CAPÍTULO 3. Aguanta!

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-¡Papá! ¡Papá! ¡Aguanta, tu puedes!-dijo mi hermano apretándole la mano al ver que mi padre escupía sangre.

-Amor... te amo, no me dejes ahora, no ahora... te amo, te amo, te amo...-Repetía mi madre sin parar con la esperanza de que mi padre sacara fuerzas de ello.

Yo solo estaba de pié, no me podía mover, no sentía nada más que dolor. De un momento a otro mi padre cogió una gran bocanada de aire.

-Y... yo... os ...quie..ro-dijo mi padre haciendo un gran esfuerzo. Escuchar su voz me sacó del gran shock en el que había entrado, me acerqué a él.

-Y nosotros a ti papá... tranquilo... estamos contigo, ahora y siempre- dije tragándome el gran nudo que se me había formado en la garganta, en parte me alegraba que el pequeño Eddie aún durmiera y no viera esta escena, aunque poco después al escuchar la ambulancia se despertó.

-¡Papi! ¡Tu estomago esta herido! -dijo el pequeño muy asustado, movía sus manos de arriba a abajo con mucha desesperación, se agachó y tocó el charco de sangre que emanaba de mi padre y después se miro la misma mano y lágrimas salían de sus ojos.-¿Te vas a morir papi? ¿Me vas a dejar como la mamá de Bambi?-dijo el pequeño mirando al cuerpo casi sin vida de si padre.

-Papá no puede moverse cariño, el nos quiere...-dijo mi madre abrazando a Eddie.

La ambulancia ya había llegado y todo pasó a cámara lenta otra vez, vimos como lo cubrían con una manta térmica plateada, lo subían a la camilla y lo metían a la ambulancia con mi madre de acompañante mientras que Eddie gritaba "Papá te quiero!". Todo daba vueltas y Carlos, que había hablado con el chico que llamó a la ambulancia, me agarró al pequeño y me cogió del brazo para llevarnos al coche y seguir a la ambulancia, el chico nos acompañó y yo no entendía nada, durante el camino entendí el porqué.

-Vuestro padre me ha salvado la vida, esa bala iba para mí y vuestro padre se interpuso en el camino, le debo la vida y no lo puedo dejar así, es la ley de la banda, no se abandona a los que han echo un favor por tí y esto... esto es mucho más que un favor, quiero que todo vaya bien... por favor entiendan que quiera acompañaros, a demás no tengo a nadie que me espere en casa...-dijo el chico y mi hermano asintió.

Al llegar al hospital vimos como encima de mi padre había una para-médico que le hacía compresiones en el pecho, salimos corriendo pero ellos iban más rápido. Mi padre fue enviado a la sala de operaciones y nosotros esperábamos en la sala de espera, mi madre preguntaba sobre mi padre a absolutamente todas las personas que pasaban con bata blanca. El chico se mantenía alejado pero podíamos sentir su preocupación, por más que lo intentara no podía evitar echarle la culpa de lo ocurrido, intentaba no sentirme así pero no lo podía evitar. No podía parar de mirarlo con un poco de desprecio, era un chico de tez blanca ligeramente bronzeado, ojos verdes, pelo negro y ondulado que le llegaba hasta la oreja, era bastante guapo, no quería echarle la culpa por lo ocurrido pero se me hacía difícil. Mi madre se acercó a el y le sonrió, hablaron un buen rato hasta que paso una chica con bata blanca y mi madre se levantó a preguntarle sobre mi padre. El chico se levantó ¿Dónde iba?

Me recosté en el hombro de mi hermano y el me abrazó. No podía sacarme de la cabeza las imagenes de papá sobre el gran charco de sangre. Poco a poco se me fueron cerrando los ojos hasta que caí dormida.

Estaba en la carretera y a lo lejos vi la silueta de mi padre caminando en dirección contraria.

-¡Papá!- gritaba mientras corría detrás de él pero cada vez estaba más lejos- ¡Papá! ¡Esperame!- gritaba sin obtener reacción alguna. Todo cundió a negro y mi padre desapareció, sentía como las lágrimas resbalaban sobre mis mejillas.

-Daniela... Dani...-escuché una voz, era mi hermano.-Despierta...-dijo balanceándome ligeramente, abrí los ojos y me encontré con el muchacho con dos tazas de café en las manos.

-Edward nos ha traído café, tenemos que estar alerta por si dicen algo-dijo mi hermano intentando sonreír aunque sus ojos rojos no concordaban con su sonrisa.

Edward... ese era el nombre del misterioso chico.- Gracias Edward...-dije aceptando el café pero sin poder ni siquiera mirarlo a la cara.

-De nada-dijo Edward mientras se sentaba a mi lado.

-¿Por qué te querían disparar Edward?-dijo mi hermano mirándolo.

-Bueno... hace poco entré en una banda de incógnito para pasar información a mi padre que es el jefe de policía del barrio, pero poco después de que le pasara la información unos chicos de la banda entraron en casa y lo mataron...-se detuvo y tragó un poco de saliva, tenía ganas de llorar, se veía, pero se tragó las lágrimas y siguió- De eso hace un mes y he estado viviendo escondido en la comisaría pero me cansé de no poder hacer mi vida y esa noche me encontraron, si no hubiera sido por vuestro padre... estuviera muerto y... ahora mismo preferiría estar yo en su lugar... lo siento mucho chicos-dijo Edward mientras se levantó y se fue. Miré a mi hermano que parecía conmocionado, mi hermano pequeño dormía en sus piernas y mamá seguía paseando de un lado a otro y tuve el impulso de levantarme y seguirlo, lo seguí por los pasillos hasta llegar a la entrada del hospital, abrí la puerta y el frío aire me dió la bienvenida.

Aprendiendo a sonreír a tu lado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora