Capítulo IX - El Fénix

8 2 0
                                    


-Lo siento Valentina, no pudimos hacer nada, él ya venía muy grave, traía consigo heridas gravísimas, al llegar acá no pudimos parar la hemorragia, él ya estaba mayor y su corazón tampoco resistió mucho, hicimos lo que pudimos pero su muerte fue inevitable, en cuanto a tu abuela, aún sigue muy mal, tuvo un accidente cerebro vascular hemorrágico a causa de un golpe muy fuerte en la cabeza, perdió masa cerebral, y si llegase a vivir permanecería invalidada, inmóvil. Ahora llevaremos a tu abuela a cirugía para drenarle un poco la sangre y tratar de reparar el daño, pero no te puedo asegurar nada... -Fue lo que me dijo el doctor, al preguntarle por mis abuelos.



Mateo seguía sosteniéndome mientras yo me sumía en un profundo llanto incontenible, el dolor al saber que también podría perder a mi abuela me estaba matando, pero si lo mejor para ella era descansar, no podía hacer más que aceptarlo, estoy segura que dónde sea que mi abuelo se encuentre la debe estar esperando.



En el hospital había bastante gente esperando a ser atendida, aun así había donde sentarse, aguardamos la llegada del doctor toda la noche sin recibir alguna otra noticia, Mateo me tapó con la manta que había sacado de mi casa, y me ofreció un café para pasar mejor la noche, pero tenía hecho un lío el estómago, y no quería ingerir nada por el momento.



La noche se hizo casi eterna, las horas pasaban largas, la ansiedad y el desespero crecían, me sentía deshecha, agotada de tanto llorar, ya no me quedaban más lágrimas que derramar, mis ojos estaban secos, los sentía pesados y arenosos, los párpados los tenía hinchados, me di mil vueltas en la noche por los pasillos, sentía frío y tenía las piernas dormidas, fui al baño, me mojé la cara y al volver, vi al doctor hablando con Mateo, corrí a prisa sólo quería saber noticias de mi abuela, no importa ya si son buenas o malas, porque en realidad para mí todas son malas.



-Hola...Doctor, que ha pasado... -Le pregunté con desespero, pero al ver la cara del doctor, no eran buenas noticias.



- Hicimos lo que pudimos... lo lamento...



-Tranquila Valentina, era lo mejor... -Me dijo Mateo tratando de calmarme, pero yo ya estaba calmada, me sentía más conforme, no quería ver a mi Abuela postrada por siempre sufriendo en una cama de hospital, seguramente seguiría viva, pero no estaría con nosotros, nunca volvería a ser lo que fue.



-No te preocupes Mateo, sigo muy mal, pero como dices tú, es lo mejor... ahora sólo quiero descansar, dormir... olvidar por un tiempo todo esto que me tiene deshecha, vámonos por favor. Él solo asintió y al cabo de un rato, nos marchamos, ya dentro del auto, caí rendida, sólo recuerdo que llegamos a mi casa, y él me cargó en brazos hasta mi habitación.



Desperté con un sobresalto y una angustia terrible, quería llorar, pero sólo podía lamentarme con sollozos cansados, mi cabeza estaba abombada y me palpitaba fuerte, bajé hacia la cocina y me tomé un cocktail de pastillas de diferentes tipos y tamaños; una para el dolor de cabeza, otra para calmarme y una para pensar mejor.

-Ya estás despierta -Me dijo Mateo acercándose a la cocina



-Sí, y extrañamente siento que no descansé -Le contesté somnolienta aun.



-Pero, ¿te sientes mejor? -Me preguntó preocupado.



-No sé si mejor, pero más conforme, después de todo ellos ya están descansando. Trato de pensar que están mucho mejor que yo, y con eso me calmo un poco más, siempre es mejor mirar el vaso medio lleno.



-Qué bueno que pienses así, me sorprende que seas tan madura... -Su mirada era cálida y amable, siempre tiene la capacidad de decir muchas cosas con sus ojos, y a pesar de todo mi dolor, el sólo hecho de que me acompañe me hace sentir mucho mejor, es increíble cómo se ha preocupado desde que todo esto ocurrió, aún no he tenido oportunidad en agradecer todo lo que ha hecho por mí.

La Vida sigueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora