-Capítulo 9-

32 3 2
                                    

Aún pensativa, cogí la guadaña y, con mis pies rozando con el suelo salí de esa cueva oscura y fría. ¿Que podría haber sido esa sombra? ¿Me habrá salvado de algo?

Yo continué hacia la colina de la montaña, se veía que aún se estaban peleando mientras yo estaba en la cueva. Me tropecé con una rama que estaba tirada, y me caí en un acantilado en el cual no parecía tener final. Desgastándome las lágrimas y los gritos de temor, no paraba de caer en el profundo hoyo hacia el infierno. Estaba perdida. De repente, la mancha de harina apareció casi al suelo, me intentó coger pero no pudo, yo sólo noté un breve aroma de harina en mi piel y un aire suave como las brisas del verano. Me estampé contra el suelo lleno de rocas, notando que cada una de ellas se me iba clavando en mi cuerpo ya roto gracias a ellas. Caí casi inconsciente entre las rocas, pero aún podía oír y mi vista era borrosa. Al cabo de un rato, se oyó la misma voz de la cueva pero lo único era que ahora hablaba bien:

-¿Estás bien? ¿Quieres que te ayude?

Yo no pude contestar y caí inconsciente ante aquella voz. Al cabo de unos meses, me desperté en una especie de hospital lo que parecía que era un poco antiguo. No me podía levantar, así que observé a mí alrededor desde una especie de camilla, y todo me parecía tan familiar... De repente me recordé de porqué me sonaba tanto ese lugar, volví en aquel manicomio en el cual me habían encerrado aquellos monstruos. Me intenté escapar pero me ataron a la camilla con unas cadenas de hierro. Esta vez no me podía escapar de ningún modo.

El Aberno De ThanfordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora