Epílogo

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Con cuidado ,él me desprende de cada una de las capas de mi vestido de boda, poco a poco la seda se arremolina a mis pies...hasta que quedo envuelta en una prenda tan delicada como el ala de una mariposa, entonces con tan sólo esa mínima prenda interponiéndose ,yo me dedico a desvestirlo a él con la misma reverencia.

Finalmente quedamos piel contra piel, sólo vestidos con nuestra desnudez...ambos cuerpos pálidos ,aunque la palidez es diferente,la mía es la palidez del occidente,de rosas y días brumosos en la campiña, la de él es la de oriente, una palidez de mil soles y cerezos, de papel de arroz y de grullas.

Nuestras pieles son de diferentes tonos pero tienen la misma calidez y anhelo.

Sus manos vagan por mi cuerpo, sus fuertes manos que saben esgrimir una katana, sus sabias manos que toman pinceles para dibujar magistralmente una caligrafía que aun no sé descifrar , sus manos largas y delicadas que van despertando el deseo con la paciencia silenciosa de su raza.

De aquella raza a la que él eligió pertenecer ,dejando de estar dividido.

Nuestro lecho nupcial está armado en el suelo, tal como la primera vez que nos amamos bajo los cerezos en flor. Allí me ha depositado con exquisita suavidad para luego abrazarme de la misma manera, es un lugar cómodo aunque sólo puedo ser consciente de él y de nada más. Sólo puedo respirar su aroma y nada más ,mirarlo a él y nada más.

Yo también lo acaricio lentamente, para asegurarme que esta vez no es un sueño, para tener la certeza de que no voy a despertar de golpe en un país lejano sumida en la más completa soledad.

Mis dedos recorren los caminos de su espalda, quiero grabar en mi tacto para siempre cada uno de sus músculos flexibles y firmes, sus hermosas líneas, la armonía de su cuerpo masculino y abrumador. Quiero poder sentir su calor en mis dedos aun cuando las tareas cotidianas nos aparten, aun cuando la mañana llegue, quiero poder dibujar en el aire el cuerpo que amo y que me ama. Quiero dejar mis huellas en él, de la misma forma en que él las deja en mí.

Es el único que me conoce, el único que me conocerá y mi cuerpo que reconoce esa verdad absoluta se abre a él para recibirlo. Lo acepto dentro mío, le doy la bienvenida porque quiero ser su hogar y nos enlazamos en un ritmo propio, un ritmo que descubrimos hace mucho y que se mantuvo oculto y latente esperando nuestro reencuentro.

Así nos damos el uno al otro, así nos tomamos el uno al otro, así nos recibimos, nos reconocemos y nos amamos con la pasión y reverencia que nos marca el corazón.

Me besa la frente, me besa los párpados, me besa la boca con suavidad, como si quisiera recordarme que su posesión es un acto pleno de amor y no un mero intercambio físico, y yo lo sé .Por eso acaricio su rostro eclipsado por el deseo, acaricio el cabello que cae sobre su frente húmeda , lo acarició con mi mirada y en el interior de mis entrañas donde él se une a mí.Y entonces ambos nos perdemos en el placer ,nos perdemos sin miedo alguno, porque sabemos que vamos a encontramos aun cuando el deseo se desvanezca en el sueño.

Hemos recorrido largas distancias para este momento, así que el olvido causado por el placer no es nada.

Tiempo después, cuando recuperamos nuestras respiraciones y nuestras palabras yacemos uno en brazos del otro en una quietud reconfortante y cuando él se queda dormido, apoyo mi cabeza en su corazón mientras él aún me mantiene abrazada a sí.

Entonces , en ese estado de feliz satisfacción , en la silenciosa noche, percibo un delicado aroma que va más allá del de nuestros cuerpos. Sólo entonces descubro que nuestro lecho y el suelo están llenos de sutiles pétalos de "sakura".

Sonrío por aquel romántico detalle que he percibido tardíamente y beso el lugar donde late el corazón del hombre que amo.

Cierro los ojos mientras dos certezas me cobijan.

Él me ha dado un hijo esta noche.

Ya no soy una extranjera, mi esposo, quien duerme junto a mí, es mi única patria.

Pétalos de cerezoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora