Capítulo cuatro

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Anna se acurrucó en su asiento dispuesta a dormir, sin embargo no podía dejar de pensar en las palabras de Takeshi. Por lo visto sentía más desagrado por los extranjeros que lo que ella había creído.

Pensó que también ella se sentiría así si los extranjeros llegaban a su país y depreciaban a sus anfitriones, si en lugar de reconocer su estatus de forasteros se comportaran con tanta superioridad y desprecio hacia la gente que los albergaba. Sin dudas también se sentiría agraviada. Y dolida.

Sin embargo, ella no era así, estaba dispuesta a conocer el país y su gente sin prejuicio alguno.

Si existía alguna barrera, su abuela la había roto años atrás y le había legado a ella esa libertad para ver a Japón sin dejarse influenciar por opiniones ajenas.

En aquel fluir de pensamientos se preguntó si su abuela y Akira podrían haber sido felices juntos o si los prejuicios y la discriminación habría perjudicado su amor. Sin embargo recordó las palabras que su abuela había escrito en el diario "sin ti me volví una exiliada, aún estando entre mi gente".

Pensó que con el amor que se tenían habrían sido felices habrían creado un lugar propio para los dos.

Con aquel pensamiento se quedó dormida.

A la mañana siguiente, descubrió que hacer planes era la receta ideal para el desastre

El tren se averió y obligaron a descender a todos los pasajeros en medio de la nada.

Era un completo caos, había gritos, gente quejándose y otros grupos que se marchaban caminando .Algunos pasajeros se sentaban en el campo, a orillas de las vías. Por lo que había alcanzado a entender, no era una reparación rápida, tendrían que pedir ayuda y demorarían en llegar.

No sabía qué hacer, así que sólo se aferró con fuerza a su equipaje, esperando.

Takeshi Izumi divisó a cierta distancia a la joven inglesa, parecía una niña perdida, con sus grandes ojos azules abiertos de par en par y con el bolso apretado contra el cuerpo.

Era una locura, una completa locura, y aún así, avanzó hacia ella.

-Gaijin...- la llamó y ella se giró a verlo.

Anna se había prometido cumplir su promesa y aunque había cruzado por su mente ir a buscarlo, lo había evitado. Aún así ahí estaba, llamándola con aquel molesto apelativo. A pesar de eso, nunca antes se había sentido tan aliviada.

-Takeshi...- respondió casi inconscientemente llamándolo por su nombre y olvidando que a él no le agradaba.

-Vamos, esto va a demorar mucho, lo mejor será caminar hasta llegar a un lugar donde descansar. Será mucho más rápido que esperar- dijo él y comenzó a caminar.

-¿En serio? ¿Puedo ir con usted?

-En serio. Bajo su propio riesgo, muchacha inconsciente – le dijo en un tono que sonaba casi a broma, aunque su mirada trasmitía mucha seriedad.

Anna pestañeó un par de veces, era una joven mujer viajando sola, y el mayor peligro que enfrentaba eran los hombres. Ya lo había comprobado con el libidinoso del traductor. Pero sabía que este hombre japonés no era así, no podía explicarlo pero sentía que estaría a salvo con él.

Definitivamente, bajo su propio riesgo, iba a seguirlo.

-Voy – dijo y se apuró para llegar a su lado.

- ¿Necesita ayuda con eso? – preguntó él mirando hacia su bolso.

-No , gracias. No es pesado, no cargo muchas cosas.- dijo ella notando que también él llevaba un equipaje liviano.

Pétalos de cerezoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora