Cap. 12 |"Entrega de amor"|

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Cayó la noche, los invitados empezaron a retirarse, y como recién casados, James y yo teníamos la obligación de agradecerles su asistencia.
Los últimos en quedarse fueron mis padres, mis suegros, Tori, James y yo.
—me parece que la joven pareja esta muy cansada —dijo mi suegra.
—fue un día muy agobiado, pero nuestros hijos están unidos en matrimonio —dijo mi padre.
—aunque con algunos obstáculos en el camino —dije.
—pero todo esta hecho —prosiguió mi amado—. Si no les molesta, mi dulce y tierna esposa y yo tenemos planes para esta noche.
—cuidala bien muchacho. Si horas antes te dije que ella ya es tuya, ahora quiero que la respetes como un hombre de verdad —le dijo mi padre.
—su hija esta en muy buenas manos —respondió James.
Mi padre sonrió y abrazo a James con darle unas palmadas en la espalda.
—felicidades James. Y gracias—le dijo.
—gracias a usted, señor. Por confiarme a ________.
Enseguida mi madre le ofreció un abrazo afectuoso. Y enseguida los padres de James hicieron lo mismo conmigo.
—querida, aunque no te conozco bien, pero por la forma en la que James habla de ti, pareces ser la mujer que él tanto buscaba. Eso especial que tanto necesitaba lo vio reflejado en ti, y por eso, te pido que no cambies esa cualidad especial que posees. Bienvenida a la familia.
—gracias señor —y me abrazó.
—_________, te entregó a James para que lo ames y lo respetes —me dijo mi suegra—. Ya luego veremos si necesita más.
—gracias por su grata confianza —y me abrazó también.
Por ultimo fue turno de Tori quien nos dio el abrazo, primero a mi y después a mi esposo.
Finalmente se retiraron.
James y yo entramos a la residencia, y me condujo hacia otra habitación a la que no había tenido acceso las dos veces anteriores. Al momento de que James giró del picaporte y abría la puerta, sentía el inmenso peso de los nervios encima. Entregarme nuevamente a James, era una oportunidad que no tenia todos los días.
Entramos, y James aseguró la puerta. Al entrar pude ver contadas velas iluminar la habitación. Y la cama matrimonial decorada y escasamente bañada de pétalos de rosa.
Se acercó a mi de frente, viéndome directamente a los ojos. Su preciosa mirada color avellana inmundiciaba la mía. El brillo de sus labios me llenaba de apetito y sacia por necesitar besar de estos.
—el divorcio seria mi pase a la muerte —musitó.
—jamas te vayas de mi vida.
—solo si no me corres de ella.
Sonreí y lo besé.
—¿de que manera piensas empezar esta noche de bodas? —le pregunté.
—que te parece si empezamos por quitarte este bonito broche —llevo su mano hacia mi coleta, donde estaba puesto el broche, lo safo y lo dejó caer al piso madera.
—sigamos con tu saco —dije.
Llevando mis manos a los botones de su saco, los cuales empecé a desabotonar, James me tomó de la barbilla y fundió sus labios en los míos. Le quité el saco y lo aventé al suelo. Lo mismo hice con su bonito corbatín en forma de moño.
James me quitó la liga que sujetaba mi coleta, y enseguida llevó sus manos a mi espalda sobre la capa del vestido, y ofreció caricias en esta, haciéndome estremecer. Fue al borde de mi vestido, tomó el plástico del cierre y bajó de este, dejando escuchar con indiscreción como los dientes del cierre de metal se separaban. Con una mano sentí como tomaba el borde abierto izquierdo de mi vestido, y con la otra mano, rozaba sus dedos tibios en mi espalda desnuda.
No se me hizo justo en ese momento que James tuviera una parte desnuda de mi cuerpo para acariciar. Entonces desabroche de su camisa, dejando su marcado pecho desnudo, acaricie de este por un momento, y luego le quité la camisa. Acaricie sus hombros, y corté el beso por falta de aire. Pero no podían faltar los besos en su cuello. Fue entonces cuando James hizo fuerzas y me bajó el vestido, dejándolo caer en el piso, resbalando por mi cuerpo y dejándome en la tanga que traía puesta, y las minúsculas medias blancas que estaban sujetas al encaje de mi lencería. No traía sostén, causa por la que James me veía fascinado y loco al mismo tiempo.
—aun recuerdo la primera vez que lo hicimos —censó.
—desafortunadamente fue sexo solamente.
—claro que no, fue amor. Quizás no tuvo la consistencia del amor puro, pero si tuvo un deguste perfecto a este.
Me besó delicado y sus manos actuaron con rudeza, pues ambas apretaron de mis nalgas desnudas, me hizo gemir frente a sus labios.
—no me hagas sufrir —dije con la voz cortada.
—perdón. No era mi intención mi amor.
Volvió a besarme, y esta vez acaricio de mi culo con suavidad. Poniéndome la piel eriza.
Desabroche el cinturón de su pantalón, seguido del botón del pantalón, y a ambos los hice desaparecer por sus piernas. James se quitó los zapatos con los mismos pies. No traía calcetines. Y enseguida se libró de ser presa del pantalón.
—¿por que jamás te he visto un par de calcetines puestos? ¿eres alérgico? —se me ocurrió preguntarle. Aunque muy tonta me vi en ese momento por preguntarle algo tan absurdo en un momento lleno de pasión.
—me dan picazón. Y es una buena ventaja el no traerlos puestos en estos momentos —sonrió y me besó.
Quedando solo en bóxer, y yo en tanga, empezamos la batalla por quien ganaría en quitarle la prenda al otro. Y fui yo.
Lo besé con deguste saboreando con mi lengua la profunda boca de James, que aún tenia penetrado el poco sabor del vino añejo y su extracto alcohólico. Él respondió con succionar de mi lengua.
Al recibir su succión, que era lo único que necesitaba para extasiarme lo suficiente, baje poco a poco, recorriendo al mismo tiempo mis manos por su cuerpo tonificado, para llegar al bóxer rojo, el cual consideré inútil y bajé hasta sus rodillas. Su rico pene en erección pude ver y acaricie de este, desde el glande, hasta el último centímetro de este.
—joder —gruñó— aahh...
Una tentación peligrosa me llamaba a mamar de este. Pero necesitaba de la autorización de mi esposo.
—pruebame —gruñó.
—¿no te molesta? —pregunté enderezando mi cabeza para verle el rostro rojo y excitado.
—eres mi esposa, mi amor —me vio a los ojos—. Claro que no me molesta.
Con ambas manos tome su polla y la ingerí. James solo gruñía palabras malsonantes, pero que en ese momento me parecieron tiernas, pues daban significado a que disfrutaba mi deguste.
Con su mano forzó mi cabeza a su amigo, el cual pude probar mas allá de donde termina el glande.
Terminada mi acción, James me miró maravillado. Me lamí los labios y le dije:
—te debo el favor.
—si me dejas probarte, me doy por bien servido.
—adelante, mi rey.
Volvió a besarme, y me acomodó sobre la cama. Donde quitó los sujetadores de mis medias a mi tanga, y la deslizó por mis piernas. Sus roces escasos contra mi piel me provocaban escalofríos ricos.
Quitándome las medias, volvió a subir sus manos calientes por mis piernas desnudas, y llego el turno de la tanga para despedirse. Tiró de la cinta de encaje y las deslizó hasta los rodillas. Acaricio mi vientre, para llegar a mi sexo, en donde luego introdujo un dedo, para meterlo y sacarlo de mí frenéticamente.
—mierda... aahh... —gemi descarada, pero recargada.
James rió con triunfo y enseguida enterró su lengua en mi vagina. Me empecé a excitar y con una mano lo forcejee a entrar más en mi sexo. Alce la pelvis y James tomó mis nalgas, para apretarlas y fundir su carne bucal en lo profundo de mi coño.
Terminó y fue a mis labios. Tomó su pene y lo enterró en mi.
—oohh... —James interrumpió mi gemido con un beso que casi me asfixiaba.
Me arquee contra él, sintiendo su miembro sumergirse en mi. Tan bien, tan placentero se sintió en ese momento.
James me apretó los muslos y me brindó un calor exquisito y satisfactorio.
—________... oohh... —gimió excitado.
—por favor James, mas... —gemi.
James empezó a embestirme tan delicioso y frenético al mismo tiempo, que la cama podía rechinar y bailar. Esto ruidos, junto con nuestros jadeos y gemidos solo se escuchaban en la habitación.
Yo era una desesperada, pues no tarde en alcanzar el delicioso orgasmo, pero mi amado aún no llegaba.
—montame duro —jadeo.
—jamas he montado James.
—necesito el orgasmo —gimió—. Montame. Dame duro.
Me abrazó y giramos, quedando encima de él.
Me coloque a horcajadas sobre él, y al momento de que le vi el rostro, con los labios entreabiertos, el castaño cabello alborotado, con las mejillas tornadas de rojo y con los ojos cerrados pero detallados con unas enormes y hermosas pestañas, me pareció la criatura más hermosa que haya pisado la faz de la tierra. La octava maravilla del mundo (por mi hubiese sido la primera), un ángel en carne y hueso caído del cielo. Simplemente un hombre exquisito y perfecto.
Doble las piernas y empecé a brincar encima de él, mientras su pene resbalaba por mis paredes íntimas.
—mi amor, que rico...
—aahh... James... —apenas pude gemir.
Con mis manos presione su pecho, y me forcejeaba a la necesidad de tener a James más adentro de mi. Mis pechos comenzaron a rebotar con violencia, y mi cabello a bailar sin control, pero eso no me importó. Mi atención estaba puesta en las gesticulaciones de James. Que encajaban tan perfectamente con sus facciones.
Sus manos actuaron esta vez, y empezó a toquetearme, como si tratara de buscar una parte en específico de mi cuerpo. Tocó de mis brazos, mis hombros, y fue bajando por mi pecho, hasta llegar a mis senos, los cuales acaricio formando círculos perfectos alrededor de mis duros pezones. James tiró de estos con cuidado, pero con goce.
Como respuesta, pellizque de sus pezones, los cuales hice prisioneros con mis dedos y comencé a tirar de ellos con cuidado de no lastimarlo. James encajó ambas cejas y sonrió.
—me corro... —gimió.
Presionó mis nalgas y se corrió en mí.
—oohh... —respondí al sentir su abundante semen bañar mi sexo. Y bañar parte de mi entrepierna.
Cansado, se dejó colapsar en el clímax, y lo anunció con un gemido satisfecho. Aun sentada sobre el, James me colocó en su regazo. Estaba igual de cansada. Y respiré lo suficiente para regularmente.
James respiró un poco y se dejo tender sobre la cama.
—para la próxima, te esperaré —le dije—. Es más delicioso cuando lo alcanzamos a la vez.
James abrió sus ojos y me vio directamente a los míos, me sonrió enseguida y me besó.
—¿tu crees?
—si, mi rey.
James rió con el profundo de la garganta y acarició mi cabello y espalda.
—¿me consideras rey?
—si mi amor, y no solo eso, sino todo lo que necesito para ser feliz en esta vida.
—eres mi todo, preciosa. Me dolería tanto el que no me seas fiel.
—jamás va a pasar eso mi amor. Jamás —musite.
Me sonrió una última vez y me besó. Nos cubrió con el edredón de la cama, y bajé de él, lo abracé y me acomodé a su lado. Seguimos con los besos y las caricias un rato mas hasta quedarnos dormidos.

"Un Maslow muy comprometedor" [NAFDS#2] (con James Maslow)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora