Esa noche lleguemos lo suficientemente tarde como para que mamá me echara una buena bronca por las escaleras, mientras las subía lo más rápido que podía hasta la habitación. Me aconsejó, entre gritos, que la próxima vez que saliese por la puerta de casa de la abuela y tuviese pensando volver a las 6 de la mañana del día siguiente, la llamara y la informara. Yo solo asentía y al llegar a mi cuarto, cerré la puerta de un golpe, tiré los tacones sobre el brillante suelo de parquet y me estiré en la cama con la ropa aun puesta.
Unos rayos de sol que entran por la ventana hacen que despierte en pocos segundos. Esta mañana, mamá no está de muy buen humor, pero me da igual. Me pongo las bambas y salgo por la puerta pegando un portazo detrás de mí. Travieso el gran jardín de la abuela a la vez que me voy poniendo mis delgados auriculares rosas, abro la verja que me separa de la calle y echo a correr. Doy al Play a la primera canción que me aparece en la lista de reproducción. Fast Car de Jonas Blue. Me encanta. Subo el volumen y la pongo en modo repetición. Cierro los ojos, inhalo el aire fresco de la mañana, muevo mi coleta de derecha a izquierda, al ritmo de la música y me dejo invadir por mis pensamientos.
<<Los amigos de Sel son encantadores, sobre todo ese tal Jake. Pero, Ethan. Ethan tiene algo especial>>
Veo como en uno de los letreros de la carretera está escrito "Bondi Beach" y decido seguir la flecha que indica para la izquierda. Desde que he llegado Sydney, no he visto nada aun y ese letrero es una buena excusa para empezar a visitar nuevos lugares.
A los pocos minutos, delante de mí, se abre paso un gran paseo. Puestos de comida, tiendas de ropa y suvenires, familias yendo en bicicleta de un lado para el otro y, sobre todo, un montón de gente caminando entre las palmeras que adornan el gran paseo de la playa. Paro y me siento en unos de los bancos blancos que hay debajo de esos árboles increíblemente altos. Entonces, me quedo totalmente atónita al ver tan hermosa imagen delante de mí. El agua de la playa tiene un color azul turquesa precioso que contrasta con la fina arena blanca. Todo esto es tan bonito. Volvería aquí millones de veces más.
- Bonito día, ¿verdad?
Pego un bote que me pone de pié a los dos segundos, uno de los auriculares se me resbala de la oreja y miro detrás de mí lo más rápido que consigo. Es él. Otra vez.
- ¿Podrías dejar de venir por atrás? – me llevo la mano derecha al corazón – Entre ayer y hoy, me vas a matar de un infarto. – le informo.
- Perdona, no sabía que fueses tan delicada, rubita.
Ethan hoy está impresionante. Puede ser un tonto de remate, pero literalmente es sexy, atractivo y guapo. Va sin camiseta y puedo apreciar sus increíbles y fuertes músculos. Su bañador es de color rojo y deja entrever sus perfectos oblicuos a cada lado.
<<Creo que se me ha quedado cierta cara de estúpida>> sacudo la cabeza y vuelvo a posar mis ojos en los suyos.
- ¿Qué haces aquí? – le pregunto.
- Pues no sé – se pone los dedos en la barbilla como si estuviese pensando a la vez que pone los ojos en blanco – playa, sol, bañador... - se retira el pelo para atrás con un simple gesto – no sé, dímelo tú.
Se ríe y veo como coge una preciosa y azulada tabla de surf que se encontraba apoyada en una de las palmeras del paseo.
- ¿Surf? – pregunto algo sorprendida.
- ¿Qué si surfeo? – me mira y me hace un gesto con la cabeza para que me ponga a caminar a su lado. – Sí.
- Pues hoy no sé cómo vas a surfear. No hay olas – le informo.
Veo como frunce el ceño y yo, desvío la mirada hacia el suelo. No puedo soportar que me mire con esos ojos verdes ni un segundo más.
- Tú calla y sígueme. – ordena.
Al poco rato llegamos a una pequeña cala secreta. Es pequeña y no hay casi nadie, solo dos chicos en el mar sentados en dos grandes tablas de surf. Comparada con la playa de al lado, aquí si que hay olas.
- Guau.
Veo como Ethan me mira de reojo y se le escapa una pequeña risa entre los labios al ver mi boca abierta formando una enorme O.
- Selena y yo solíamos venir muy a menudo con mamá y papá – comienza a explicar.
Fija la mirada en el tranquilo océano que se abre ante nuestros ojos y se apoya en su tabla de surf.
<<¿Debería decir algo?>>
- ¿Solíais?
Asiente y veo como los ojos le empiezan a brillar. Me parece ver una lágrima caerle de sus precioso ojos, pero rápidamente me da la espalda y se retira el pelo para atrás con la mano que tiene libre.
- Desde que papá se fue, todo ha cambiado bastante.
<<¿Su padre se fue? Creo que no debería preguntarle sobre eso. Quizás más adelante, cuando lo conozca más. ¿No? Sino, siempre se lo puedo preguntar a Sel, con ella es más fácil hablar. Si, se lo preguntaré a ella>>
- ¿Te pasa algo?
Sacudo la cabeza y me doy cuenta que Ethan me está mirando con el ceño fruncido.
- Emm.. ¡N- NO! – grito -¡Estoy estupendamente bien!
- Eres rarísima. ¿Te lo han dicho alguna vez? – coge la tabla de surf y echa a andar delante de mí.
- No. – me hago la indignada y me cruzo de brazos.
- Bueno, siempre hay una primera vez.
Y se echa a reír.
Yo me echo reír con él.
***
Ethan y yo estuvimos discutiendo durante un largo rato sobre si tirarme al agua en ropa interior o no. Él decía que el sujetador y las bragas hacían la misma función que un bikini normal y corriente. Yo, en cambio, no estaba a favor del todo con él. Sinceramente, no me apetecía desnudarme ahí, delante de él.
- Eres una sosa – se quita las chanclas y coge la tabla que estaba hincada en la tierra – si lo sé, no te traigo aquí.
- Me acabas de conocer y ya quieres verme en ropa interior. No es muy normal – le reprocho. – Si llego a saber que te encontraría, que estarías de buen humor y que me ofrecerías ir contigo a tú preciada cala secreta, me hubiese puesto un bikini. – le digo utilizando el tono irónico que he heredado de papá.
- Tú sabrás, rubita. – hace una mueca y me da la espalda para dirigirse lo más rápido que puede al agua.
- ¡No me digas "rubita". Tengo nombre! – le chillo.
Oigo como murmura algo, pero no logro escuchar el qué.
***
Dos horas y media más tarde ya estoy en casa, duchada y secándome el pelo con una de las toallas del cuarto de baño. Al principio, me quedé sentada en la arena apreciando el gran esfuerzo de Ethan por intentar no caerse mientras cogía algunas de las pequeñas olas. Después de una hora entera de reloj y sin observar ninguna intención del chico moreno por pisar arena firme, opté por volver a casa. Le dije adiós con la mano, pero creo que ni me vio. Es más, creo que ni se percató de la larga hora que me quedé observándole.
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Un lugar diferente
Genç KurguPara Caroline Miller, una chica de tan solo 18 años de edad que se acaba de graduar en el instituto, el verano no empieza de la mejor manera posible: sus padres se divorcian y, para más drama, se va a pasar las largas vacaciones de verano a Sydney...