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      Estoy desorientada, confundida y la verdad no sé si escuché bien. No tengo idea de lo que está pasando así que pregunto de nuevo.

     —No le entendí ¿quién es? —se me quiebra un poco la voz al formular la pregunta.

     —Blair soy yo, Dominik.

     —Pero que... —confusa separo el móvil de mi oído para ver de nuevo el aparato y comprobar que no es el mío—. ¿Qué está pasando aquí?

     —Tía perdón, no ha sido mi intención, traía el móvil en la mano y con la sacudida que nos dio el bus debí de haberlo echado en el bolso de tu abrigo cuando choqué contigo —explica nervioso.

     —¿Qué es lo que tramas Dominik? —pregunto por lo bajo.

     —Nada, solo me preguntaba si nos podíamos ver mañana para que me lo entregaras ya que tengo mi vida en ese iPhone —dice esperanzado—. ¿Te parece si mañana paso por ti y te invito a comer?

     —No estaría bien Dominik, si gustas puedes ir a mi trabajo y con gusto te lo entrego.

     —Que no Blair que lo necesito para esta tarde por unos negocios que tengo que atender, no seas mala conmigo y ayúdame —suplica y no sé qué contestarle.

     No tengo idea de que va todo esto, la llamada de Dominik fue tan inoportuna que no sé cómo reaccionar, quiero estar sola y dejarme hundir en mi depresión pero si Dominik fue capaz de dejarle su propio iPhone a una desconocida solo por obtener una cita estoy segura que si me negaba mañana lo tendría aquí mismo tocando a mi puerta y lo que menos quería era tenerlo merodeando por mi casa.

     —¿Te parece bien si paso por ti a las tres o a las cuatro? —pregunta después de mi silencio.

     —No te he dicho que sí.

     —Pero sé que lo harás —me dice seguro de sí mismo y lamentablemente tiene razón.

     —A las cuatro —contesto con voz poco audible.

     —¿Seguro que estás bien?

     —Sí, no te preocupes vale solo estaba durmiendo —cuelgo la llamada y dejo caer el celular sobre mi abrigo.

     Estoy aturdida por todo, sigo sintiéndome destrozada por dentro y una parte física de mí se encarga de recordármelo, la soledad y la tristeza fluyen en el ambiente inundando mis pulmones, carcomiendo mis pensamientos haciéndome saber que tarde o temprano tendré que terminar lo que estuve a punto de hacer. Estoy harta de esta maldita vida sin sentido, enfadada conmigo misma por no poderme conseguir un mejor futuro, aterrada de no tener una familia que me espere del otro lado y de terminar en la oscuridad de las tinieblas.

     La palabra felicidad ha estado por tanto tiempo alejada de mí que ya no recuerdo la sensación plena de vivir sin preocupaciones. Me gustaría huir de todo, huir de esta maldita ciudad de mierda, huir de la gente asquerosa que la habita y huir de la amenaza que me persigue desde que comencé en todo esto. Si tan solo pudiera recibir un pequeño hilo de luz que ilumine mi camino, una oportunidad por más pequeña que sea, poder salir de todo esto pero no, estoy condenada a una vida asquerosa de sufrimiento, sin nadie que me escuche y sin nadie que me comprenda.

     Quito la cadena de la tina para dejar fluir el agua y me quedo hincada observando el remolino que se forma en la coladera. Perdida en mis pensamientos tortuosos tomo mi copa de vino tinto y cojo un nuevo cigarrillo, me pongo la bata de baño y mis pantuflas salgo a mi habitación para dirigirme al pequeño banco acolchado que tengo frente a mi ventana, observo la luna y me permito derramar un par de lágrimas más.

Deseada Seducción A Primera VistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora