Las olas

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El viaje de tu vida. Primera vez que no lograbas ignorar a tu padre por mucho que te esforzaras, esta vez te sacó de ese sarcófago personal arriba del árbol que tenías, precisamente para evitar que te inmiscuyeras en sus constantes viajes.

No es que te desagradaran, pero era más fácil el comunicarte en español, que hablar la lengua paterna. El griego y tú aún compartían ciertas diferencias. Y tu querido "Pa", se esforzaba en repetirte el mismo discurso "Debes aprender porque si no bla...bla". Además no tendrías que ver los constantes coqueteos de las mujeres hacia él. Eras posesiva, no hay porque negarlo. Y querías respetar la memoria de tu madre...aunque aún no supieras como se llamaba ni el lugar de su procedencia, es más, tu padre omitía todo comentario.

Debió de ser una hermosa mujer. O eso te decían a diario, por tu larga y cuidada cabellera oscura y esos enigmáticos ojos dorados como el sol; por toda tú.

Aunque también podías decir que tu padre era la causa. Temístocles, que sí, a veces aún sentías que tus abuelos creían estar en plena guerra antigua. Era un hombre ejemplar, trabajador, de buenas ideas y todo un político. Aunque demasiado cerrado y a veces terco, pero lo amabas porque te dejaba expresarte y sentirte especial.

-____-Oíste el primer susurro, parecía lo típico de siempre, los murmullos sobre la hija del embajador y como llevársela a la cama, porque creían que eras hueca como las típicas chicas de esmalte brillante y labios carmesí.

-¿Pa, en verdad debo estar aquí?-Reprimiste la mirada glacial, los labios fruncidos y ese aire amenazador, potencial y serial de asesino.

-Sabes la respuesta-Te miró por unos segundos-Lamento que no te agrade, pero es lo que hay.

Logro clavarte la punzada de culpabilidad, podía parecer un hombre frío, pero notabas cuando sus ojos deslizaban tristeza como en esos segundos.

-Venga, solo era una consulta, estoy aquí para hacerte guardia-Reíste consiguiendo que el embozara una ligera mueca.

Después de las tantas formalidades, saludar las personas con trajes formales, ganar una partida de veinte y uno, comer a discreción, sonreír a falsedad, decidiste que lo más prudente era retirarte. Claro, no sin antes aceptar una pieza de baile del playboy hijo del embajador de Islas Canarias. Era alguien adinerado, con poder ilimitado gracias a su sonrisa y BMW del año.

No te gustaba, pero lo hacías por la buena causa de que...olvídenlo, no sabías ni para qué rayos estabas bailando con el inepto ese.

No evitaste reír cuando tu padre hizo un ademán de vomitar que solo fue notado por ti.

-____-Te llamó intentando "seducirte", pero logrando que las ficticias náuseas se hicieran más reales-Te vez realmente despampanante.

-Lo sé-Te limitaste a suspirar-Lo siento, pero, e...estoy algo cansada, tomaré algo de aire-Hizo el además de seguirte-¡No te preocupes!...es decir, solo quiero pensar un poco, ¿Vale?

Después de huir prácticamente lo oíste decirles a los amigos "La traigo muerta".

-Bastardo...-Susurraste.

En esos segundos estabas convencida de que morirías virgen, con unos veinte gatos y una casa realmente, con un helado del tamaño de "deprímase ahora" en las manos. El amor no lo hallarías en un lugar así, más falso que la data de tu móvil. Tú eras algo orgullosa para aceptar que querías un amor cursi, de esos que duran el suficiente tiempo para disfrutarlos o por lo menos un chico atractivo que te llamara la atención sin intentar toquetearte.

Miraste el cielo, tan azulado como de costumbre. Las olas se veían tan tranquilas desde allí.

-¿____, cierto?-Te consultó una rubia de cabellera atada con un perfecto moño, era hija de un probable ministro o alguien de poder, se olía Channel por los aires-Verás, no me gusta tu actitud de mosca muerta, creyéndote que tu estúpido cuadrito de niña indiferente hará algo.

-Bien y... ¿Qué se supone que hago, ya se iré a deprimirme, tal vez?-Chasqueaste con diversión tu lengua, era una probable conquista del estúpido mal bailarín de adentro.

-Quiero verte morir...-Rió de repente-Hija de lo prohibido.

...¿Espera, esa rubia había dicho algo fuera o te estabas llenando de demasiado aire?

Se lanzó a ti con rabia, mientras intentaste forcejar. Terminó arrastrándote con ella al agua, habías caído del crucero. Y por lo que lograbas sentir, pretendía ahogarte en las profundidades, sosteniéndote con sus garras y...

Joder, el agua te estaba haciendo delirar.

Ya no era rubia despampanante, ahora era una especie pez, con rostro desfigurado, emitiendo un chillido ensordecedor. Parecía llamar al resto de... ¿Ellas?

Forcejeaste mientras mirabas la luz cada vez más lejana del bote, donde tu padre probablemente no daba por enterado.

No querías morir allí, no de esa forma, tenías tanto por delante, aún te faltaba comprar el maltes de la vidriera o enamorarte de forma boba, un carro y... ¡Falta mucho!

Entonces, por más extraño que parezca recordaste lo que tu padre había dicho, lo único que sabías de tu madre.

"Si alguna vez, no esté allí para ayudarte, ruégale a ella, puede que te escuche desde allá arriba"

-Sálvame madre...

Pero nada sucedía, seguías cayendo.

O por lo menos no sabías la gran disputa que habías causado en el Olimpo, donde los dioses empezaban a reunirse y murmurar entre ellos, que sería de ti. Porque ellos no recordaban de quien podrías ser, pero estaban claros de algo, era mestiza y como tal, debías ser salvada.

-¡Cómo es que la sirena sabe y nosotros no!-Rugió la voz de Zeus, parecía contrariado, observando con evaluación a sus hijas y esposa.

-¡Yo no te he sido infiel!-Levantó su tono Hera, que parecía más preocupada de que su esposo la catalogara infiel que de salvarte.

-No es hija mía, eso está claro, no tiene mis rasgos-Puntualizó Afrodita, dirigiendo su mirada a Demeter.

-No es mía-Rápidamente la diosa de la agricultura observó a Hestia.

-No-Negó con paciencia.

-No-Vocalizó Athenea-Pero está claro, que si seguimos así, solo conseguiremos matarla.

-Ella es mi hija...

La única persona que no lograron mirar, porque estaba forcejeando con gritar esas palabras, finalmente se hizo presente.

-Lo sé, lo prometí, pero no podía vivir sin conocer que se sentiría sentirse orgullosa de alguien, que no fueran mis cazadora, quería una criatura de la cual vanagloriarme y ¡Sí, no cumplí mi juramento, pero...ella es parte mía!

-Me estás diciendo...que incumpliste-La miró de forma severa el dios de los rayos-No sé ni que decir, más que esto tendrías que haberlo dicho...has caído de mi gracia Artemisa.

-Lo siento-Finalizó antes de levantar dos de sus dedos, formando una flecha, que segundos después serías dirigida a la sirena-Cazadoras, escúchenme, vayan por ella...

Ambos dioses se miraron antes de que Zeus abandonara con pasos firmes la habitación, seguido por el resto, a excepción de Hera y Afrodita. La primera aún no superaba a Leto, pero le dirigió una ligera sonrisa para seguir en busca de su esposo. La segunda evitó la risilla, probablemente porque no quería causarle más problemas de los que parecía tener, lucía agobiada.

-Vamos, todos tenemos que flaquear, no tendría gracia ser perfectos. Cuida de ella Artemisa, sé que Zeus no está contento con ella y que puede ser un blanco muy notorio, es tu única hija y... es realmente hermosa, quiero que crezca y de ser posible, sea igual de grande que mis hijos.

Artemisa obvió la sonrisa y agradeció internamente que la diosa le haya ligereado la tensión. Había pasado su prueba y ahora dependía de su hija, superar las que vinieran.

-____, confió en ti pequeña. Eres mi orgullo...

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Espero sea de su agrado esta historia, me gustaría que de ser posible comentaran y me dijeran si tienen sugerencias. Nos leemos hasta entonces

saludos :3

Inesperadamente bueno (Nico di Angelo y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora