Narra Guido
El día estaba horrible, afuera llovía y la temperatura era baja, ideal para los ñoquis que Porota estaba cocinando en casa.
Con la nariz roja por el frío, encapuchado y con gorrita, con el cierre de la campera subido hasta el cuello y las manos en los bolsillos; entré.
-Vengo a ver a mi hermano, Patricio Sardelli.
-Pasa, pibe- un hombre cuarentón, con uniforme, me llevó hasta la sala en la que tenían detenido a Pato.-Dale boludo, sacame de acá por favor- me suplicaba Patricio, sentado frente a mí. La pequeña habitación no tenía ventanas, y había un olor espantoso a humedad.
-Ya sé lo que tengo que hacer, pero los muchachos me piden mucha guita- hice una mueca, la situación era muy complicada-. Voy a ver si consigo un buen laburo y junto algo...
-¡No!- me interrumpió- No te metas en quilombos por una boludez que me mandé. Guido, no voy a dejar que sigas haciendo las cosas mal. Buscate un laburo, uno de verdad. No termines como yo. Seguí estudiando, aprovecha la oportunidad que te dieron. Dale, hermano. Por mi y por la abuela- dichas palabras habían tocado fondo. Sabía que cuando volviese a casa iba a reflexionar sobre ellas. Algo de razón tenía, pero las cosas no son fáciles y menos con Patricio preso- ¿Cómo anda Blasa?
-No te preocupes por ella, que yo la cuido. Anda media triste, pero La Rosa la acompaña siempre, vos sabés que Lucho fue en cana hace un mes. Ahora estaba cocinando.
-Uh, que ganas de poder almorzar con ustedes. Acá me cago de hambre- se quejó- . Decile que me perdone, que la extraño y la quiero mucho. Cuidala Guido, en serio te lo digo, sobre todo por sus problemas de salu'.
-Se acabó el tiempo- avisó un policía. Me despedí de mi hermano y de los de la comiseria, y salí directo para mi casa.
La charla con Pato me pegó en lo más profundo del alma. Algo no se podía negar: la abuela no andaba bien. Si caminaba mucho se agitaba, a veces andaba mareada y tosía mucho.
La plata faltaba, y mucho. ¿De qué podía trabajar yo, un pendejo de 16 hoy en día?
De nada. O nada que pudiera pagar los impuestos, la luz, el gas, la comida y si quería, ropa.
El estrés me consumía. Últimamente no dormía bien, y dado que faltaba plata para comprar, comía poco. Las porciones se redujeron bastante.
Ahí entendí algo importante. Mi abuela estuvo bien cuando dejó que se llevaran a Gastón. Hoy, con todo este mambo, lo entendí. Fue por su bien, para que no le pasen estas cosas.
Me senté en el cordón de la vereda, y lloré. Lloré por mí hermano, por mí abuela, por mí otro hermano, y por esta vida de mierda.
Cuando era chiquito solía llorar muy seguido. Veía nenes con juguetes hermosos y caros, y yo no tenía mucho o todos los había roto Pato y por eso los heredaba. Lloraba de caprichoso. "¿Por qué ese nene tiene ese juguete y yo no tengo uno así? Quiero uno", vivía tironeando de la pollera de mi abuela, pidiendo. En algún momento mi hermano vino a hablar conmigo y a explicarme lo mal que estaba haciendo eso.
"A la abu la lastimas así. Ella quiere comprarte todo lo que le pedís, pero no puede, y le duele."
No pedí más nada, y supe valorar más lo poco que me daban.
Ahora todo es más complicado, ¿qué tengo que hacer?
Seguí mi camino. En una de las cuadras, una señora con una cartera grande, se cruzó para no pasar adelante mío.Llegar a casa fue de lo más aliviante. Me estaban esperando con un plato humeante de ñoquis con salsa sobre la mesa.
Ayudé a poner los platos, serví un poco de agua a cada uno, y los tres nos sentamos.
-¿Cómo estaba tu hermano?
-Bien- mentí. No quería preocupar a ambas señoras-, hacía mucho frío pero después, tranqui.
-¿Le tocaron buenos policías? Viste que hay algunos violentos...- la cara de mi abuela se transformó al escuchar el comentario. Sabíamos por otros pibes del barrio, que cuando los agarraban a veces los golpeaban. ¿Le habían hecho eso a Pato?
-No me dijo nada.
-Comé que debes tener hambre, charlatán.El resto del lunes fue tranquilo. La Rosa se quedó con nosotros, trajo comida y una campera para que use.
-Mañana la pode' estrenar, digo, ¿va'a ir a la escuela, no?
-No, no quiero- la voz de Patricio resonaba en mi cabeza. Pero me daba vergüenza ir y que se burlen de mí. Seguro Macarena lo había contado.
-No te pregunté- me corrigió mi abuela-, así que anda a acostarte que mañana te levantas tempranito y te me vas a la escuela.- abrí la boca para quejarme, pero ella habló antes- ¡Sin peros!
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Sonidos Criminales
RandomUna chica normal que el dinero la condenó, Un excelente plan, nada nos puede pasar hoy, no hoy. En la noche entraremos en su habitación, la anestesia sedará su joven corazón, y de lejos, escondidos, pronto llamarán, atrapados sin opción. Entre...