Capituló 9

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Capituló 9:

Es Domingo por la mañana. Perla se encuentra en su habitación haciendo su tareas pendientes. En realidad adelantaba, quería mantener su mente distraída y no pensar en Garnet. Desde su pelea en el baño, no ha sabido nada de ella. Pensó que tal ves le mandaría algún mensaje. Llego a pensar que la llamaría. Pero nada de eso ocurrió. Esta en su cama, la cual está llena de hojas blancas, libretas y lápices. Entre sus dedos mueve muy desesperadamente de arriba hacia bajo su lapicero. Esta nerviosa desde la ultima ves que la vio. Por más que intento no la puede sacar de la mente. Cansada se deja caer de espaldas a la cama. Observa el techo pintado de color blanco, y algunas telarañas con polvo que se debería quitar algún día. Suspira. Solo quería olvidar todo lo ocurrido, pero le era imposible. Garnet. Su mente repetía aquel nombre una y otra ves. Toma su celular que se encuentra en su mesita de noche. Lo desbloquea. Nada. No hay llamada, tampoco mensajes. La última ves que la vio, al discutir, creyó que Garnet le pediría perdón. Al explicar su punto vista y lo muy injusta que había sido le pareció que ella se había arrepentido. Pensó que la llamaría.
Cierra la ojos. Su mente vaga, esculca en su recuerdos. Se encuentra recordando la primera ves que la vio. Ese día fue nombrada por ella, pues su trabajo había sido el mejor, esa ves su profesora se puso nerviosa al verla por primera ves. Recordó también el día que se quedaron a solas en aquel aula. Fue el día que la beso por primera ves. Una risita se le escapó al recordar la mano traviesa de su profesora tocar uno de sus glúteos. Y su más reciente cita en aquel bosque. Nunca se imagino que un viejo camión fuera el lugar más perfecto para tener una cita. Sus ojos revoloteaban bajo sus párpados. Su respiración se agitaba al igual que su ritmo cardiaco. En su cabeza está recordando su encuentro un poco íntimo en aquel lugar. Los grueso y suaves labios masajeando los suyos. Aún podía sentir las cálidas manos de Garnet recorrer su cuerpo. El fresco líquido que recorría su cuello, clavícula y mentón que dejaba a su paso la morena. Podía sentir el calor en su cuerpo crecer más y más. El hormigueo de sus delgados dedos al tocar su piel morena expuesta.
Aún en la cama, Perla se retorcía. Su respiración estaba tan agitada que respiraba algunas veces por la boca. Su ritmo cardiaco estaba alto y su piel se encontraba caliente. Sin querer sus manos recorren su propio cuerpo, tocando tímidamente sus pecho y su plano ombligo. Se imaginaba la manos de Garnet en todo momento. Muy lento e insegura desabrocha su short de mesclia, su mano desaparece entre sus prendas. Pensaba que Garnet la observaba con sus preciosos ojos, observado cada gesto de ella.

La puerta de su habitación fue literalmente azotada. Perla salto por la sorpresa. En la habitación justo a la entrada de la puerta, se encontraba Peridot. Su rostro era un gran ejemplo de sorpresa pero no del bueno. Rápidamente saca la mano que se encontraba entre su prenda.

— ¿Qué rayos haces enferma?— dijo la rubia entrado a la habitación. Antes de cerrar la puerta echo un vistazo para asegurarse de que nadie la escucho.

—¿Idiota, tus padres no te enseñaron a tocar o que ?—susurros muy fuerte era un susurro gritado. Su rostro estaba tan sonrojado por la vergüenza de ser atrapada con las manos en la maza, literalmente.

La carcajada de Peridot no se hizo esperar, pues lleno con su chillosa risa el lugar. Tomo asiento en la cama. Saco una libreta pequeña. Perla pensaba en lo muy obsesionada que está su amiga con aquella libreta. Peridot saca un lapicero que siempre trae arriba de la oreja. Aún sin borrar su sonrisa burlona.

— Creí que Dewey se encargaba de complacerte.—

Los ojos de Perla se abren como platos. Que asquerosa. jamás a tenido ningún tipo de rose, menos había experimentado el sexo.

— ¿Por qué lo dices?— sonríe. Perla trataría de incomodarla un poco como ella lo hizo hace unos segundos.— ¿Amatista no te cumple?— le ve de arriba hacia abajo, tratando de ponerla incomoda.— por tu aspecto Peri, creo que tu recurres más a este tipo de atenciones.— dice sonriendo.

¿Para el amor no hay edad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora