"Los 50s" Parte II

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Habían pasado más de 2 horas desde que Elly se topó con el lindo chico de lentes. Desde los titulares de 1943 empezó a leer hasta llegar a las noticias que gritaban su poco conocimiento en bombas nucleares. ¿Es esto lo que la guerra les enseñó? ¿Sembrar terror con un poder que ni siquiera ellos pueden controlar por completo? Elizabeth dejo de leer y alzó la mirada para encontrarse a los lindos ojos del rubio chico que se escondían detrás de unos grandes lentes.

—¿Por qué tanto interés en estos periódicos?— preguntó el chico. Elly le examinó: pecas poco distinguibles en su rostro, ropa heredada (el sol ya había descolorado su camisa y apenas se estaban formando las líneas que indicaban que ahora se doblaba la prenda), su postura indicaba inseguridad al hablar y cuando le vio a los ojos, el chico miró los periódicos de la mesa como si no los hubiera visto antes.

—Curiosidad. — el acento británico de Elizabeth resaltó al igual que su tono de voz.

—¿Qué haces tan lejos de casa?— tomó asiento enfrente de ella.

Turisteando. — ¿es qué acaso debía de saber todo sobre ella?

Hubo un momento de silencio que incómodo a Elly. De un momento a otro se paró de su asiento y se despidió.

—Gusto en hablar contigo.

Y no esperó a que le devolviera un saludo o buenos deseos. Depósito los periódicos donde le había indicado ya 2 horas y media antes dejarlos y regresó por dónde vino.

...

No fue difícil encontrar a la TARDIS cuando se puso a pensar en el recorrido que había hecho. Para su buena fortuna, el Doctor estaba ahí esperándola, había conseguido un pastel de chocolate, pero por mucho que quisiera comerlo no lo haría: el señor del tiempo le había ocultado tan importante información y necesitaba saber la razón.

—Pedí volver a casa, ¿por qué me trajiste 10 años tarde?— preguntó cuando entró a la cabina telefónica y después de haber cerrado la puerta. —¿Por qué ocultarme la información de cuando terminaría... terminará... terminó, ¡terminó! la guerra?

El Doctor tomó su tiempo, para Elizabeth fueron unos segundos demasiado largos.

—Sigue siendo parte de tu futuro Elly.— contestó cuando encontró las palabras correctas.

—¿Entonces para que traerme al futuro si no quieres que lo conozca?— preguntó con menos rabia la chica.

—Lo importante es que no sepas tu futuro, no el futuro, ¡tu futuro!

—¿Por qué es tan importante eso?— exclamó Elly con furia. —No es como si quisiera ir a cambiarlo ahora mismo, ni siquiera se que es de mi familia, ¡de mi padre! ¿Crees que no me gustaría saber si sobrevivió? ¡Quiero saber! ¡Me carcome el simple hecho de no saberlo! Hasta ahora no había pensado pero quiero marcar a casa para escuchar la voz de alguien familiar.—Elizabeth gritó sus últimas palabras, ya no estaba segura si sus palabras tenían sentido, pero no le importaba ya. —Hubiera sido más fácil si solo lo hubieras dicho desde un inicio.— dijo en un susurro, poco audible para el señor del tiempo.

—La guerra terminó en el 45, el 2 de Septiembre. Los territorios de Alemania fueron repartidos entre cuatro naciones, y se dividió en la República Federal Alemana y la República Democrática Alemana, la Federal esta conformada por Estados Unidos, Inglaterra y Francia, la Democrática por la URSS. El mundo en esta época ha quedado dividido por dos bloques: el bloque capitalista liderado por Estados Unidos y el bloque comunista liderado por la URSS.— resumió el Doctor.

—¿Eso es todo?— preguntó con voz fina Elizabeth, como si sus siguientes palabras fueran a esfumarse en el aire.

—Estos dos bloques generaran un conflicto tan grande que llevarán al hombre al espacio y una revolución en la vida. No todo lo que esta sucediendo en la postguerra será un error. Quiero que conozcas lo que la humanidad es capaz de hacer, no solo con el propósito de vencer a otra nación, pero lo que puede suceder si se unifican.

El Doctor había sufrido por el dilema de decirle o no a su acompañante la verdad, pero ahora se daba cuenta que había sido un error. Trató de acercarse a ella para abrazarla. Elly tenía sus brazos rodeando su torso y con la cabeza abajo, en cuanto sintió la presencia del señor del tiempo se alejó, corrió a la puerta y salió a las calles de Nueva York. Necesitaba un tiempo a solas.

Empezó a caminar sin rumbo en la ciudad desconocida que nunca pensó en conocer. Ahora quería saber que sucedería en los años por venir y si le alcanzarían los años para ver al hombre llegar a Marte o a donde sea que vallan al espacio. Pero en ese momento quería recostarse, su cabeza dolía por tanto pensar y necesitaba una taza de té para su jaqueca.

Entre las calles en las que caminaba recogió una piedra con los zapatos para jugar con ella mientras caminaba, pateaba la roca cada dos pasos que daba. Cuando dio la vuelta para regresar a la TARDIS, pateó una pequeña caja que llamó su atención, tan pequeña como la cámara que le había entregado el Doctor hace unos momentos. Tenía un lazo para amarrarse en la muñeca y sin dudar Elly lo tomó como un nuevo accesorio.

En ese momento lo único en lo que podía pensar era en su casa, quería volver a 1943, al 23 de Abril, momentos antes, quería saber sobre su padre. Cerró los ojos y se imaginó a si misma entrando por el umbral de la casa de sus padres. Y volvió a abrir los ojos, encontrando enfrente de ella lo que tanto anhelaba.

...

Ya había pasado 30 minutos desde que Elizabeth había salido corriendo a solo Dios sabe donde. Parecía que el día de hoy esa era su especialidad. En unos segundos escuchó la puerta de la TARDIS abrirse, alzó la vista el Doctor, y no pudo creer lo que veía.

...

Elizabeth miró la puerta de madera que decoraba la casa de su infancia y que parecía años desde que la veía. Sus ojos analizaron su alrededor aun no podía creer que estaba de vuelta en casa. Miró entonces su muñeca, el pequeño dispositivo que anteriormente había cogido de las calles de Nueva York sacaba humo. Elly prosiguió a quitárselo, le empezó a quemar la muñeca. Cogió el aparato del suelo y lo miró curiosa, lo más seguro es que estaba soñando. La puerta principal fue abierta y de ella salió su madre junto con un canino que parecía ansioso por querer salir del lugar, en cuanto tuvo espacio para hacerlo, el perro salió volando directo a Elizabeth, se lanzó en dos palas y logro tumbarla al suelo. Gladstone no dejaba de lamerle la cara y Elly soltó lágrimas de felicidad, no pensaba que podría extrañar tanto a un animal como extrañó a Gladstone.

—¡Gladstone! ¡No! Deja a la señorita.— la voz de su madre se oyó a lo lejos. Obediente, el canino se retiró de ella, dejándola tomar asiento en el suelo. La señora Smith dejó de caminar para examinar a la muchacha que ahora esta enfrente de ella. No podía creerlo. —¿Elizabeth?— preguntó la señora Smith, quien ahora portaba unas canas que hacían resaltar sus ligeras arrugas.

—Hola mamá. — dijo Elly insegura.

Su madre la acogió en un abrazo como si nunca la quisiera soltar. Había pasado todo un año desde la última vez que la vio y no permitiría que se fuera de nuevo lejos de casa.

—¡En serio eres tú!— exclamó de felicidad. Elizabeth nunca se había sentido tan regocijada de escuchar esas palabras, tal vez por que habían pasado oficialmente 6 meses desde la última vez que la vio. —No lo puedo creer. — siguió susurrando la señora.

Elly alzó la vista, para ver un hombre parado en el umbral de la puerta. No podía distinguir por completo su rostro pues sus ojos ya no le daban la misma confianza que antes, pero sabía quien era por su postura y uniforme. Dejó de abrazar a su madre por un momento y quiso guardar en su memoria la imagen de su padre. No había mejor regalo de cumpleaños que este.

My Wonderful Adventure with the Doctor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora