· 8 - Café para dos

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Faith Di Constanzo

Una sonrisa sarcástica se forma en su rostro, y entonces alcanzo a mirarle confundida—. Vamos, sube.

¿Perdón? ¿De verdad piensa que voy a irme con él?

—No —reniego al instante en un débil susurro. No me puedo creer que me haya atrevido a contestarle.

Brave agacha la cabeza y sonríe, yo entrecierro los ojos—. No sé si me gustas más o menos cuando me replicas.

Me siento ilógicamente halagada. No entiendo ese cambio de actitud y mucho menos consigo entender con que fin ha soltado ese comentario por su tentadora boca, pero me siento halagada por el chico más atractivo y peligroso de Seattle, y es una sensación agridulce.

Sin quererlo, esta vez sonrío yo.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Una infinidad de preguntas se pasean por mi mente en este mismo momento. Una de ellas, es el hecho de no entender cómo ha conseguido la dirección de la Universidad a la que voy.

—Oh —murmura, haciéndose el interesante y camina en dirección a mí—, estoy tratando de impedir que vayas a ver a ese escritor que tanto te gusta —contesta, sin ningún tipo de emoción en su voz—. ¿Cómo era su nombre? —frunce el ceño y acaricia su barbilla con los dedos de su mano. No sé porque tengo la sensación de que esconde algo debajo de ese tono irónico, es como si estuviera sobre actuando o algo por el estilo.

—Lucas Salvatore —susurro sintiéndome humillada por como me habla.

—¡Eso! —pega un chasquido de dedos.

Asomo la cabeza por encima de su hombro parándome a observar el vehículo con el que ha venido hasta aquí. No puedo contener mi asombro y mi temor solo de recordar que me ha dicho que suba con él.

—Sube a la moto —repite después de unos segundos mirándome en silencio.

Pongo los ojos en blanco y doy un paso hacia delante. Lo miro desafiante y respondo: —No.

Brave aprieta su mandíbula, como conteniéndose del enfado que se le está subiendo por todo el cuerpo. Soy consciente de que estoy vacilando a un criminal y es probable que quiera estrangularme, pero por alguna extraña razón disfruto molestándole. Él no dice nada y entonces doy media vuelta y empiezo a caminar hacia la estación de autobuses. Por un momento llego a sentirme satisfecha cuando no escucho una respuesta por su parte, incluso llego a pensar que va a dejarme tranquila. Pero es demasiado pronto para cantar victoria.

Noto su brazo tirar de mí hacia atrás y hacerme girar hacia él. Me siento ligeramente atacada, y estoy empezando a enfadarme. Aunque cuando me giro y veo sus ojos más oscuros que de costumbre, debo admitir que estoy asustándome un poco.

—¡Maldita sea, Brave!

Creo que he gritado tanto que si no fuera porque a estas horas nadie suele transitar por las afueras del establecimiento me habría escuchado todo el mundo. Pero no me importa, no cuando un asesino está obligándome a subir en su moto, ¿y si quiere matarme?

—Faith, sube a la jodida moto —ruge él, y por momentos pienso que va a matarme con la mirada.

—No pienso subirme a esa cosa contigo —digo mirándole a los ojos. Creo que jamás había tenido tanto valor para hablar así a nadie hasta ahora.

—Joder, estás agotando mi paciencia —su tono es serio, y sigue aguantando mi brazo con firmeza—. Hazme caso y vente conmigo, me lo agradecerás con el tiempo.

Black Roses ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora