Por si algún día fuera a desaparecer

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«De vez en cuando está bien arder», se dijo el humano mientras se tomaba dos pastillas de música

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De vez en cuando está bien arder», se dijo el humano mientras se tomaba dos pastillas de música. El efecto le decepcionó: no fue mucho más fuerte de lo normal, aunque al menos le ayudó a recordar esa chispita eléctrica. Al instante se arrepintió, se mordió las uñas y entró en pánico. «No... No más pastillas lunes hasta el». Cerró y abrió el cajón rápida y furiosamente, como si aquello fuera el comando para reestablecer las cosas perdidas.

Un selenita mucamo abrió la puerta gritando que era hora de ir al trabajo. El humano entonces se tomó una pastilla de desayuno y otra de resistencia (1 día). El selenita lo enlomó para cargarlo hasta afuera. Una vez en la calle, lanzó un silbido, como un violín roto, y al instante un vehículo diminuto, conducido por otro selenita, aparcó en frente de ellos. Empujaron al humano hacia dentro y el selenita conductor se puso en marcha.

Como todos los días, la carretera estaba infestada de vehículos. Todos con los mismos rasgos: diminutos y de un color azul claro que pretendía hacer recordar a los humanos lo que era un cielo de verdad. A ambos lados de la autopista central se desperezaba una gigantesca ciudad avioletada. Al cabo de una media hora, llegaron al lugar donde trabajaba el humano: un edificio abombado de hormigón, no muy distinto a los demás. El selenita conductor empujó al humano hasta la puerta automática, y desde ahí, por inercia, el humano caminó hasta su puesto.

«Número 243, número 243» repetía una voz metálica en su cabeza. «Número 243» se dijo el acongojado humano. «Número 243» y se sentó. Empezó a teclear. «Presionar dos veces B, luego ENTER, luego R2, A2, ENTER. Después: S1, S2, N1, N2, y finalizar con ENTER. Repetir hasta las cuatro de la tarde. Comida de dos a tres. Para ser transportado a esa hora, pulsar M2. En caso de caca o pipi, pulsar T0 para proveer pastillas de limpieza».

A la hora debida, un selenita acompañó al humano al comedor. Los individuos eran puestos en jaulas y a través de un tubo por los barrotes les llegaba el engrudo vital. De dos y media a tres menos cuarto se repartía la pastilla de agua, que suplía la necesidad de líquidos por un día. En verano daban una pastilla un 30% más potente.

Llegaban las cuatro. El teclado del humano era desactivado, pero él seguía presionando automáticamente hasta que el selenita conductor venía a llevárselo a casa. La misma media hora. Los mismos coches azules. El mismo cielo sin color. El selenita mucamo esperaba en el mismo punto del suelo frente a la puerta de la casa. Otra vez la pastilla de cena. El humano volvió a decirse para sí: «De vez en cuando está bien arder», y se tomó tres pastillas de cena. El selenita mucamo ni intentó detenerlo. Fue y marcó el código C002 (Sobredosis. Requiere reorganizar).

A las 19:05 se apagaban las luces. El selenita mucamo introducía al humano en la cápsula onírica, donde dormiría 13 horas. Código N001–13H–DS. ¿Activar? 11. ¿Corregir? 00 ¿Alguna otra acción? 00. ¿Observaciones? 00.

El selenita mucamo se dirigió a su cápsula, situada en el techo, donde dormía 8 horas.

Introduzca número de empleado: 992085. ¿Horario normal? 11.

Los caminos hacia Marutá (Edición 2016) [Completo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora