Capítulo seis

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Al despertar, el primer pensamiento de Anna era que aquel día era el último en esa ciudad, la mañana posterior tomarían un tren que los llevaría a cada uno por caminos separados. Ella llevaría a su abuela a su destino final y Takeshi Izumi volvería a su hogar y sus responsabilidades. Suspiró desalentada.

Después de asearse y vestirse, tomó el diario de su abuela y releyó algunos párrafos. Fue casi un golpe físico descubrir cuán reflejada se sentía ahora con aquellas palabras.

"Cuando cierro los ojos, puedo estar allí, los recuerdos me envuelven. Vuelve el olor de las flores, del aire, vuelvo a caminar por esas calles, vuelvo a verte a ti".

Anna sintió un estremecimiento porque sintió que cuando regresara, una parte de ella se quedaría en Japón para siempre. Se llevaría los recuerdos, pero también dejaría algo detrás.

Y también sintió miedo, ya que Takeshi Izumi fue lo primero que apareció en su mente, y miedo porque tendría que dejarlo atrás.

Era sólo alguien que se había cruzado en su camino, no podía dejar que tuviera una mayor trascendencia, aunque en su interior sabía que ya era tarde.

Le provocó cierto alivio descubrir que él no estaba cuando fue a desayunar, le había dejado una nota diciendo que saldría a hacer unos trámites y que regresaría al mediodía.

Agradeció tener un tiempo más para sí misma, y para procesar los sentimientos confusos que se arremolinaban en su interior.

Al alojamiento llegaron un par de ingleses a hospedarse unos días, eran ingenieros que trabajaban en los ferrocarriles, y al saber que había una joven inglesa en el lugar, se acercaron a Anna. Encontrar un compatriota cuando se estaba tan lejos del propio país era todo un evento, así que los jóvenes se pusieron a charlar y hablar de sus experiencias.

También Anna estaba entusiasmada, sobre todo porque podía escuchar sus historias e impresiones sobre aquel país que tanto la sorprendía.

Uno de los muchachos era del mismo lugar que ella, así que si bien no se conocían, sí habían escuchado hablar de sus respectivas familias.

-No creo que me expulsen de la familia porque he venido por trabajo, pero mi madre me manda cartas horriblemente extensas dándome consejos y donde dice lo mucho que llorar y reza por mí que vivo en esta tierra pagana y salvaje – dijo uno de los muchachos y eso la hizo reír.

Fue en ese momento cuando Takeshi regresó.

Fue bastante hosco cuando le presentó a los ingleses, parecía casi enojado.

Ella lo invitó a unirse a ellos para el almuerzo pero el joven japonés dijo que ya había comido fuera, así que declinó la invitación. Alegó estar cansado y se retiró a su habitación.

En la tarde cuando volvieron a verse, era el hombre parco que había conocido al principio, respondía con monosílabos y cuando ella le propuso salir a dar un paseo, respondió que lo del día anterior había sido suficiente.

La joven se sintió herida y rechazada, pero no pensaba hacer ninguna clase de reclamo. Hubiera querido aprovechar juntos aquel día, pero ya que no era posible aceptó la invitación de uno de los jóvenes ingleses a visitar uno de los templos locales.

El paseo fue ameno y pudieron compartir las impresiones de dos extranjeros. En el templo los dos se sintieron atraídos por la arquitectura y los rituales religiosos, el joven hablaba algo básico de japonés, así que incluso pudieron comprar unos talismanes que vendían allí.

Sin embargo, Anna no disfrutaba plenamente, añoraba la presencia de Takeshi. De ser él quien la acompañara hubiera sido muy diferente y lo hubiera acosado con preguntas Seguramente, él habría respondido con sus extensas explicaciones casi eruditas.

Pétalos de cerezoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora