Capítulo cinco

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Quince minutos después regresó, tenía la respiración agitada, la ropa desordenada y traía el bolso en la mano.

Se lo entregó , ella lo abrió y revisó hasta asegurarse que la urna estaba allí.

-¡Gracias al cielo!- exclamó aliviada.

-Muy bien mujer, ahora mismo va a explicarme quién es y a qué vino a Japón- demandó y la chica comprendió que también para él era una completa desconocida de la que apenas sabía el nombre.

Recogieron sus cosas y se sentaron en un banco apartado de piedra, faltaba más de una hora para que su tren partiera.

-Muchas gracias . Parece ser que me la paso agradeciéndole y usted rescatándome.

-Mala costumbre. Ahora cuénteme, quiero saber por qué carga una urna con las cenizas de su abuela.- le exigió y Anna empezó a contarle la historia. Le habló del testamento, de su abuela Claire y de Akira. Le contó de su familia y de aquel lejano día de su infancia en que había presenciado llorar a su abuela.

Él la escuchó en silencio, observando atentamente como su mirada azul reflejaba cientos de emociones diferentes a medida que iba desovillando su relato.

-Esa es la historia...- finalizó ella y lo miró para detectar su reacción.

- Creo que no debió venir.- dijo él.

- Mi abuela...

-Era una insensata y usted lo heredó.

-Acaba de correr a un hombre para recuperarlo y por el estado en que vino , no debió ser algo fácil. Y ahora dice esto. No lo entiendo.

- Muchas veces tampoco yo me entiendo.

-¿Entonces por qué me ayudó? Dice que soy insensata, me llama Gaijin cada vez que puede, critica mis modales...

-¿Por qué la ayudé, Gaijin? – preguntó en voz alta y recordó la primera vez que la vio. Había escuchado trozos de la charla en inglés y no le había importado, luego cuando la discusión había subido de tono había centrado su atención en la pareja. Iba a seguir de largo, pero las palabras de la joven le dieron curiosidad. Por lo visto él era un traductor que había sobrepasado sus límites y lo estaba despidiendo, ella sonaba enfadada y muy digna. La miró, y algo sucedió cuando sus miradas se cruzaron. Luego la vio ayudar a una anciana. Y después fue lo suficientemente valiente para acercarse a él y humilde para pedir ayuda.

Y a pesar de ser descarada para contestar o entrometerse, era , a la vez, respetuosa y rezumaba inocencia. No había podido dejarla librada a su suerte.

-¿Por qué? – insistió Anna.

-Porque es honorable, gentil y tiene valor- dijo y ella se sintió emocionada ante aquella descripción- pero eso no quita que sea insensata. Respeto y admiro su amor por su abuela, y su deseo de honrar su última voluntad. Aún así creo que esta cruzada suya puede ser peligrosa y que no lo vale.

-¿Si el amor no lo vale, entonces qué? – preguntó ella desafiante.

-Ella eligió irse, Gaijin. No entiendo que quisiera regresar de esta forma.

-No creo que lo entienda. Aún así, gracias por la ayuda, una vez más.- dijo desilusionada. Había esperado que él comprendiera, que se conmoviera con aquella historia como se conmovía ella.

Pétalos de cerezoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora