Capítulo ocho

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Sus charlas volvieron a ser superficiales, Anna evitaba mirarlo a los ojos y él estaba extremadamente tenso y formal.

Su tiempo juntos parecía haber quedado muy lejos.

Poco antes de llegar al destino, Takeshi la miró con intensidad.

-Ven conmigo a la Villa Izumi- le pidió desconcertándola.

-¿De qué hablas? Sabes que no podemos...

-Ven como una invitada, aún te queda un largo trecho hasta llegar a la casa de Akira Tanaka. Descansa en mi casa y luego nuestro chofer pude llevarte hasta allí.

-Es una locura...

-Lo sé, pero no puedo dejarte ir sola, no aún...- dijo él.

Era totalmente imprudente, como jugar con fuego, y estaba segura de que saldría quemada, aún así aceptó. No sólo porque significaba pasar más tiempo cerca de él sino porque sentía mucha curiosidad por conocer la casa de Takeshi.Así, cuando estuvieran lejos, podría visualizarlo claramente allí.

Y quería también que él la recordara en su casa, respirando en el mismo lugar donde él viviría.

Una vez que descendieron del tren, él buscó un transporte que pudiera llevarlos hasta su hogar que estaba a una hora de distancia.

Anna estaba ansiosa y durante un buen trecho del viaje se retorció las manos intentando calmar sus nervios.

Apenas si tenía valor para ir a aquella casa como una visita, era inimaginable que pudiera ser capaz de ir a reclamar el amor de Takeshi.

Admiró el valor de la joven Hikari Izumi que había dejado familia y estatus, hasta su propio honor atrás para ir junto al hombre que amaba.

Al llegar, observó pasmada el lugar. Ciertamente era una villa más que una casa y se notaba su riqueza y poder.

Estaba la casa principal y varias dependencias secundarias, muchas personas andaban de un lugar a otro ocupadas en las tareas cotidianas, y apenas si alcanzaba a vislumbrar la extensión de jardines y parques.

-La Casa Izumi...- dijo ella con respeto reverencial y fue entonces cuando los sirvientes notaron la llegada de su joven señor y salieron a recibirlo.

Takeshi los saludó con seriedad, les entregó su equipaje y el de ella y dio breves instrucciones.

Anna se sintió más extranjera que nunca.

Él llamó a una de las mujeres y le pidió que la acompañara.

-Ve con ella, y descansa un poco. Yo iré a hablar con mi abuelo.- expresó parcamente, aunque no lo dijera, ella sabía que su presencia allí traería problemas. De hecho la mirada de los sirvientes había bastado para recordarle quien era y lo poco bienvenidos que eran los ingleses en aquella casa.

Poco más tarde, desde la habitación que le habían asignado, alcanzó a oír la airada discusión de los dos hombres. Y pasó un tiempo más hasta que Takeshi apareciera.

-¿Qué sucedió?

-No te preocupes, Gaijin, puedes quedarte.

-Los gritos...

- No digo que fuera fácil, pero su orgullo no le permitiría faltar a la cortesía y echar a un invitado a la calle.

-¿Qué le dijiste sobre mí? – preguntó recelosa.

-Que te había conocido durante el accidente del tren y que mi caballerosidad había provocado que te auxiliara, mucho más cuando supe cuál era tu objetivo.

Pétalos de cerezoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora