Capítulo 25

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Los salones solo contaban con siete o menos alumnos. Las clases de extraudinario había dado comienzo desde hace unos días. En el salón de lógica, se encontraba Perla muy concentrada en la maestra, la cual explica los principios básicos de la lógica.

Los movimientos elegantes de la profesora eran insaciable para su vista. Perla se mordía el labio inferior sin ser consiente de ello, su atención estaba en todo ella, excepto en el tema que explica, su voz era embriagante, como una melodía angelical, imposible de no escuchar. Para Perla, era perfecta, todo ella, desde la punta de sus pies hasta la punta del cabello.


Alado de la chica delgada estaba Dewey, el también había reprobado la materia, de nuevo de echo. Su atención estaba en Perla, con disimulo la observaba. No era necesario ser un experto para ver cómo su compañera se comía con los ojos a la maestra. Observa como los perfectos dientes mordía ligeramente el labio, los ojos perdidos en la figura de la docente, y los pequeños suspiros.


–Los examenes se presentarán a las 4:30 de la tarde, ni un minuto más y ningún minuto menos. –aviso la profesora O'Neal, una vez dicho los retiró.


Perla, paso a lado de Garnet, y con toda la intención del mundo, rozo sus manos, apretando los delegados dedos, entrelazando por unos segundos. Esto sorprendió a la morena, pero recordó. Su mente viajo a unos meses atrás cuando vacacionó en Míchigan, su confianza aún no era al cien, pero su cuerpo necesitaba de su alumna, recordó, la misma acción, pero con la diferencia de que ella fue la que tomo iniciativa.

Sonríe, y ve sobre su hombro como Perla se va del salón. Obvio, los ojos curiosos de cierto chico no paso desapercibido.


La biblioteca de la universidad se encuentra en completo silencio, los alumnos se mataban estudiando. Si era necesario, leían dos libros de diferentes temas.  En una de las mesas Perla leía el libro de su tema, un jugo de naranja y galletas integrales eran su compañía. Pero un chico conocido se acercó y tomo asiento junto a ella. Perla giró su vista y vio a Dewey.


–Dewey...– pronunció.


–¿Te molesta que este contigo?– pregunto.


–No, solo... Creí que, no querrías hablar conmigo de nuevo.–


Dewey río, pero fue callado por la bibliotecaria, junto con una cara de pocos amigos. Perla ríe bajito cubriéndose la boca con sus delgada mano.


–Bueno, al principio lo pensé...– habla el chico –Pero no ganó nada. Además, el echo que te gusten M-mujeres no es una enfermedad ¿no?– ríe nervioso.


Perla agradece que no se comporte indiferente. Es dulce de su parte, perder a alguien como el sería un desperdicio, el era un buen chico, y ruega que conozca a una chica que lo ame de verdad. Ella asintió la cabeza. Y se ponen a estudiar.


Las horas Pasarón dando las 7:00 de la noche. Solo había unas pocas personas en la lugar. Proto Dewey se estira las extremidades surgiendo unos truenos en los huesos.

¿Para el amor no hay edad?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora