Capítulo XI - Solsticio de Invierno

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<<El aroma a otras tierras lo inunda todo, el viento corre rápido y fresco, se desliza por mis mejillas, doy unos cuantos pasos y me encuentro errática en medio de los árboles, la tierra, y el viento. Una gota recorre mi nariz, una gota desde el cielo, junto con muchas otras que bañan el suelo.

Respiro hondo, mis pulmones se llenan, mi alma se llena, hoy me siento viva y lista para volver a empezar, desplego mis alas, miro hacia el cielo e impulso mi vuelo, el viento se desliza conmigo vamos fugaces en una danza mortal, la lluvia me golpea con fuerza, la tierra, el viento, la lluvia, el mundo y yo somos uno… Estoy lista.>>

Han pasado exactamente tres meses desde mi luto, pero las cosas poco a poco empiezan a retomar su curso natural, he vuelto a mi trabajo y no tengo ninguna novedad sobre eso, y en casa la soledad y yo empezamos a acostumbrarnos, después de todo mi propia compañía es la única que me entiende. Ha Mateo lo veo a menudo, pero aún no me encuentro preparada para alcanzar un nivel superior en cuanto a relaciones amorosas, a pesar que ya estoy lista para algunas cosas, y que he reanudado otras, mi corazón tarda más en sanar que cualquier otra cosa, pero él lo entiende, y sin decir nada acepta las condiciones de lo que llamamos “lo nuestro”, que no tiene un nombre en específico, solo somos los dos y nada más.

Hoy después del trabajo pasé por su casa, y allí estaba él tan guapo como siempre, con su uniforme del trabajo, nos saludamos en un cálido abrazo, sus ojos tan vibrantes y su aroma tan característico a él confieso que me hacía falta. Nos fuimos para su cuarto y nos recostamos un momento en su cama, necesitaba sentir su calor para avivar mi ser, necesitaba besar sus labios tan dulces, y mirar sus hermosos ojos que hacen que me sienta en otro plano.

-Sabes que estoy sintiendo algo que me está dejando a veces sin dormir, quiero que estés siempre conmigo… -Me dijo mientras acariciaba mis mejillas con sus manos.

-También siento lo mismo -Le contesté conmovida, mis ojos se inundaron de lágrimas y mi corazón latía violento.

-Creo que me estoy enamorando de ti… Valentina, creo que ya te amo y te necesito más, cada vez más… -Sus ojos trasmitían una emoción inmensa, y yo solo moría por gritarle que lo amaba desde siempre, y estaba más que aceptado en mí.

-Dímelo por favor!, dime entonces que amas, porque yo ya lo tengo claro… Te amo Mateo, lo deseo tanto, quiero escucharlo -Le dije inmersa en la emoción y el sentimiento que compartimos.


-Te amo mi amor! – Me dijo mientras me tomaba por el cuello para sellar esa frase con un beso, un beso que dio pasó otros más.

Esas sábanas, esas paredes, ese cuarto fueron testigos ese día de nuestro amor, ese amor que con cada rose, con cada caricia con cada toque que nos dábamos nos expresábamos todo, en una entrega mutua hicimos el amor por primera  vez, y lo hice sintiéndome total y completamente suya, me entregué por primera vez con el alma, no eran nuestros cuerpos los que se amaban solamente, eran todos nuestros seres.
-No te vayas por favor, duerme conmigo esta noche -Me dijo mientras se recostaba nuevamente a mi lado después de haber terminado de hacer el amor.

-No me iré, no después de esto… -Le contesté con una gran sonrisa. -Además mañana es sábado y mis planes son contigo – Repuse sonriendo.

-Entonces ven a acá amor -Dijo con la mirada radiante y una amplia sonrisa que le iluminaba su rostro mientras me cogía en sus brazos y me elevaba encima de él.

Estuvimos toda esa tarde y después noche juntos, entre carisias y besos cansados se hizo de madrugada, me sentía exhausta pero feliz, habíamos hecho el amor muchas veces más, y fue entonces cuando comenzaba a amanecer que nos pudimos quedar profundamente dormidos en un sueño pesado que duró hasta las doce del mediodía.

-Amor, despierta… Ya es medio día -Sentí como hacía esfuerzos por despertarme de la forma más suave y tierna posible, besándome el cuello y parte del hombro despacio, ya había despertado pero me hice la dormida para siguiera haciendo lo mismo.

-Un… un ratito más por favor, recuerda que anoche pasamos de largo -Le dije somnolienta y con los ojos cerrados aun.

-Pero tengo hambre, y muero por unas tostadas francesas -Repuso casi suplicante.

-Está bien ya voy… -Contesté, y sin darme cuenta volví a caer en los brazos de Morfeo.

No me di cuenta cuanto dormí, pero al despertar exhalé y lo primero que sentí fue  una deliciosa aroma a café recién preparado, Mateo no estaba al lado mío, seguramente se encontraba preparando el desayuno. Al imaginarme que quizás que delicia estaría haciendo, me levanté de un brinco y me fui a la cocina vistiéndome con la misma sábana.

-No pude resistirme al aroma de lo que sea que estés haciendo –le dije mientras me acercaba a la cocina para ojear como pudiera su preparación.

-No puedes ver aún, es una sorpresa, quería asombrarte con un desayuno en la cama, pero ya te levantaste, y por cierto te ves hermosa vestida con esa sábana. –me dijo mirándome de manera provocadora.

-Me puse lo primero que tuve a mano – le dije con una risita nerviosa. – ¿Te ayudo a servir?- le pregunté.

-Mejor ven acá, ya tengo todo listó –me dijo entusiasmado.

Eché un vistazo al comedor, estaba todo puesto en una bandeja, era sólo sacar las cosas de ahí y ponerlas en la mesa, así que sin más que hacer me acerqué hacia él.

-¿Sabías que me encantan los hombres que saben cocinar? –le dije mientras me acercaba para abrazarlo.

-¿Así?, ¿y qué más te gusta en un hombre? –Me preguntó interesado, -Te preguntó, para saber si tengo todas esas cualidades, y si no… pues me las invento –Añadió sonriendo al tiempo en que me acariciaba la mejilla con una mano, mientras que con la otra me sostenía de la cintura adosándome a su cuerpo.

-No te preocupes, tú tienes todo lo que espero de un hombre y más, superas mis expectativas –le dije refregando mis labios en su oído suavemente.

-Y tú sí que sabes cómo volverme loco, lo que haces esta vez no te lo perdono. Y en un impulso frenético, me tomó arrimándome a la isla de su cocina, me abrió las piernas, se bajó los pantalones y me envistió con todo, sentí como se adentraba en mí con un poco de dolor, pero con mucho placer. Fue algo corto pero intenso, luego de eso nos dimos una ducha compartida y tomamos el desayuno que él preparó, que a pesar de que estaba un tanto helado, igualmente apetitoso.

Ya era de noche, los faroles de la ciudad iluminaban sutilmente la calle, íbamos tomados de la mano, caminando rumbo a una función de teatro que nos esperaba, “Carmen”, una reconocida opera que estaba presentándose hace casi un mes en el teatro municipal de la ciudad. Mateo se había vestido acorde a la ocasión; ambo de color gris oscuro y una camisa clara con tenues listas azules, yo en cambio iba de vestido negro y con un cárdigan cámel comprado recientemente.

Al llegar al lugar quedé asombrada, el interior del teatro era exquisitamente decorado con cortinajes de terciopelo rojo, el cielo y las paredes tenían adornos magníficos en motivos dorados, pero en el centro de aquel enorme techo en que se exhibía una hermosa y gigantesca pintura, colgaba céntrica una lámpara llena de cristales era enorme y preciosa. Nos sentamos en dos butacas muy cerca del escenario y desde allí apreciamos la opera junto con Mateo, que también compartía el mismo gusto que el mío por la música clásica, las óperas y el ballet. En el transcurso de la obra, miré en variadas ocasiones la expresión de Mateo; su rostro era de total maravillación, y el mío también, pues por primera vez que asistía a éste tipo de obras, siempre las había visto por la televisión, pero verlas y escucharlas en vivo era sin duda una experiencia inigualable.

Al terminar, salimos hacia afuera del teatro, cogí su mano y él me preguntó; -¿Vamos a cenar ahora?, me gustaría llevarte a ese Restaurant de comida peruana que dejamos pendiente nuestra visita…

-Sería una buena idea –dije animosa.

Al cabo de unos minutos ya estábamos tomando un taxi rumbo a aquel lugar. Cuando llegamos, elegimos una mesa y tomamos asiento, el lugar era muy moderno y elegante, llegó el garzón y preguntó; -Bienvenidos, ¿les traigo la carta?

-Si por favor –contestó Mateo.

Al tener la carta en mi poder, la revisé una y mil veces pero no conocía ningún plato de los que habían en el menú, todos decían que la comida peruana era una de las más exquisitas del mundo, además de variada y sabrosa, pero lo dejé a la suerte y probé el “sudado de pescado, mientras que Mateo ordenó un clásico “ají de gallina”. Ambos platos estaban exquisitos, también el famoso pisco sour peruano que bebimos como aperitivo.

-Me gustaría hacerte una pregunta, Valentina… -Me dijo Mateo mientras saboreábamos ya el postre; suspiro limeño.

-Dime Amor… -Le contesté mirándolo interesada.

Se puso serio y tardó un poco volver a hablar; -Me gustaría saber si… si quieres ser mi novia… - alzó una tímida sonrisa y luego prosiguió  –Sé que estamos juntos, y que somos algo, pero ese algo no es suficiente para mí, ¿Sabes?, quiero tener la satisfacción de decirle a la gente cuando me pregunten, que eres mi novia.

En ese momento me hallé sin palabras para decirle, estaba asombrada y a la vez tan fascinada por lo que estaba oyendo, que sólo le dije que sí.

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