Carta a la Larga República de Pagan

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Me mataréis

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Me mataréis. Para que vuestros países siempre los bañe el sol, me mataréis. Para que vuestras lunas no se sequen. Me mataréis para que los niños no se muerdan las uñas, para que la electricidad no brille. Un día vendréis a decirme que me apuñalaréis con lápices y bolígrafos mientras duermo. Dejaréis que mi sangre se acueste en las canaletas de vuestras ciudades marrones. Repartiréis pan y sal para festejar que me marcho.

Le diréis al chico que amo que me secuestraron los cuervos digitales, que en verdad yo era un día de fiesta o que la lluvia me quemó. Que también podéis decirle que sólo me soñó, que eran sus dendritas diciéndole que le llegaba la hora de amar. Si de paso le mencionáis que sólo con él el mar era dulce, me viene de puta madre. Ah, y si no se acuerda ya de mí, recordadle que quería resucitar como la luz que se cuela entre las hojas de los árboles. Decidle que me fui y que no volveré, pero que no olvido nuestros siglos de café con leche.

Y ya que me mataréis, resucitad la poesía, devorad esos edificios de vuestra capital, y recordad el por qué de su nombre. Si me vais a matar, sembrad la paz en los campos de oriente. Dejad que los niños naden desnudos, que se besen sobre los troncos del bosque y anden de la mano en los puertos. Dejad que los rayos del sol se hagan pedacitos al tocar sus caras. Dadles permiso para vestirse con hojas y tiempo para buscar el color de las preguntas. Metedles jardines en los bolsillos.

Como sé que me mataréis, porque soy el hombre más malo del mundo, os pido no sembréis más semillas de miedo en nuestras barrigas hinchadas. No somos siempre fuertes, repensar y repensar nos amarga. El miedo ya ha venido a rematarme mucho antes que vosotros. Es más listo y siempre viene con sorpresas azules. A los niños ya les he dicho que lo vomiten, y a ese muchacho que me quiere le he pedido que no me suelte por las noches. Pero no es suficiente, me vuelvo huyeleón de noche cuando la desazón me lava con agua helada.

Me mataréis, por vuestro sucio honor, por vuestra ética sobrecondimentada, por los tigres que secuestrasteis y exponéis como trofeo. Por vuestro nuevo país de caminos de oro y hojalata, por vuestro futuro gigante. Y, cuando ya esté durmiendo, volveréis para escupir sobre mi corazón podrido. Matasteis Marutá y me mataréis a mí, todo para vivir la vida al dente.

Los caminos hacia Marutá (Edición 2016) [Completo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora