Vida como cazadora parte I

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Había pasado muy poco desde que abandonaste al oráculo, una joven de cabello enmarañado y actitud algo despreocupada. La conocías de reuniones de asociados, tu padre era parte de su corporativo. Por lo que no fue de mucha sorpresa ver a Rachel descansar en la casa asignada para ella. En realidad ya no te esperabas que el campamento mestizo pudiera darte más cosas.

Aún mantenías esas palabras resonando en tus oídos...

"El arco alzas mientras la agonía te tienta, clamad por el rey de los fantasmas, la espada de traición herirá el costado de la bendecida por Artemisa, perdiendo algo valioso, algo que no recuperarás".

Era claro que esa aventura con las cazadoras te traería una fuerte oleada de emociones fuertes. Un parte de ti le bastaba con dejar a Nico, aún con la sensación de besarlo latente. Dejar el campamento con todos aquellos chicos divertidos. Pero lo realmente preocupante era saber que no regresarías, porque sería tu definitiva para hacer tus votos como cazadora.

Thalia te comentaba los pormenores, las cosas extravagantes que les pasaban a diario, las nuevas integrantes del equipo. Además de mencionarte que tu madre atendía las reuniones del Olimpo. Por lo que no la verías hasta finalizar la caza. Por muy extraño que sonara estabas más feliz sabiendo que se retrasaría tu juramento.

Ludo parecía inconforme al meter las patas en el lodo. Pero se sentía en familia al ver tantos lobos. A pesar de ser el más pequeño de la camadas que los seguían, se veía seguro de sí mismo, a demás, de que, pensabas, quería mostrarte que podías confiar en él

-¿Qué hay de nuevo en el campamento?-Te consultó la pelinegra moviéndose sigilosamente entre el fango. Estaban en un pantano. Lo único que sabías de la misión era estaban tras un monstro que Percy ya había logrado ver. No estaban allí para matarlo, pero si asegurarse que estaba aún en su lugar adecuado y para eso, tenían que cazarlo.

-No mucho en realidad, la captura de la bandera, me perderé el concurso de carruajes y, Annabeth compitió con Percy en el limbo, eso sí que debería ser mejor que lo vieras. Yo en realidad no pude porque...

Te detuviste, no debías mencionar al pelinegro, no al hijo de Hades. Las relaciones con un chico estaban prohibidas, de solo mencionar chico, las cazadoras miraban horrorizadas. Sabías de sobra eso porque los comentarios no esperaron en llegarte. Casi parecía como si los niños fueran una epidemia mortal. Que las mataría a todas ella. Vaya forma tan bien trabajada que tenía tu madre para hacer lavado de mentes. O tal vez solo habían sufrido uno que otro desamor. Era el caso de la mayoría, semidiosas despechadas, terminaban por jurar con algo de resentimiento frente a tu madre. Intentaban olvidar con los años, con los siglos.

-Ese Jackson no cambia-Rió entre dientes-¿Qué hay del otro, el hermano de Bianca?

¿Cómo era que sabía de ella?

-Porque fue una cazadora-Pareció leerte la mente-Murió por una máquina defectuosa de Hefestos, Nico culpo a Percy por ello, le guardo el suficiente rencor por un par de años. Al parecer lograron superar las diferencias. O eso se vio cuando batallamos con Cronos, el chico levantó una fila de muerto. Eso fue bastante guay.

-De hecho fue él quien me causó que no viera el limbo, terminé por desmayarme cuando combatí con él-Embozaste una sonrisa al recordar que te visitó-b-bueno eso es todo lo que sé.

La hija de Zeus te miró con algo de curiosidad, abrió la boca una par de veces, pero se detuvo al escuchar unas pezuñas con rapidez, era el sonido salvaje. Esa era la señal. Las cazadoras se dispersaron como si lo hubiesen practicado toda su vida. Thalia te llevó con ella, a la parte angosta del tramo. El lodo cubría parcialmente tus pantalones. Te indicó con señas que saltaría a lo que fuera que corría hacia ustedes. Asentiste, no querías que se sintiera en competencia contigo. No sería lo correcto para la lugarteniente. Así con esos pensamientos llegó a ti el olor de la naturaleza y con ella, el don del salvaje.

La pelinegra trepó en él, con la agilidad de una semidiosa entrenada. Intentó que este no se hamaqueara con violencia, cosa que no logró, porque el cerdo saltaba con fuerza y daba brincos a cada dos por tres. El resto de cazadoras disparaba dardos tranquilizantes, que apenas y lograban atravesar la gruesa capa de piel. En cuestión de segundo terminaría por tumbarla. No querías interferir con su misión, pero en contra de tu razonamiento, giraste dispuesta a llegar a él.

Lo ojos llameantes te miraron, bajaste la guardia ante la bestia. Por alguna razón sentías que controlarías la situación. Por unos segundos se detuvo, tiempo que aprovechaste para inclinarte ante él con el respeto que merecía una criatura maravillosa, una criatura del dios Pan. Cerraste los ojos conforme escuchabas que su respiración se tornaba tranquila y, para sorpresa tuya, la misma bestia que se agitaba con violencia con Thalia, ahora se inclinaba con igual respeto. Tu alegría te hizo levantarla la mano, para sobar el pelaje suave y ahora menos arisco del cerdo.

-Ese es el don de la señora de las bestias-Te miró una de las cazadoras, una de ojos claros y cabello castaño- ¡Qué alegría tenerte con nosotros!,___________. Una digna hija de nuestra señora Artemisa.

Sonreíste con agrado mientras revisabas al cerdo que gruñía de satisfacción mientras rascabas con suavidad su panza. No lo notaste, pero los ojos de Thalia no parecían aprobar tus habilidades. Casi una punzada de celos la golpeó, el miedo de ser reemplazado por ti la cegó en esos segundos, donde apretó los puños y terminó por retirarse en silencio.

Una tormenta amenazó con llegar. Los truenos fuertes se escuchaban a lo lejos. Pero si escuchabas con un poco de atención tal vez llegarían a ti las carcajadas del dios de los truenos, Zeus supremo carcajeaba solo, en su trono, donde el resto de dioses ya no se encontraban.

-Ve hija mía, no queremos hacer esperar el destino.

Inesperadamente bueno (Nico di Angelo y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora