Brave
Tres días desde que Lucas Salvatore intentó engatusar a Faith. Tres días en los que he tenido que esconderme en su apartamento, saliendo únicamente a hacer la compra porque si salía a la guarida o hacia algún sitio más lejos de aquí, probablemente acabarían rodeándome cuatro hombres vestidos de negro y apuntándome con una pistola. Tres días en los que he tenido que evitar a Faith a toda costa, porque cada dos por tres aprovechaba para intentar sacarme algo. ¿Es que no entiende que si abro la boca la meteré en problemas?
Debería hacer las maletas y pirarme de aquí, incluso quizás de la ciudad. Estos tres días también se ha presentado Dante un par de veces con la excusa de hacerle visitas a su prima, pero los dos sabemos que viene a vigilarme. No le conviene que salga del país, y en cuanto se presente la ocasión, sé que se sentará en una mesa conmigo a preguntarme por qué elegí hacer todo esto. O quizás me apunte con la pistola en la sien y acabe con esta mierda de una vez por todas, pero sabe que así sería ponérmelo demasiado fácil. Él sabe perfectamente que estoy poniendo en peligro a Faith, pero tampoco quiere que me marche de aquí.
Me giro sobre el colchón cautelosamente y miro el póster de Tupac que hay puesto en la pared lisa de color blanco roto. Estoy perdido, lo único en calma que encuentro desde que escapé es este sitio.
Y Faith, demonios...¿quién en su sano juicio dejaría que un asesino se escondiera en su apartamento?
Sí, solo ella.
Me llevo una mano a la cara frustrado y suspiro pesadamente mientras vuelvo a ponerme boca arriba en el colchón. En la mesita de noche está el cenicero con un porro encendido desde hace diez minutos y el cuál aún ni he tocado. Ni siquiera tengo ganas de drogarme...
Y justo cuando decido prender el porro la puerta de la habitación se abre lentamente causando un sonido irritante para mis oídos:
—¿Brave? —levanto la vista hacia ella—, ¿te apetece ver una película?
Deja su espalda totalmente pegada a la puerta que estaba chirriando y me mira con esa expresión de inocencia que tiene. Me causa demasiada ternura y atracción, es demasiado angelical.
Pero, en su lugar, cuando la miro intento ocultar como las comisuras de mis labios se curvan ligeramente hacia arriba. Me aclaro la garganta y trato de no intensificar la expresión de mi rostro:
—¿Una película? —me río burlón.
Su expresión de inocencia cambia rápidamente a una de confusa, y se encoge de hombros.
—Sí, no sé. Era por si querías hacer algo entretenido, has estado prácticamente varios días sin salir de aquí dentro...
—Ya estoy entretenido, gracias —contesto en un tono cortante pero sé que es demasiado forzado.
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Black Roses ©
Ficción GeneralNo le temo al infierno... nací jugando con fuego, vivo jugando con fuego y moriré jugando con fuego. No siento absolutamente nada, no siento compasión por nadie y mucho menos por mí. He hecho cosas horribles, tantas, que ya ni siquiera me arrepiento...