capitulo 4

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-Y Eso Me Hace sentir Increíble...Y asustada.

Álvaro podía estar seguro de que había arrancado un pedazo de la piel de su cuello. Él generalmente tenía comezón cuando no concordaba con algo, pero aun así lo hacía. La picazón lo estaba dejando loco. Cielos, esa era una idea idiota, ¿por qué diablos estaba concordando con eso?
Era miércoles y ellos estaban sentados después declases en la sala de la secretaria para preguntar sobre el intercambio. Camila lo había presionado para que fuera con ella, con la excusa de que fuera él la persona que quería hacer el intercambio y no ella. Ella golpeteaba los dedos en la mesa en la espera mientras la funcionaria los atendía, mientras Álvaro intentaba al máximo contener la picazón, pues creía que su nerviosismo era tanto que podría arrancar una vena importante en cualquier momento con el acto.
-Entonces...-Dijo la mujer sentándose.- ¿En qué puedo ayudarles?
Álvaro miró a Camila, que percibiendo su hesitación le dio un leve codazo incentivándolo.
-Es...es que yo quería hacer un intercambio. –Dijo él repitiendo lo que ensayaron antes de entrar.- Y quería tener informaciones.
-Está bien. Pero entonces necesito que sus padres vengan aquí para conversar con nosotros, así les explicamos bien cómo funciona todo. –Explicó la mujer.
Álvaro asintió lentamente, feliz por saber que era una pésima idea apoyar las ganas que Camila tenía de irse lejos. Sin dudas sus padres no apoyarían eso tampoco.
-Entonces, perfecto. Vámonos Camila. –Dijo él sin poder contener el entusiasmo en su voz mientras se ponía de pie.
-No. Pero señorita...-Dijo Camila interrumpiéndolo.- Solamente para no perder el viaje, ¿será que usted podría decirnos, más o menos, qué se necesita?
-Está bien. ¿Tú también quieres hacer un intercambio?
El rostro de Camila se iluminó con la posibilidad.
-Sí, puede ser.
-Voy a buscarles unos folletos, así pueden investigar bien, y sus padres también pueden informarse con ellos. Solamente un minuto. –Dijo la mujer levantándose y rebuscando en una torre de papeles que estaba sobre un armario.
Camila alcanzó la mano de Álvaro y la apretó. Él se hubiera molestado aún más con la situación si la sonrisa de Camila no fuera tan bella.
La mujer regresó portando dos pequeños cuadernillos coloridos entregándoselos a ellos.
-Entonces...nosotros regresamos luego con nuestros padres. –Dijo Álvaro levantándose nuevamente.
-Espera. Solo una última duda. –Se pronunció Camila interrumpiéndolo nuevamente.- ¿Usted cree que yo tendría algún problema en hacer intercambio, por ser ciega?
La señora evaluó el rostro de Camila. La pena flotó en sus ojos por una fracción de segundos.
-Mira, te voy a ser sincera, nunca tuve a alguien ciego haciendo un intercambio. Pero creo que es solamente cuestión de encontrar a la familia preparada para recibirte. –Dijo la mujer, quedando feliz que pocas palabras llevaron una sonrisa con esperanza al rostro de Camila.- Vamos a hacer lo siguiente. Tú me das tu número de teléfono y yo hago una pequeña investigación y te contacto.
Mientras Camila le pasaba su número y la mujer le daba la esperanza de que era posible encontrar una familia dispuesta en recibirla, Álvaro giraba sus ojos desconforme con el mínimo hecho de que podría ser fácil que su amiga se alejara de él.
[...]
Camila estaba acostada cómodamente en el sofá de la sala de la anciana Mel, acababa de devorar un almuerzo delicioso. La señora siempre la encaprichaba los miércoles, porque quería agradarle. El paladar de Camila no era exigente, ella comería cualquier cosa que tuviera frente a ella si estaba acompañado de Ketchup. Pero la anciana adoraba mimar todos sus sentidos restantes. Distribuía afecto al tacto. Ponía música clásica y suave para su audición, su casa siempre olía a flores y muebles rústicos antiguos, lo que agradaba su olfato y cocinaba maravillosamente bien para la apreciación de su paladar. Camila la adoraba por eso.
-¿Quieres algo más? ¿Postre? ¿Un café? –Preguntó la anciana, su voz suave y acogedora tomando cuenta del aire.
-No, gracias. Ya comí tanto. Estoy agradecida por no poder ver una balanza. –Respondió Camila con una sonrisa, la anciana sonrió también.
-¿Mel? –La llamó Camila pensativa.
-Dime querida. –Respondió Mel levantando los pies de Camila apoyándolos en su regazo mientras se sentaba.
-¿Tú conoces a mi mamá hace mucho tiempo, no?
-Sí niña. Tu abuela y yo éramos grandes amigas. Yo vi a tu mamá crecer.
-¿Sabes cuántos años tenía ella cuando yo nací?
La anciana pensó. Su cerebro ya no funcionaba como antes. Ella mal recordaba lo que almorzó el día anterior, ahora imagina lo que pasó 18 años atrás.
-Hmmm. –Dijo ella pensativa.- Veintidós...No, veintitrés. Ella se casó joven. Y luego naciste tú.
-¿Ella salió con alguien más antes de mi papá?
-No. Él fue su primer amor. Pero recuerdo que tu abuela se descabellaba. Tu mamá se apresuraba mucho en aquella época. –Respondió Mel distribuyendo caricias en las piernas de Camila.
-¿Pero ella solamente salió de casa después que se casó?
-Sí. ¿Pero por qué tanto interrogatorio?
Camila se sentó y abrazó sus rodillas manteniendo la dirección de su mirada hacia donde estaba Mel.
-Estaba pensando en eso.
-¿Estás pensando en tener hijos? –Dijo la anciana con un tono en broma.
-No. –Respondió Camila con una sonrisa que luego se transformó en un tono de pesar.- Quería salir de casa.
La anciana pensó en una respuesta razonable que no lastimara a la chica.
-¿Y cómo es que te vas a sustentar? –Le preguntó ella con toda la simpatía que le fue concebida.
-Consigo un empleo. –Respondió Camila encogiéndose de hombros.- Todo el mundo trabaja. Hay un chico en mi clase que es mesero en el restaurante de su papá.
La anciana no sabía si Camila se sentía tan cómoda con ella que olvidaba sus limitaciones, o si tan solo no le daba importancia si era diferente y creía que podía hacer todo lo que los demás hacían.
-¿No es un poco temprano para eso, Mila? –Ella intentó mantener la suavidad en su voz.
Camila suspiró y Mel la llevó hasta su regazo, haciéndole acostarse para recibir caricias en su cabeza.
[...]
Álvaro invitó a Lauren y a Camila para pasar el domingo en la piscina de su casa. Las dos aceptaron rápidamente lo que le agradó. Aunque tuviera un crush con Camila, él estaba ansioso de poder tener a dos chicas bellas, semidesnudas y mojadas en el jardín de su casa. Cielos, él era un adolescente, ¿quién lo culparía por esos pensamientos? Aunque la vista fuera bella, él capturó algunas miradas furtivas de Lauren sobre Camila. Se sintió un poco celoso, pero rio mentalmente. Tenía celos de una chica, eso le parecía una locura.
-Está bien... Ok... Beso. También te amo. –Dijo Lauren al teléfono antes de acostarse con ellos al borde de la piscina.
-¿El novio? –Preguntó Álvaro.
Camila fue sorprendida por el vuelco que esa palabra causó en su estómago.
Lauren rio del palpite.
-No. –Respondió ella y una vez más Camila fue sorprendida por el alivio que tomó cuenta de su cuerpo. ¿Qué diablos estaba pasando con ella? –Era mi papá.
-Ay no, ¿tus papás se preocupan tanto al igual que los de Mila?
Camila lo sorprendió con un golpe amigable que lo hizo reír.
-La verdad es solo mi papá. –Dijo Lauren con voz baja.- Mi mamá murió hace un tiempo.
-¿Solamente son ustedes dos? –Preguntó Álvaro después de un tiempo quebrando el silencio que se instaló.
-Tengo un hermano mayor. Se llama Chris.
-¿Él vive con ustedes? –Preguntó Camila.
-No. Él se quedó en la ciudad que vivíamos antes.
-¿Pero ustedes se llevan bien? –Volvió a preguntar.
-Sí...Más o menos. –Respondió Lauren con una sonrisa.
-¿Por qué más o menos?
-Somos diferentes, ¿sabes? Él es medio ingeniero, solamente piensa en números. A mí me gusta leer y él lo odia. Yo tengo un gusto eclético por la música y él es medio roquero.
-¿Sabías que Mila escucha solamente música clásica? –Preguntó Álvaro observando a Lauren.
-Hey, eso no es cierto. También escucho otras cosas.
Lauren rio.
-Siempre tuve ganas de aprender a tocar música clásica, pero nunca tuve paciencia. –Respondió la chica.
-¿Cómo no? A mí también me gustan otros cantantes, pero es el mejor tipo de música que existe. –Dijo Camila.
-No exageres, Mila. –Contestó Álvaro.
-Pero lo es.
-¿Por qué te gusta tanto? –Preguntó Lauren.
-Por la anciana Mel. Ella siempre la pone para yo escucharla, y desde niña ella me dice; "Para entender cualquier cosa, primero tienes que comenzar por lo clásico."
Lauren asintió.
-El problema es que Camila comenzó por lo clásico y se estancó ahí. –Mencionó Álvaro arrancando las risas de ellas.
-Entonces tú puedes darme unas clases después, Camila.
-Está bien. –Concordó ella.
-Ay, era lo que me faltaba. Elsa Barraine y la versión femenina de Mozart, juntas.
Camila rio. Lauren no sabía quién era Elsa Barraine, pero suponía que también era compositora.
-Chicos, creo que se está haciendo medio tarde ya y necesito irme. –Informó Lauren.
-¿Ya? –Preguntó Álvaro.
-Yo también tengo que irme. –Dijo Camila levantándose.
-Entonces espérame mientras voy adentro y me cambio para llevarte, Mila.
-Si quieren yo puedo llevar a Camila, así no tienes que ir y regresar, Álvaro. –Propuso Lauren.
-No, cómo crees. Mi casa queda aquí cerca. –Dijo él levantándose acomodando la bermuda húmeda que usaba.
-All, mi casa queda de camino a la de Laur, así te lo facilita.
Álvaro quedó un poco triste, pero concordó para no parecer un loco obsesivo, ya estaba acostumbrado a caminar con Camila siempre que ella iba a su casa. El cambio de aires no le agradaba.
-
Al día siguiente, Álvaro le susurraba el texto de la pizarra a Camila mientras la profesora de Historia paseaba entre los escritorios de la clase.
-Bueno chicos, como estamos hablando sobre Grecia quiero que hagan un trabajo. El trabajo es en parejas. –Anunció la profesora posicionándose frente a la clase.
Álvaro entrelazó sus dedos con los de Camila como en aviso de que harían el trabajo juntos.
-Solamente que las parejas tienen que ser entre dos chicos o entre dos chicas. –Álvaro soltó la mano de Camila y gruñó.- Las chicas van a hablar sobre Atenas y los chicos sobre Esparta. ¿Entendido? Pueden hacer sus parejas y quiero el nombre de todos.
Camila siempre hacía los trabajos en parejas con Álvaro. Él era paciente, entendía y comprendía el modo que ella tenía para hacer las cosas. Estaba asustada, ya que posiblemente tendría que hacer el trabajo sola –en su cabeza algo le decía que nadie la elegiría- o Álvaro tendría que trabajar con su pareja y ella en secreto. La preocupación desapareció cuando Lauren le tocó el hombro y lo presionó reconfortante. Lauren no conocía a Camila tanto como Álvaro, pero Camila sabía que de todos los demás, Lauren era la segunda opción más viable. E incluso hasta la primera.
-No se olviden de informarse sobre las reglas para ir al campamento. Busquen al profesor de educación Física para eso. No lo dejen para último momento. –Recordó la profesora cuando la sirena sonó.
Camila recordó que tendría que tomar coraje para pedirles eso a sus padres. Ella tenía muchas ganas de ir.
Ellos se dividieron en dos grupos. Álvaro y Alex, su compañero de trabajo, fueron a la biblioteca. Ya que Alex era demasiado inteligente y esforzado como para sacar menos de diez en ese trabajo. Y Camila y Lauren decidieron merendar en el centro comercial antes de ir a casa a hacer la tarea.
-¿Puedo hacerte una pregunta? –Dijo Lauren mientras el mesero se alejaba con el pedido de ellas.
-Ya la hiciste. –Respondió Camila con una sonrisa.- Pero puedes hacer otra.
-Hmmm...¿Cómo sabías que te estaba viendo el primer día de clases? Eso realmente viene torturándome hace tiempo.
Camila rio.
-¿Álvaro no te contó? –Preguntó Camila.
-¿Contarme qué?
-Eso también lo asusta a él. Pero sé cuando alguien me observa por algún tiempo. Es mi súper poder de ciega. –Respondió Camila en un tono misterioso que hizo reír a Lauren.
-¿En serio? –Preguntó Lauren incrédula.
-En serio.
-¿Cómo puedo saber si es cierto?
-No sé. Déjame ver... -Dijo pensativa.- Ah sí. El día en el que me cambié en el baño... Tú espiaste. Te sentí observarme.
Lauren se ruborizó en el mismo instante.
-Dios. ¡No puedo creerlo!
-Me pregunté si tenía alguna mancha a la vista, si era demasiado flaca o si mi sostén estaba rasgado o algo así. –Dijo Camila en un tono de broma.
-Está bien. Me descubriste. Yo espié, pero no fue porque había algo malo o manchado o qué se yo. Tienes un hermoso cuerpo Camila. –Dijo Lauren, pero se sorprendió al instante. Su subconsciente gritando "Lauren, ¿te volviste loca? No puedo creer que hayas confesado eso."
Ahora fue el turno de Camila de ponerse roja.
-Gracias, creo. –Respondió tímida.- Idiota. –Susurró Camila, intentando bromear con la situación.
Lauren rio, lo que agradó a sus oídos.
Tenía miedo de que Camila preguntara algo sobre ella encontrarla atractiva. Le encantaría tener una respuesta para eso, no le gustaba el no saber explicar, siempre fue obsesionada por explicaciones y su subconsciente estaba de rodillas agradeciendo por Camila no haber preguntado sobre el asunto. Ella no estaba lista para responder sobre eso. ¿Cómo podría explicar algo que ni ella misma entendía?
-¿Siempre fuiste así, Camila? –Preguntó Lauren sutilmente intentando cambiar de asunto.
-Siempre. Nací así.
-Entonces quiere decir que nunca has visto el rostro de Álvaro.
Camila nunca se había detenido a preguntarse eso. Ella conocía a Álvaro casi de toda su vida y nunca siquiera le pidió a él para acariciar su rostro, para tener una idea básica de cómo era. Ella imaginaba cómo sería él. Alto, cabello negro, ojos castaños claros, músculos pequeños, bonito. Pero esas facciones fueron las que ella fue adquiriendo durante los años mientras él crecía y las personas comentaban cómo era. Ella incluso ni siquiera se importó en preguntar cómo era él. Lo que era extraño ya que ella conocía a Lauren hace algunas semanas y deseaba verla más que todo. La culpa tomó su pecho, y ella suspiró.
-No. Nunca. –Respondió.
El mesero llegó trayéndoles las hamburguesas, jugos y papas fritas. Lauren mordió la suya mientras Camila intentaba localizar su jugo cuidadosamente para no derramarlo en la mesa.
-¡Dios, tengo tanta flojera de hacer ese trabajo! –Exclamó Lauren.
-Ni me digas. –Concordó Camila bebiendo de su jugo.
Lauren pensó un poco mientras masticaba.
-Deberíamos ir al cine. –Dijo convencida de que era una buena idea.
Camila soltó una carcajada.
-¿Cine? –Preguntó ella.
Lauren se contestó a ella misma dándose un golpe en su propia frente. "Sí Lauren, eso sería una buena idea, si ella pudiera ver."
-Disculpa, Camz. –Dijo sonriendo.
Camila nunca había ido al cine. El motivo era obvio. Primero, ella no veía. Segundo tenía pocos amigos –tan solo Álvaro-. Tercero, nadie se atrevía a llamarla, ya que tal vez pensarían que ella se lo tomaría como una broma de mal gusto. Pero ella estaba pensando en esa idea. Nunca siquiera había pisado una sala de cine y dos cosas que la consumían desde que se entendía por gente eran la ceguera y su curiosidad, y ella quería ir.
-Quiero ir. –Declaró ella.
Después que terminaron de comer, Lauren la guio hasta el piso en donde estaba el cine. La chica hizo cuestión en elegir la peor película en cartelera, le encantaba reclamar y reírse de los efectos ridículos.
-En el área de comidas...-Dijo Camila tímidamente, mientras Lauren la sentaba en un asiento al fondo.
-¿Qué tiene?
-Me dijiste Camz. –Dijo mirando interrogativamente a Lauren.
-Sí. Es que todos los que son cercanos a ti te dicen Mila y yo quería darte un sobrenombre cariñoso también y no quería llamarte por todo tu nombre. –Respondió encogiéndose de hombros.
Camila sonrió y tomó su mano.
-La verdad mis papás me dicen Kaki. –Dijo ella frunciendo su nariz al sobrenombre infantil.- Pero me gusta Camz.
Lauren la miró, sentada a su lado, iluminada por la poca luz de la sala. La película todavía no había comenzado y la sala estaba casi vacía. Sus labios estaban entreabiertos, su mirada ajena direccionada hacia el frente, su mano sujetando la de ella. Vaya, ella podría besarla, ella quería hacerlo. Pero era un sentimiento tan extraño y tan maravilloso. Tenía que decírselo o su pecho explotaría.
Camila se volvió y la miró entrañando el momento de silencio, Lauren sentía como si la chica pudiera ver su alma, lo que era irónico ya que ella no podía ver nada.
-Camila. –Dijo bajo, su voz no era más alta que un susurro.
Camila suspiró, la voz suave y ronca hacía sus entrañas torcerse, aceleraba su corazón, un frío recorrió su espalda.
-Dime. –Dijo ella en el mismo tono, direccionándole su mirada, castigándose por su voz haber salido casi como un gemido.
Lauren suspiró. Cielos, la chica era hermosa. Sus labios rosados y acogedores. Lauren dudaba en si debía tocarla, pero lo hizo. Puso su mano en el rostro de ella, trazando una línea invisible desde su sien hasta su barbilla.
-Yo nunca...-Dijo con miedo. No quería asustar a Camila.- Me sentí así con nadie antes. Y esto me hace sentir increíble...y asustada.
Camila se ruborizó. Ella no sabía qué significaba esa confesión –tal vez lo sabía, pero su parte ingenua se negaba a entender-, Lauren sintió su rostro hervir sobre la palma de su mano. Camila suspiró como si absorbiera las palabras. Ella pensó en una respuesta viable. Llegó a la conclusión de que se sentía de la misma forma y le diría eso a Lauren, pero cuando abrió los ojos para entregarle las palabras fue interrumpida por el sonido a su alrededor. Alto y ruidoso. La luz repentina cegó a Lauren y la película comenzó
Lauren se separó de Camila como si hubiera despertado de un trance y las dos se mantuvieron en silencio por buena parte de la película. Pero Camila usó sus artimañas para hacer a Lauren salir de su cubículo pensativo pidiéndole que le narrara la película. Dios, la película era en serio horrible. Y Lauren logró arrancarle muchas risas a Camila cuando le narraba las escenas ásperas.
-Me siento tan bien de no haber visto eso. –Susurró Camila sonriendo.
Lauren entendió que la película era tan mala que Camila no le prestaría atención en caso de poder verla, pero la verdad, Camila quiso decir que vería todas las películas malas del mundo, si iba a ser la voz de Lauren la que se las narrara. Fue el mejor día que tuvo en mucho tiempo, y por primera vez desde que puso la idea del intercambio en su cabeza, ella estaba insegura de si realmente quería eso.
[...]
-¿No vas a hablar nunca más con nosotros? –Preguntó Sinu cautelosa.
Ellos estaban cenando. El sonar de los cubiertos fue interrumpido mientras Camila pensaba en una respuesta. Pasaron casi dos semanas desde lo ocurrido con su mamá. Camila en ese momento creyó que era puro exagero de su mamá, pero con el pasar del tiempo pensando en eso vio que hizo algo mal, solamente no quería admitirlo en voz alta.
-¿Kaki? –Dijo su papá con una voz suave.
Camila suspiró.
-Camila, tú sabías que debiste habernos avisado. –Se pronunció Sinu.
Camila suspiró nuevamente.
-¿Sabes que exageraste? –Preguntó ella, con el tono más presumido que planeó de hecho.
-Nos preocupamos por ti. –Respondió su padre.
-Papá, ustedes siempre están preocupados. Apuesto a que si hay un campamento en la escuela no me dejarían ir. –Ella sabía que no era el momento apropiado para pedir permiso para eso. Pero no costaba intentar.
-¿Cómo así? –Preguntó Sinu.
-¿Qué campamento? –Fue el turno de su papá preguntar.
-Pasa que hay un campamento...y hace mucho tiempo que tengo miedo de preguntarles si me autorizan ir, porque estoy segura de que van a reclamar.
-Es solamente de llamar a la escuela para saber sobre eso...
-¿Ves? –Interrumpió Camila a su mamá.- Aquí en casa todo es un gran drama.
-Hija, es un campamento. No podemos dejarte ir así, sin saber cómo va a ser. –Dijo Alejandro, intentando mantener la calma en la conversación.
-No es solamente el campamento. –Dijo Camila, su tono demostrando cansancio de la situación.- Es no poder quedarme sola en casa, es tener que avisarles cada paso que doy.
-¿Ya no habíamos quedado en que puedes quedarte sola en casa?
-Aun así, papá. ¿Ustedes tienen noción de la vergüenza que yo paso siendo tratada de esa forma?
Alejandro presionó los labios en una línea recta. Entendía a su hija, sabía lo difícil que era en esa edad tener a los padres controlando todo a su alrededor.
-Si ustedes llaman a la escuela todo el mundo va a enterarse.
-¿Y qué sugieres? –Preguntó su papá.
-Que me autoricen y listo.
Sinu rio. Una risa forzada y llena de sarcasmo.
-Disculpa, Camila. No puede ser así.
-Dios, parece que tengo cinco años.
-Disculpa. Pero si quieres ir, voy a llamar a la escuela. –Dijo Sinu con autoridad.
-Si no hay otra opción... -Dijo Camila en medio de quejas.
[...]
Camila estaba acostada en el regazo de Álvaro en el tiempo de receso. Él acariciaba su cabello y le contaba algunos chistes que Alex le había contado el día anterior.
-¿Y ustedes? ¿Comenzaron el trabajo? ¿Lauren preguntó algo de mí? –Preguntó Álvaro.
La última pregunta hizo reír a Camila. Aparentemente Lauren se confundía tanto como ella cuando estaban una cerca de la otra.
-No, ella no preguntó nada. Y ni comenzamos el trabajo. Fuimos al cine. –dijo Camila con una sonrisa boba en los labios.
Álvaro dejó de acariciar su cabello.
-¿Cómo así?
-Sí. Lauren quiso ir al cine, y entonces fuimos.
Álvaro se sintió incómodo, no sabía por qué, pero eso lo golpeó. Vaya, todo lo que él hacía los últimos días era venir bajonado por causa de las elecciones de Camila.
-Vamos, levántate Camila. Me duele la pierna. –Dijo él inventando una excusa para tener una distancia entre ellos.
-No puedo creer que hayan ido al cine sin mí.
-Pero All...nosotros nunca vamos al cine.
-¿Por qué no me llamaron?
-Disculpa Álvaro, no lo pensé en el momento. Y aparte estabas ocupado haciendo el trabajo en la biblioteca.
El chico suspiró profundamente. Él no sabía qué consumía su pecho como fuego. ¿Eran celos? ¿De quién? ¿Camila o Lauren?
Solamente sabía que desde que Lauren llegó él estaba confundido, Camila estaba confundida. Y ese parecía ser el efecto de la chica en todos los que tocaba.  

In Your Eyes - CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora