Perdido

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RUBÉN

Cuatro horas, cuatro horas que han parecido cuatro años desde que Virginia entró a declarar. ¿Cómo estará? ¿Habrá llorado? ¿Me necesita? ¿Y los bebés? El único consuelo que me queda es que Jairo está con ella y no han necesitado a la enfermera, quien está sentada a mi lado sin decir ni una palabra.

Elisa y miguel llaman cada media hora pues les dije que no viniesen, que serían muchas horas y probablemente incluso quieran echarme a mí. Qué lo intenten. Otros tres abogados del grupo nos acompañan, llevan trabajando sin descanso desde anoche, estudiando la acusación y, ni aun aquí, han parado. No saben todo lo agradecido que estoy por ello.

Tras cinco horas la puerta se abre y llaman a la enfermera, me levanto como si i vida dependiese de ello pero me tienen que sujetar para que no entre. Con solo una mirada de los abogados sé que debo tranquilizarme y lo intento.

      - ¿Cómo está?- increpo a la enfermera tan pronto sale

      - No puedo hablar de ello, he firmado un montón de papeles que lo dicen y no iré a la cárcel por usted- Esta es Miss simpatía, por lo menos

      - No puedes hablar del caso, en el supuesto que hubieses escuchado algo- le aclaro- pero de la salud de mi mujer no pone nada en el contrato ¿verdad?- esta vez miro a los abogados

      - No estoy seguro- contesta el más bajito- fue Jairo quien lo redactó, dame cinco minutos que echo un vistazo.

En menos de tres minutos, pues he contado segundo por segundo, Carlos nos señala la parte del "contrato" donde claramente se especifica que la única información que puede salir de la sala es la del estado de salud de la acusada y que sólo puede darse a quien el/los abogados de la defensa indiquen. Bien jugado, Jairo.

      - ¿Y bien?- vuelvo a preguntar tan pronto termino de leer

      - La paciente se encuentra en perfectas condiciones, solo se ha requerido mi presencia por petición del abogado de la defensa como chequeo rutinario debido a su delicado estado de salud.

      - Bien- me quito un gran peso de encima- ¿Qué más puedes decirme?

      - Virginia estaba tranquila y sonriente- ¡Por fin algo realmente bueno!- Y me dio una especie de mensaje para usted pero no sé si puedo decírselo...

      - ¡No me jodas!- Esta mujer da una de cal y una de arena

      - ¿Tiene algo que ver con el caso?- pregunta el abogado y ella niega con el dedo- Entonces supongo que puedes.

      - Ha dicho que la obligación de todo padre es ponerle nombre a sus hijos- y, sin más, se vuelve a sentar sin mirar nada en particular.

Sonrío porque, a pesar de lo que está pasando, es capaz de regalarme algo tan bonito como esto. ¿Nombres? En serio, nunca había pensado sobre ello. Los hijos no estaban en mis planes de futuro inmediato. Antes de que vuelvan a hacerlo ellos, llamo a mis suegros postizos para darle todos los detalles que ahora sé. Tras ellos sugerir una lista de nombres que nunca llevarán mis hijos, cuelgo con un poco más de optimismo.

Han pasado ocho horas ¿hasta cuándo la van a tener ahí? ¿No comprenden que es inocente? ¿Qué ella nunca haría algo así? Claro, ellos no la conocen como yo lo hago, porque sí, la conozco más de lo que ella imagina.

Una última vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora