Apuestas y demás.

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~¿Qué dices?.—pregunté, en realidad no entendí.

-Nada Hayden, eres una infantil.—puse los ojos en blanco.—Pero bueno que vas a pedir.

~Voy a pedir pollo con ensalada.—dije y cerré la carta.

-¿Nada más? Por eso es que estás tan delgada.—me miró con asco.

~Deja de mirarme así, haber dígame señor "Soytanguapoycomodemasiadamentebien" que va a pedir.

-Haber deme una parrilla, pollo con carne arroz y frijoles.—Mierda.

~Eres un idiota, has pedido bastante solo para fastidiarme, nunca te lo vas a acabar.

-Ya veremos Brooks.—nos quedamos callados un buen rato mirando nuestros celulares.—Si me como todo me vas a dar algo, y ese algo va a ser tu virginidad.

~Estás loco.—no me arriesgaré a perder y perder también mi virginidad.

-Vamos Hayden ¿Acaso tienes miedo?—Si tenía miedo pero no se lo iba a decir.

~No tengo miedo, solo que no quiero perder mi virginidad contigo.

-¿Y con quién? ¿Con tu noviecito?.—bufó —vamos, acepta.—Lo pensé bien.

~Y si yo yo gano, ¿Te vas y me dejas en paz?, solo con esa condición.—me miró y no dudó en responder.

-Acepto.—me tendió la mano y se la correspondí. Luego de un silencio de *miro mi celular* estuvimos hablando un buen rato de cosas vanas, hasta que llegó la comida.

~Haber Me...—me miró con atención y pensé lo que iba a decir no quería malograr lo que habíamos ya formado, una linda amistad.—Andy ¿Qué te parece el tamaño de los platos? ¿Grandes no? Quiero que te comas todo.

-Amor por eso ni te preocupes, me lo comeré todo, hasta tu puedes ser mi postre en la casa.—lo miré y le saqué la lengua.

~No voy a ser tu postre y no me digas amor.—me comí una lechuga.

-Te digo como quiero, es más cuando lleguemos a la casa, harás lo que te pida y luego nos iremos al cuarto de tus padres y te follaré.—quedé horrorizada.

~Supera eso de querer follarme.—en realidad este hombre ya estaba demente.

-Ya vas a ver cuando te folle, vas a gritar más que cantante en opera, Además ya apostaste.—dijo tomando sus cubiertos.

~Ya quisieras idiota y ¿Quién dice que ganarás?—no dijo nada más, porque empezó a comer como si no hubiera fin. En cuarenta minutos ya había terminado todo. Mierda pensé.

-Vas quedar muy sexy con el pijama que te compré.—Abrió los ojos y se dio cuenta que la había cagado.

~¿Qué acabas de decir?.—pregunté se quedó en silencio y no me respondió.—No, ni madres se cancela la apuesta.—me miró, tiró la servilleta sobre la mesa y me señaló con el dedo índice.

-Tu no vas a cancelar nada, serás mía porque sí, ya habíamos apostado, y una niña inmadura no me dejará sin sexo.

~No me digas que ya tenías comprada esa pijama desde hace tiempo tu pensaste que aceptaría y por eso lo hiciste.—me miró serio, sabía que decía la verdad.—No me gusta que decidan por mi, así que dile adiós a la apuesta.—dije y me recosté en mi silla.

—dije y me recosté en mi silla

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El Imbécil De Mi Niñero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora