Capítulo 4

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Mamá toca a la puerta tres o cuatro veces y, como no obtiene respuesta, decide probar en abrirla, y con solo tirar de la manilla, esta se abre sin complicación alguna.

- La abuela siempre con la puerta abierta – refunfuña mamá.

- Es un barrio rico, mamá – le cuenta mi hermano mientras la mira con el ceño fruncido.

Esta lo mira con cara extrañada y seguidamente le contesta:

- Pues por eso mismo – le explica – porque es un barrio de ricos: roban.

Jimmy es el primero en cruzar el lumbral de la casa, detrás va mamá y finalmente, cogiendo una bocanada de aire fresco, me decido a entrar con paso firme acompañada de mi preciosa maleta.

Al levantar la vista, lo primero que veo son unas enormes escaleras de mármol blanco con unas barandillas de madera brillantes presidiendo la entradita. Me quedo tan boquiabierta que no puedo articular palabra, pero eso no me impide poder girar mi cabeza unos 90º a la derecha, dónde una puerta entreabierta deja al descubierto un enorme salón con grandes sillones negros de cuero, o eso parece. Después desvío mi mirada hacia el otro ángulo y puedo disfrutar de una maravillosa cocina blanca, reluciente y con una encimera preciosa de mármol negro. Así que, por lógica, arriba se encuentran las habitaciones y rezo para que la abuela tenga más de dos y una sea sola para mí. Dormir con mi hermano pequeño sería una pesadilla.

<<¿Le habrá tocado la lotería?>>, me pregunto al ver tan increíble escena delante de mis ojos.

De repente, escuchamos el sonido del motor de un coche delante de la casa de mi abuela. Mamá corre hasta la puerta de entrada y con unos ojos casi achinados, por culpa de los rayos de sol, intenta adivinar quién sale del Range rover blanco que acaba de estacionar a tan solo 13 metros de nosotros.

- ¡SCARLETT! – grita una voz de avanzada edad.

- ¿Ma... mamá? – mi madre se lleva las manos a la boca, asombrada - ¡MAMÁ! – repite.

Veo como se fusionan en un interminable abrazo mientras Jimmy y yo estamos increíblemente sorprendidos con la abuela. Sobre todo, porque no recordaba a la abuela Kate tan joven y ... ¿moderna?

Jimmy dirige su mirada intrigada hacia mí y sé perfectamente lo que se está preguntando: ¿Un Range rover?, ¿La abuela? Imposible. Le dedico una mirada cómplice y los dos, como si se tratase de una conexión entre hermanos, elevamos los hombros y sonreímos.

- Pero Carol, ¡qué grande estás, hija! – exclama la abuela mientras me abraza extremadamente fuerte. – Mira que pelo más bonito tienes: rubio como el de tu madre, como tiene que ser, y no marrón como ese hombre de pacotilla que tienes como padre.

<< Hala, ya lo ha tenido que soltar: el primer insulto hacia papá>>, pienso. Pero en realidad no me importa que hable así de él, después de todo a preferido a su queridísima chica rubia por delante de Jimmy, mamá y yo. Sin embargo, tengo claro que si este comentario lo hubiese hecho dos años atrás, la fulminaría con la mirada en tan solo dos segundos. Yo adoraba a papá por aquel entonces.

- Si, abuela – le muestro una falsa sonrisa a la vez que intento deshacerme de su abrazo antes de que me rompa alguna costilla o algo similar.

La abuela Kate está irreconocible: Más joven, no parece la misma de hace 9 años atrás. Lleva su pelo canoso recogido en un perfecto moño, unas mayas grises parecidas a las que yo misma uso para ir a correr y una chaqueta muy fina y sin mangas de color turquesa. Parece que venga de hacer algo de deporte, ya que al bajar la mirada hasta sus pies, veo unas caras bambas negras con el logo de Nike pintando en azul celeste.

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