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Todo parecía haber mejorado en las últimas dos semanas. Pato estaba nuevamente en la calle, así que yo volví a tener tiempo para estudiar. Tenía que levantar literatura y matemática si pensaba no llevarme ninguna este año. La verdad es que no soy mal alumno, pero tengo otras prioridades...
Con respecto a mi "laburito", el tren no había vuelto a descarrilar. Tenía 56 días para atar cabos y que comience la acción. Me habían dado esa cantidad de días luego de que informé que los padres de Macarena pronto volverían a Buenos Aires, ya estaban conscientes y con menos daño. En el colegio las novedades corrían, y aumentaban los mitos sobre la nueva imagen de los Berrocal: que sí la vieja había perdido la nariz, que estuvieron perdidos unos días, que el padre ahora era ciego. Toda clase de estupideces crecían en la imaginación de un grupo de gente pobre pero de la cabeza. Poco a poco fui recaudando información sobre dónde sería la estadía.

Cada tanto el sueño de vivir esa adrenalina, y la alegría de la plata de la recompensa me envolvía, me excitaba, solo para hacerme enojar cuando, al abrir los ojos, me encontraba la heladera vacía y a mi abuela almorzando un poco de pan con culpa.
No puedo mentir. Me gusta. Me gusta sentir el poder de sostener un arma, de tener a alguien sumiso. Me gusta como corre la adrenalina en mis venas cuando se que me pueden agarrar, cuando se que lo que estoy haciendo es prohibido, es ilegal, es peligroso.
Sé que lo que pasó con Pato debería haberme asustado, pero siento que no tengo nada que perder. Creía que era mi abuela, el halo de esperanza que me mantenía. Pero me doy cuenta. No soy gil, y se que come con culpa. Sabe de dónde viene la plata que usamos para comprar el morfi.
Le hago más mal que bien. Estoy entregado, pero necesito un poco de satisfacción.

Solo, por la noche, busqué entre mis medias y encontré algo que había guardado una tiempo atrás. Necesitaba relajarme, no sentir el cuerpo. Cargo todos los días una mochila gigante, llena de ladrillos y muertos que no me deja caminar. Y poco a poco, no me deja respirar.
Si lo del secuestro no sale, yo no voy a salir con las manos vacías.

Sonidos CriminalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora