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Faith Di Constanzo

Martes... odio los martes.

Una ráfaga de aire gélido me golpea en toda la cara y agradezco a mi subconsciente de haber optado por un moño desastrado para el día de hoy. Sin embargo, gruño cuando mi carpeta de apuntes cae al suelo y varios folios a sucio salen volando por todo el campus. Mierda, suerte con eso.

Han pasado dos días desde el interrogatorio en la cocina con Brave, y no he vuelto a verle mucho por el apartamento. Ni siquiera en el desayuno o después de cenar, que suele ser cuando aparece sin dar explicación alguna de dónde estaba. Durante estas semanas no le he comentado a Echo absolutamente nada sobre el tema de Brave porque tenía miedo de su reacción y porque no he tenido tiempo de hacerlo, sinceramente.

Por otro lado, nada más acabar las clases se ha dedicado a contarme como fue su fin de semana y el resultado de su gran fiesta en la casa. Sonrío cuando me relata detalladamente cada anécdota con gestos y entusiasmo, y me hace reír de vez en cuando. Pero no puedo dejar de pensar en Brave, estoy obsesionándome con esto. Ya ni siquiera puedo concentrarme para estudiar, o lo que es peor...¡no tengo ganas de estudiar!

Ese chico de veintiún años que parece ser un criminal con interminables tatuajes por todo su cuerpo y una sonrisa realmente encantadora se ha dedicado a formar parte de mis pensamientos la mayoría del tiempo.

Pasadas las cuatro de la tarde, Echo me acompaña a la lavandería que hay a unas calles de mi edificio y se sorprende cuando ve la cantidad de ropa sucia que hay en el cesto:

—¿Qué?, he estado muy ocupada esta semana —me justifico.

—Siempre pones la misma excusa, Di Constanzo —vacila poniendo un perfecto acento italiano en mi apellido.

Clavo la mirada en mi mejor amiga, y decido ignorarla. Pasamos el resto de la tarde en la lavandería, hablando y comiendo de una bolsa de patatas fritas mientras la ropa se está lavando y, de repente una señora sube el volumen de la televisión, atrayendo la atención de todos los presentes en la tienda:

''Se busca urgentemente a un joven de diecinueve o veinte años, aproximadamente de un metro ochenta y cinco de altura, pelo castaño oscuro con reflejos rubios y ojos color miel. Tiene varios tatuajes en los brazos, generalmente por todo el cuerpo. Le hacen llamar Brave, pero todavía no tenemos suficientes datos sobre su verdadero nombre. Por favor, si alguien tiene algún tipo de información relevante llamen inmediatamente a la policía. Se trata de un joven muy peligroso y agresivo.''

Oh, dios mío... 

Todos esos datos pertenecían a la fisonomía del chico al que estoy escondiendo en mi casa, y para colmo habían dicho su nombre. ¿En qué lío me he metido?

Debo averiguarlo.

—No sé que habrá hecho ese chico, pero debe ser algo grave para salir en la televisión —es lo único que dice Echo cuando salimos de la lavandería—. No me gustaría estar en su piel, ¿no crees? —. Me mira y su voz aporta un tono divertido, como burlándose de la situación, sin embargo yo estoy más asustada que nunca.

Camino rápidamente por toda la avenida con las palabras del periodista rondando por mi cabeza: ¿Brave era un asesino o algo así?

—Faith, ¿te encuentras bien?

Una parte de mí grita que debo contarle todo lo sucedido en estas semanas, pero otra, la parte fuerte en insistente, me suplica que mienta. Sé que es mi mejor amiga, que debería confiar en ella, pero no sé cómo puede reaccionar si le digo que el chico al que la policía está buscando está escondiéndose en mi apartamento. Conociendo a Echo, seguro que se pondría a dramatizarlo todo.

Black Roses ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora