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Rubén tenía razón en todo lo que me contó. Ahora estoy a 200km de casa en un hostal que seguro no ha pasado el último control de higiene, llorando hasta la deshidratación. Cuando la última campanada de las 12 sonó en el reloj yo me estaba montando en el coche de Rubén, su coche particular, huyendo de toda la locura que me robó a mi novio y mi vida.

Cuando oigo la puerta de la habitación no me molesto en mirar, solo puede ser Rubén, quien llega con café y refrescos para combatir la inanición. Intento sonreírle en agradecimiento pero por la cara que3 se le queda no lo he hecho muy bien.

      - Es hora de volver- me dice sentándose a mi lado y pasándome un café

      - No creo que pueda volver nunca, no con él allí- doy un trago al café el cual no sabe a nada agradable- ¿De dónde has sacado esta basura?

      - De la máquina del pasillo, lo siento, estamos en mitad de la nada y el café real más cercano está a media hora...

      - Estaba pensando, si Mario sabía que me contarías todo esto ¿Por qué me dejó hablar contigo? ¿Por qué me llevo a la fiesta si quiera?

      - Solo puedo hacer conjeturas y... ninguna me encaja, así que, mejor se lo preguntas a él. Deberías hablar con él, yo solo te he contado lo que yo sé, que no es mucho.

      - ¿no es mucho?- le miro asombrada- Es más de lo que necesitaba saber, más de lo que quería saber.

Drogas. Mario ha estado tonteando con las drogas. No mucho, según Rubén, solo para aguantar las noches de espera y "trabajo". De ahí su mal humor y todas las horas que dormía.

Mujeres. No solo putas y líos de una noche, con algunas ha estado por periodos de hasta ocho meses. Por eso no podíamos salir juntos, porque yo no existía, porque su pareja era otra.

Dinero negro. Creía que todo lo que teníamos era legal y ahora me da asco hasta el vestido que llevo puesto, pues no sé cómo se ha pagado... Fiestas y extorsiones... no sé cómo manejar esto. No sé qué pensar. No me encaja con mi Marcos. Pero, claro, él ya no es más mi Marcos. Es sólo Marcos.

      - ¿Rubén?- llamo su atención cuando estamos llegando a mi casa- ¿Por qué me has contado todo esto? ¿Por qué ahora? ¿por qué a mí?

      - Virginia, hay cosas que no te puedo contar, no todavía, pero créeme cuando digo que es lo correcto.

Puedo que sea su tono de voz, la profundidad de sus ojos cuando me habla que, simplemente, necesito creer en algo y en alguien, pero le creo. Si él me preguntase ahora mismo si confío en él, sin ninguna duda diría que sí. Y eso duele porque no hace ni un día que no puede contestar lo mismo al que fue mi novio por 8 años.

Me convenzo que tengo que hacer frente a todo por mi misma y no dejo a Rubén acompañarme al piso. Le agradezco todo lo que ha hecho por mí y lo miro irse mientras me preparo mentalmente para lo que me espera cuando suba las escaleras.

Nada, nada ha cambiado. Todo sigue en el mismo sitio dónde lo dejamos el día anterior. Incuso mi móvil sigue sobre la mesa, sin llamadas perdidas, sin mensajes. Nada. Para él ha sido tan fácil como dejarme ir.

Me dejo caer en la alfombra y parece que la oigo reírse de mí. La oigo reírse de todo lo que disfruté el día anterior pensando en decirle que sí a la propuesta de matrimonio solo a cambio de buen sexo. Y es que era una locura.

Suena el timbre de la puerta, el móvil y golpes en la misma puerta durante 5 días. Y los dejo sonar porque el ruido me hace compañía. El vestido pagado con dinero negro está hecho jirones en el suelo. Los zapatos sirvieron como misil contra la degeneradamente grande pantalla de plasma que ahora descansa sobre la alfombra, rota.

Una última vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora