Brave
Como de costumbre, tenía que ocurrir. Alguien tenía que interrumpir el sueño que tanto me cuesta conciliar por culpa del insomnio. Bueno, y ahora por culpa de la vibración de mi móvil.
Aún estando aturdido, alcanzo con el brazo el teléfono móvil apoyado en la mesita de noche y me lo coloco en la oreja sin moverme de la cama y con los ojos entrecerrados. Descuelgo por inercia sin ni siquiera mirar quién me está llamando a estas horas.
—¿Cuánto tiempo crees que puedes aguantar así?
Entonces, abro los ojos como platos y de repente todo el sueño que me invadía por el cuerpo desaparece. Ahora solo siento frío y estoy nervioso. Esa voz...
—Brave, respóndeme. Ya he localizado tu nuevo número de teléfono, ¿de verdad crees que no iba a encontrarte?
Su estricta voz hace que no paren de entrarme escalofríos desagradables por la nuca. Me siento incómodo y cada vez que abro la boca para decir algo, parece imposible que pueda salir algún sonido de ella.
—¿Qué quieres? —me obligo a decir en el tono más cortante que puedo.
—No quiero nada, pero te estás buscando problemas. No puedes abandonarnos así.
—¿Abandonaros? —no puedo evitar echarme a reír.
Me levanto de la cama, estoy empezando a inquietarme.
—Sí, abandonarnos —contesta muy seguro de sí mismo. Casi puedo notar sus ojos clavándome la mirada y asintiendo de esa forma tan fría que solo sabe hacer él: —¿Es que de verdad crees que alguna vez vas a poder escapar de mí? ¿De esto?
—No tengo por qué trabajar para ti. No tengo por qué hacer esas cosas horribles que haces tú —le acuso con rabia.
Entonces, Lucas se echa a reír fuertemente. Frunzo el ceño confundido, ¿cómo puede estar tan tranquilo?
—Te equivocas, yo jamás me ensucio las manos.
—Claro, jamás te las manchas de sangre desde que aparecí yo.
Ahora solo escucho su fuerte respiración al otro lado de la línea.
—Escúchame bien...todo esto que yo he construido a lo largo de mi vida, también pertenece a la tuya. Por mucho que lo intentes nunca vas a poder empezar de cero. Siempre voy a encontrarte, tienes todas las de perder.
—Cállate —escupo y sin ser consciente, me tiro fuertemente del pelo. Empiezo a andar de un extremo a otro por la habitación.
—Brave, podría meterte en la cárcel ahora mismo y jamás podrías presentar pruebas en mi contra.
—Que te calles.
Sin embargo, él continúa: —Así que vuelve, obedéceme y todo irá como siempre.
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Black Roses ©
Ficción GeneralNo le temo al infierno... nací jugando con fuego, vivo jugando con fuego y moriré jugando con fuego. No siento absolutamente nada, no siento compasión por nadie y mucho menos por mí. He hecho cosas horribles, tantas, que ya ni siquiera me arrepiento...