· 3 - He vuelto, cazafantasmas

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Faith Di Constanzo

—Muy buen artículo, Srta. Faith.

Una vez más, recibo un halago y una sonrisa por parte de mi profesor de Literatura. Me gusta tenerlo todo controlado y programado, y si las cosas no salen perfectas, suelo enfadarme demasiado. Así que es un alivio para mí haber sacado un sobresaliente en el trabajo teniendo en cuenta las dificultades que éste requería.

Como respuesta, le devuelvo la sonrisa y cojo la carpeta con mi trabajo dentro. Al parecer, aunque al principio yo no estuviera demasiado satisfecha con la entrevista que le hice al escritor Lucas Salvatore, el profesor pensó que merecía un nueve. Contenta, cojo mi bolso y salgo de esa clase:

—Joder, has estado como tres horas ahí dentro —y esta es Echo, mi única amiga en la universidad.

En realidad, solo han sido quince minutos. Pongo los ojos en blanco por lo exagerada e impaciente que es y ella se levanta del banco que hay a la derecha de la puerta. Se acomoda su bolso y me mira. Echo tiene el pelo bastante largo y fino, pero aún así es bonito. Es de color castaño claro con las puntas aclaradas y su tez morena, resaltando el color de sus ojos, que le hacen parecer un gato. Sus ojos son verdes felinos, y parece recién salida de una revista de muñecas. Aunque, siendo sincera, es todo lo contrario. Puede parecer una niña buena a primera vista por su rostro, pero es el demonio en persona. No es una persona con un carácter fácil, y resulta incómodo a la hora de salir con ella a cualquier parte. Pero es la única persona que me acepta tal y como soy aquí dentro.

—¿Y bien? —dice una vez caminamos hacia el estacionamiento de coches—, ¿qué nota te ha puesto?

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—¿Y bien? —dice una vez caminamos hacia el estacionamiento de coches—, ¿qué nota te ha puesto?

—Nueve —digo simplemente.

Ella abre los ojos como platos y dice: —Creo que jamás conseguiré esa nota en ninguna de mis asignaturas.

Echo se para en seco y yo imito sus pasos. Busca las llaves de su coche mientras yo observo los movimientos que hace.

—Vamos —empiezo por decir—, solo tienes que esforzarte.

—No soy como tú, Faith —me mira—. No podría pasarme una semana entera estudiando sin parar, ¿cuando fue la última vez que saliste de tu apartamento para algo que no sea ir a la lavandería o hacer la compra?

Arqueo una ceja sintiéndome ofendida por lo directa y sincera que es mientras las dos entramos en su coche.

—Lo que tú digas.

El camino a casa se me hace bastante corto, teniendo en cuenta que nos pasamos todo el trayecto cantando canciones de The Neighbourhood. En cuánto llegamos a mi edificio me despido de Echo con un beso en la mejilla y cierro la puerta del copiloto. Observo cómo se aleja con su Grand Rover por la oscura carretera y suspiro al girarme sobre mis talones, cruzar mis brazos y prestar atención al edificio dónde vivo.

Suspiro. Cada vez que recuerdo la situación de ayer siento que el corazón se me va a salir en cualquier momento. Aquel chico era un criminal, o al menos eso me hizo entender. ¿Por qué huía de dos hombres?, ¿por qué querían matarle?

Black Roses ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora