Se dice que cuando conoces a la persona "correcta"no se necesita un siglo para sentir amor por ella, pueden ser segundos, minutos o tan solo una mirada que te emane y te libere de todos tus demonios.
A mí me pasó con élla , la conocí en una simple borrachera de esas que no sabes porque llegaste, pero estás ahí.
Y así empezó, las salidas entre semana, las llamas por teléfono, las charlas que te transportan a otro mundo, la música que te conlleva a hacer el amor, a la locura.
Después comenzaron los días amargos, ya no eran salidas entre semana, ya solo era un día de su fin de semana, una noche de su viernes, una mañana de su sábado. Ya eran puras charlas con rutina, un hola más que nada por costumbre y una mirada que ya cansaba, así nos fuimos haciendo nosotros, desconocidos con ganas de quedarnos pero ya no de amarnos. La situación se tornó algo enfermiza, pues quizá ya no era amor por lo que yo la buscaba, quizá era ego o miedo al estar solo.
Después, ahí lo volví a ver, alegre como el primer día en que la conocí, y así lo miraba a el como el primer día en que me conoció, con lujuria, con amor.
Y ahí estaba yo, deshecho por las promesas jamás cumplidas, por las palabras que un día fueron honestas, por el amor que en un par de segundo se murió.