo en mi estaba por desmoronarse, algo que se me unía a el desaparecía, fui víctima de mi orgullo y me la vuelta sin decir más, empecé a caminar esperando que el me detuviera, pero no fue así, el simplemente me dejó ir, y ahí fue donde aprendí que nunca terminas de conocer a las personas, que por más buenas que sean contigo siempre tienen su lado oscuro, y que sus defectos pueden ser más grandes que sus virtudes.

Incógnita Donde viven las historias. Descúbrelo ahora