Capítulo IV - Breaktime

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Las horas pasaban lentas, la noche estaba cálida y yo me sentía intranquila, daba vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño, pensaba en todo aquello que me había sucedido en mi vida hasta ahora, de pequeña que me las he sabido arreglar sola. Desde la ausencia de mis padres en mi vida que todo se volvió muy claro; tenía que empezar a vivir por mí misma. Aprendí desde muy pequeña a que todo tiene un valor, y que hay que esforzarse para conseguir lo que uno quiere, no bajar los brazos por muy fuerte que sea la tormenta, al final siempre sale el sol, y que la familia es siempre lo primero, sólo con ellos puedes contar, en este caso mis abuelos, que siempre me han apoyado en todo lo que vivido.



Tenía 5 años de vida, cuando perdí a mis padres en un accidente automovilístico, los recuerdos aun persisten claros en mi mente de ese día, y aunque ya el sentimiento de pérdida, el vacío en el pecho, y un profundo miedo a lo desconocido se han ido con el paso del tiempo. Aún me pregunto cómo hubiera sido mi vida si ellos estuvieran aquí conmigo, todo habría sido tan distinto, quizás no sería la misma persona que soy ahora. Cómo sea... ya basta de lamentaciones, soy de aquellas personas que prefieren pensar que todo en éste mundo tiene una razón de ser, que la vida sigue. El presente es un regalo que no muchos sabemos apreciar, porque sólo nos concentramos en cómo cambiar lo malo del pasado, o estar expectante de lo que nos depara el mañana, cuando lo que verdaderamente importa es el ahora; estamos vivos, respiramos y cada segundo en la vida hay que disfrutarlo como si fuera el último, esa es mi idea de la vida, y aunque sea una contradicción en la situación en que me encuentro; ya que ahora no puedo ni dormir pensando en mi pasado, logro en este preciso instante darme cuenta que soy afortunada, a pesar de todo, soy una persona afortunada y agradecida.



Miro la ventana que me queda muy cerca de mi cama admirando todo lo que me rodea; las estrellas ésta noche están más brillantes que nunca, el cielo se está tornando cada vez más claro con el paso de las horas, una brisa fresca se cuela por la ventana recorriendo mis piernas, poco a poco puedo concentrarme en el ritmo de mi respiración, la vista se me torna pesada, cierro los ojos y me quedo profundamente dormida.



Al día siguiente me despierto muy temprano, me siento cansada y con sueño, no dormí casi nada y hoy me toca bastante trabajo que hacer en la agencia. Me levanto rápidamente de la cama, casi como un brinco, y me dirijo al baño a tomarme una ducha para poder despertar mejor, me visto, me seco el pelo, me arreglo un poco tomo desayuno, me despido y me voy.



El metro de Santiago tiene fama mundial por ser uno de los más limpios, pero al bajar las escaleras de la estación junto a muchos como yo para tomar el metro, me topo con un hedor muy típico; una mezcla entre alcantarillado y el hálito mañanero de muchas personas, pero en fin es algo que no se puede evitar. Al subirme ya al vagón noto que he quedado con la chaqueta atrapada entre las puertas, un hecho casi tragi cómico de lo atochado que estaba el vagón. Por fin ya en la parada de Baquedano hay bastante recambio de pasajeros y tengo la oportunidad de acomodarme mejor. Escucho por los parlantes del vagón que el chofer anuncia la llegada a la estación Manquehue, he llegado a mi destino. -Por fin!. -Me digo a misma aliviada y me bajo del vagón rumbo a mi trabajo.



Todos más o menos a las diez de la mañana se dan un tiempo en el trabajo para salir a tomarse un café y fumarse algún cigarrillo, yo no soy de las personas que fuman, pero sí tenía mucha hambre ya que mi desayuno fue bastante escuálido.



Mientras revisaba los avances en mis labores de hoy sentada en el escritorio, percibí a mi jefa haciendo resonar sus tacos hasta mi lugar.



-Valentina. -dijo llamándome. -Sí Ana María? -Volteé hasta donde estaba parada atrás mío, y muy sonriente me contestó; -Vamos a por un café allá abajo, yo invito - me dijo guiñándome un ojo mientras se cruzaba la cartera en un tono muy agradable.



-¡Vamos! -dije yo entusiasmada. Ya tenía más confianza con Ana María, nuestra relación empleada/ jefa se estaba volviendo más cercana, ella era una persona muy amable y generosa por lo demás. Fuimos con una chica más que era la encargada de la logística y la gestión con los clientes en la agencia.



Cuando ya salíamos del edificio rumbo a la cafetería que se encontraba cruzando la calle, miré hacia una de las mesas y me llené de nervios, sentí que por un momento el corazón se me paraba al saber de quien se trataba; era Mateo que estaba sentado allí junto a un grupo de compañeros de trabajo en plena terraza de la misma cafetería en donde nos tomaríamos nuestro café, -pero qué pequeño es el mundo, pensé -y encima somos vecinos.
Traté de disimular mirando hacia otro lado y sentándome prontamente en una de las sillas, pero fue inevitable que ellos miraran hacía nosotras, miré de reojo y noté que me observaba fijamente desde la otra mesa, era evidente que ya me había reconocido, y como no, si hasta cenamos juntos el otro día en mi casa.
Mi jefa me preguntó si algo me pasaba, viendo mi cara de incomodidad al llegar al lugar, pero antes de contestarle cualquier cosa, Mateo se había parado de su mesa y se acercó a la nuestra para saludarme, me llené de valor y sólo esperé que él llegara hasta donde yo estaba.



-Hola Valentina! Qué tal, no sabía que trabajabas acá también. -Me dijo tan sonriente como siempre.



-Hola Mateo, sí trabajo en el edificio de en frente. Te presento a Ana María mi jefa, y Gabriela una colega del trabajo.



-Hola que tal. -Saludó marco con apretones de manos para ambas, mientras ellas lo miraban muy coquetas y felices respondiendo a su saludo.



Pasaron algunos minutos y ya mi jefa pedía la cuenta a la camarera que nos atendió, yo pagué la propina cuando Ana María y Gabriela se levantaron de la mesa marchándose de vuelta para la agencia.



-Valentina, nos vamos, no tardes ¿vale? -me dijo guiñándome de nuevo un ojo y mirándome con cara de complicidad.



-Vale - le dije y me reí de manera nerviosa, mientras tanto Mateo me miraba expectante.



Al ver que ya se habían ido mis acompañantes y Mateo se había despedido de los de él a la distancia, continuamos con nuestra charla, ya de manera más íntima. Me enteré en ese entonces que él trabajaba a dos calles más allá, que es arquitecto y que hace dos meses más o menos que frecuentaba ese café por las mañanas con sus compañeros.



-Valentina... -Me dijo entonces seriamente

-¿Sí? Mateo. -Respondí.



-¿Te gustaría ir a tomar algo después del trabajo? -Me preguntó muy interesado.



Me quedé en silencio por unos segundos pensando en que era lo que tenía que hacer después del trabajo, pero al recordar que no tenía nada que hacer salvo llegar a mi casa le dije que sí.



-Perfecto, te espero afuera del edificio en donde trabajas.



-Ok, salgo a las seis y media.



-Muy bien, ahí estaré



Sin decir más, ambos nos despedimos con un beso en la mejilla, y yo me fui directo al edificio.


Al subir en el ascensor aún me sentía muy nerviosa, aquel beso de despedida me recorrió el cuerpo como un rayo y se quedó en mi estómago. La ansiedad y la alegría me embargaban, respiré hondo y pensé. -Para que le doy tanta importancia?, ¿qué tiene que un hombre me invite a salir?, sólo es un simple conocido, que tonta...aunque, igual me miraba de forma extraña, como si le gustara... Hay no! Me estoy pasando películas, ¡ya basta!... ¡Deja de pensar esas cosas boba!, si está interesado en salir conmigo será sólo como amigos, no tengo por qué creer otras cosas.



La Vida sigueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora