Un mimo

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Llegué a este país específicamente a Seúl ¿Cómo será mi vida desde ahora? La verdad no tengo ni idea. Como siempre terminé haciendo las cosas mal.

-Maldita sea solo a mí se me pudo ocurrir ver a un país donde no hablan ni un poquito de español

Pues si puede haber escogido un país donde hablen español o por lo menos inglés pero no escogí un país donde no tengo ni idea del idioma. Además pensé en solo dinero para el boleto y estaba tan feliz que no pensé en que iba a dormir ni que iba a comer. Por esta razón mis padres solo pueden decir que soy una loca.

-Bueno ahora Andrea ¿Qué vas a hacer? – me dije a mi misma.

Por más que quiera pedir ayuda a quien lo voy a hacer si nadie habla mi idioma. Pero algo tenía que hacer no podía llegar hasta aquí y rendirme a parte solo tenía pasaje de ida.

-Piensa Andrea, piensa algo con que ganar dinero.

Rayos no traje ni una guitarra para cantar. Estuve dándole vueltas al asunto, Tenía que hacer algo donde no necesitara hablar pero que sea entretenido para que puedan darme algo de dinero.

-Ya sé un mimo – esa era la solución ojala haya traído algo que me sirva para esto sino hoy moriría de hambre. De algo me debe servir el haber estado un tiempo estudiando teatro. ¿Cómo una persona con mis complejos puede hacerlo? pues fácil. Cuando actúas estas detrás de una máscara o un personaje, no eres tú. Puedes ser quien quieras ser. Y ahora necesito ser una persona que saque sonrisas a los demás.

Después de un tiempo y arduo trabajo haciendo que mi maquillaje sea igual que un mimo y ropa que apoye a mi propósito caminé al parque más cercano. Saque un sombrero de mi maleta y empecé a actuar.

Hice casi todo lo que hacíamos en clases. Pero no estaba yéndome bien porque aún no tenía nada en el sombrero. Será que como dijo mi profesor mi sonrisa no llega a mis ojos. Él dijo que cuando trataba de sonreír mi cara hacía una extraña mueca y por más que lo trataba mis ojos tenían tristeza. Y eso no divertía a nadie. Por eso abandoné el teatro pero ahora no podía desistir, necesitaba el dinero.

Si yo no podía hacer algo gracioso tendría que hacer lo que hacían otras personas y así lo hice. Empecé a imitar lo que hacían las otras personas y lo conseguí, las demás personas reían mientras yo hacía lo mismo claro haciéndolo un poco más exagerado. Poco a poco empezó a haber dinero en el sombrero.

Imitaba a los jóvenes, a los niños, a los adultos. Estaba imitando a un niño comiendo su helado cuando un chico se iba acercando. Parecía asqueado o cansado no lo sabría decir que porque tenía un cubre-bocas. El chico se sentó en una banca mirando el cielo y yo estaba caminando hacia el para imitar lo que hacía. Me senté a su lado y miré al cielo. Miraba el cielo y lo miraba a él continuamente hasta que el sintió mi presencia y regreso a verme pero se asustó y cayó a un lado. Claro cualquiera se asustaría si estaba concentrado pensando en no sé qué de pronto me ve a alguien pintado el rostro observando.

Lo imité he igual que él me boté al piso. Se levantó, yo igual. Me quedó viendo de fea manera. Se sentó, yo igual. Se levantó, yo igual. Se agarró la cabeza, yo igual. Me dijo algo en su idioma pero como no entendía yo seguía con mi juego hasta que sacó un billete y me lo dio. Listo trabajo cumplido y me aleje. Así me la pasé toda la tarde lo raro fue que ese chico también se quedó.

Agarré mi sobrero y el dinero y fui a un lugar donde vendían comida. Lo hice disfrazada para no tener que hablar. A duras penas con el dinero que reuní compre algo de comida para hoy y mañana. Estaba dicho hoy dormiría en el parque.

Regresé al parque y el chico seguía ahí. Me senté un poco lejos de donde estaba el y empecé a comer. Mientras mordía una pequeña porción de mi comida no podía evitar pensar en toda la mierda que aún seguía siendo mi vida. Podía escuchar las acusaciones de mis viejos. Podía oírlos de cómo se reían de mi brillante idea. Sin notarlo una lagrima rodo por mi mejilla. Rayos no, no podía llorar.

-Ya, para ahora mismo. Andrea no llores – me ordené. Me limpié las lágrimas y me terminé mi comida.

Puse mi maleta como apoyo y recosté mi cabeza. Lo único que esperara era que en la noche no hiciera tanto frío para no congelarme. Poco a poco sentí como el viaje y todo lo sucedido estaba haciendo efecto. Mis ojos estaban pesados y poco a poco se estaban cerrando.

-Andrea mañana ojala lo hagas mejor – me dije antes de caer dormida.

No te merezcoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora