6.- Ball Breaker

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La tarde había llegado a su fin más rápido de lo normal, las lluvias hacían que los días se oscurecieran más temprano y el frío colaba hasta los huesos. Todo eso ocurría fuera de los confínes de la mansión Joestar pues dentro hacía calor y la chimenea estaba encendida todo el día.

En la mansión Joestar estaba Gyro y Johnny bebiendo té mientras jugaban póker. Estaban cerca del calor de la chimenea.

El italiano estaba solo con los pantalones puestos y el sombrero, la camisa y los zapatos reposaban desordenados a un lado de él. Johnny en cambio, aún tenía los pantalones y la camiseta puestas.

-Vamos Johnny, déja que te de una lección como corresponde. Apuesto mis pantalones.

-Vale, vale, apuesto lo mismo. -Dijo serio.

Gyro trataba de no sonreir pero le era demasiado complejo estar serio teniendo en la mano las cartas que harían que Johnny se quedara sin pantalones.

Mostró sus cartas. Una escala de color.

-Quiero ver esas piernas, cariño. -Le sonrió y solo con su mirada desnudó a su amante.

Johnny suspiró y dejó sus cartas en la mesa sin mostrarlas.

Al fin la suerte de ese idiota se le había acabado.

-¿En serio prefieres los pantalones?

El italiano asintió como un niño sonriendo. Se los quitó para que fuese feliz.

El dejárse ganar esa ronda por Gyro era recompensado con aquella dulce sonrisa. Johnny sintió un cosquilleo en la espalda cuando se imaginó lo que vendría luego de aquel juego.

-Esa racha fue solo de principiantes, ahora solo vas a perder.

"Pórtate bién y quizás te siga dejando ganar" pensó Johnny mientras repartía las cartas.

Los minutos fueron pasando y solo Gyro se había quedado sin nada más que el sombrero que mantenía cubriendo sus partes privadas. Aunque ya había tenido sexo con Johnny no podía evitar seguir sintiendo vergüenza de su desnudez. El dueño de casa no paraba de mirarlo sonrojado tal como la primera vez en que lo había hecho.

-¿Vas a jugar o a mirar?

-Prefiero el sexo que jugar. -Johnny se acercó a besarlo.

Una noche más en la cama de la persona que amaba, con la persona que había llegado a amar. Lo sentía dentro de él, escuchaba sus gemidos, sus palabras de amor, los mordiscos que lo hacían gritar en una combinación de dolor y placer. 

En ocaciones como éstas, Johnny se sentía en el paraíso. En un paraíso llamado Gyro Zeppeli en donde todo olía a flores silvestres, a hospital, a caballos, a sudor y, por sobre todo, a hogar.

"Cada noche podría durar el doble... una eternidad". Pensó antes de quedarse dormido siendo abrazado con dulzura y escuchando la suave respiración de quien se había vuelto su amante.


Era temprano por la mañana cuando ambos estaban en el establo ensillando los caballos para pasear aprovechando el buen clima. El otoño había llegado con lluvias que pronto volvieron a desaparecer y el sol alumbraba en lo alto del cielo sin calentar del todo.

Gyro llevaba una larga bufanda y la ropa más abrigada que tenía, sus Steel Balls colgaban al lado de sus caderas por mera costumbre, no creía que fuese necesario llevarlas para dar un inofensivo paseo pero lo hacían sentir seguro. 

 

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