8. Encuentro

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-¿Por qué ha de ayudarme? -Le preguntó sin comprender nada.

-Verás, si hay algo que detesto, es que jueguen conmigo. Ese Funny una vez vino a verme, dijo que necesitaba mi ayuda, sin embargo, al darse cuenta de la edad que tengo él dejó de interesarse. Dijo que no le servía un anciano como yo, fue ahí cuando le pedí que nunca más volviera pues corría el peligro de que alguien más lo reconociera y pensara que es uno de mis parientes cercanos. No quiero verme envuelto en sus jueguitos pues aquí, en este mundo, es mi honor el que está en juego. -Se acercó a la ventana mientras tocaba la bandera con una de sus manos.- Él dice que lo hace por su país, pero yo solo veo un juego inmaduro e irresponsable. 

-¿Puede traer a Gyro de vuelta?

-¿Tienes algo que sea de su propiedad? -Volteó a mirarlo.

Johnny sacó la Steel Ball de su bolsillo y se la mostró.

-Entonces puedo traerlo. 

La seguridad que le trasmitía aquel hombre era suficiente para confiar en él, en realidad no quería detenerse a pensarlo demasiado pues la desconfianza haría que Johnny perdiese quizás la única oportunidad de traer de vuelta a la persona que amaba.

El presidente tomó la Steel Ball en una de sus manos y el stand apareció detrás de él, desapareció entre la bandera y la pared. 

A Funny no le costó mucho encontrarlo.

Pobre hombre.

Había llegado justo a tiempo pero el brazo izquierdo del Gyro muerto comenzaba a juntarse con el brazo del Gyro que buscaba, debía ser un dolor insoportable pues los gritos que procedían de aquella persona le ponían los pelos de punta.

Lo tomó del cuello de la chaqueta y lo tironeó hacia la abertura entre dimensiones. Él seguía gritando y comenzó a luchar para safazarse quizás pensando en que sería un nuevo ataque enemigo.

-Estoy aquí para ayudarte.- Le gritó, pero Gyro se soltó antes de poder pasar hacia el otro lado.

Funny Valentine volvió ante Johnny manchado de sangre, agitado y, por sobre todo, solo.

Johnny miró a su alrededor en busca del italiano pero no estaba por ninguna parte.

El presidente se sentó en su butaca.

-Lo siento, se soltó en el último momento y cayó en otra dimensión. 

-¿Qué? -No daba crédito a lo que oía, no podía estar siendo engañado por aquel hombre.

-Te dije que puedo encontrarlo y lo haré, solo... dame un descanso, ya no soy tan jóven y fuerte como solía ser es por eso que te mandaré a ti a buscarlo.

Dejó la Steel Ball sobre la mesa y se sirvió un vaso de agua.

Johnny quería golpearlo pero al verlo agitado y sudando se dio cuenta que no le mentía.

En algún lugar...

Aunque el clima había mejorado, el ambiente seguía siendo húmedo pero el olor del gran incendio hacía que el aroma de la tierra mojada pasase desapercibido.

La bella mujer estaba cansada de acarrear agua desde el pozo hacia el pequeño hospital que cuidaba junto a su padre pero la fatiga no era nada comparado con la preocupación que sentía por uno de los pacientes traído desde el incendio. 

El hombre llevaba varios días inconciente luchando con una fiebre altísima y sólo ella se había querido hacer cargo de los cuidados del enfermo, tenía las manos en  carne viva de tanto mojar los paños con agua helada para bajar la fiebre. Desde el momento en que este hombre había llegado malherido lo había reconocido de inmediato, era su antiguo amor de niñez, Jonathan Joestar. Algo en su corazón le dijo quien era antes que el nombre saliera de los labios de quien lo había traído al hospital pues en el fondo de su alma esperaba aquel encuentro, aunque nunca hubiera pensado que sería exáctamente así: inconsciente, con varios huesos rotos de gravedad y a unos pasos de la muerte.

En este extraño y esperado encuentro estaba pensando cuando una carreta apareció por el camino, venía tirado por un caballo y su padre iba sentado guiando a los animales, iba deprisa pero con cuidado. Traía a un nuevo paciente.

Al principio pensó que se trataba de una mujer hasta cuando lo vio mejor, era un hombre de cabello largo apelmasado de sangre, la ropa estaba rota en varios puntos y llevaba una especie de esfera de metal atada con cuero en la cadera. Respiraba con dificultad. Erina nunca había visto a un hombre como él.

Entre varios los trasladaron hasta una de las habitaciones en dónde el padre de Erina se encargó de chequearlo, luego ella le vendó ambos brazos. Debajo de aquellas extrañas mangas tenía una fractura expuesta en el brazo izquierdo y ambas manos las tenía lastimadas. 

-... Johnny... -Gimoteaba de vez en cuando entre sueños. - ¿Dove Sei?

Erina se quedaba de vez en cuando cuidándolo escuchando las palabras que decía entre gemidos de dolor. Hablaba en un idioma que no conocía y de vez en cuando le tomaba una mano, se la besaba y con ojos febriles le decía "Te amo" en inglés.

Volvía a llamar a un tal Johnny, luego volvía a dormir, otras veces estaba varios minutos teniendo conversaciones con un ser imaginario y una vez, una enfermera había salido sonrojada luego que el desconocido le hubiese tomado la mano y la jalara para besarla intensamente.

Al tercer día de llegado, el desconocido paciente esperaba a Erina sentado en la cama mirando hacia la ventana que daba al prado. Ella se llevó un buen susto al verlo despierto.

-Buenos días.- Dijo sonriendo dejando ver sus dientes de oro.

-Buenos días.- Le respondió. - ¿Despertó hace mucho?

-Sí, hace algunas horas, no podía seguir durmiendo pero no me puedo levantar tampoco. -Volvió a mirar hacia afuera.- Me duele todo mi cuerpo.

-Mi nombre es Erina Pendleton, estoy a cargo del hospital. 

-Un gusto, señorita. Mi nombre es Gyro Zeppeli. ¿Me puede decir en dónde me encuentro?

-Estamos en las afueras de Inglaterra, señor Zeppeli.

-Necesito encontrar a alguien. 

-¿Cuál es su nombre? Quizás pueda ubicarlo y hacer que venga a buscarlo hasta aquí.

-Estoy seguro de que me busca. Su nombre es Johnny, en realidad es Jonathan Joestar.



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