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Tan solo unos minutos atrás, aquel mensaje había aparecido en la pantalla de mi teléfono móvil. Ahora estaba segura de que, impacientemente, aquella persona se encontraba esperando por mí; era lo que normalmente solía hacer. Y yo, como de igual manera solía hacer, me tomaba todo el tiempo del mundo para terminar de arreglarme. Bueno, todo el tiempo que disponía por las ajetreadas mañanas y sinceramente ese no era mucho. ¿Quién no se estresa en las mañanas, cuando el tiempo parece correr con el triple de velocidad que con la que normalmente corre?

Pensándolo bien ahora, me ponía en la piel del chico. Sabía que estaba desquiciado y que en cualquier momento comenzaría a aporrear la puerta de mi casa como si no existiera otra cosa en el mundo; algo que a él no le gustaba era que yo jugara con él de esta manera. Pero a mí sinceramente me encantaba, me resultaba incluso divertido. Desquiciarle era como un hobby para mí.

Tranquilamente, tomé una pieza de fruta de la nevera, pues algo con lo que sin duda yo no podría vivir es con la fruta. Hay mucha gente que asquea esta comida, pero la verdad es que no entiendo el motivo de por qué. Quiero decir, hay muchos tipos de fruta y seguramente que uno te gustará ¿por qué asquear algo sin antes haberlo probado?

Se podría decir que ese era uno de mis lemas.

Unos persistentes golpes en la puerta interrumpieron mi alimentación. El chico, como antes había mencionado, se encontraba aporreando la puerta mientras exclamaba que no tenía gracia y que ya debería de dejar de jugar con él. Por el tono de su voz pude suponer que se encontraba enfadado, o como mínimo, algo molesto conmigo. También podría darse el caso de que solamente se encontrara fingiendo su enfado, como solía hacer todas las mañanas. De cualquier manera, su enfado no sería muy duradero.

Decidí que ya había jugado lo suficiente con el chico y con su paciencia. Después de acabarme aquella deliciosa pieza de fruta de la que sorprendentemente había disfrutado bastante y que realmente surtía su efecto en las mañanas, me encaminé a abrirle la puerta al rubio que me esperaba tras ella con una cara de muy pocos amigos. Aún no sabía si estaba fingiendo o si realmente se había molestado.

-Te odio- murmuró nada más verme; su ceja se encontraba elevada y sus facciones se encontraban endurecidas. Aún así, su expresión contenía algo de diversión, lo que efectivamente, me sirvió para comprobar que el chico fingía su enfado.

-Buenos días Luke ¿cómo estás? - decidí bromear. Enseguida, una sonrisa se abrió paso en su rostro.

Volví a adentrarme en la casa, esta vez, con los pasos del rubio tras los míos; él se conocía la casa como la palma de su mano. ¿Cómo no hacerlo cuando prácticamente pasaba la mayor parte de su tiempo en ella.

Luke me siguió hasta la cocina, donde terminé de tomarme la taza de leche que había dejado a medias. Él me miraba en silencio, y probablemente no estuviera prestándome atención. Tal vez se encontraba tarareando en su mente la nueva canción que en la mañana había sonado en la radio o incluso podría no estar pensando en nada. Le gustaba hacer ese tipo de cosas.

Le ofrecí algo para desayunar, pero como ya era costumbre, me lo rechazó. Luke no era de esas personas que comen especialmente demasiadas cosas en la mañana; muchas veces no tomaba nada o con un simple zumo le bastaba. Yo por el contrario, era de ese tipo de personas que necesita un festín para empezar bien el día.

En tan solo unos segundos salimos de mi hogar, el cual, solía estar siempre vacío a esta hora. Mi padre acudía a trabajar realmente temprano y muchos días a penas nos veíamos un rato. Supongo que yo no era ni la primera ni la última persona a la que le pasaba eso. Miles de adolescentes hoy en día deben de lidiar con no poder ver a sus padres todo el tiempo que quisieran por el simple hecho de que ellos se encuentran trabajando.

El rubio se encontraba ahora sentado a mi lado, o bueno, mejor dicho, en el asiento próximo al mío. Todas las mañanas, él pasaba a buscarme para no tener que tomar el bus al instituto. Intenté tomarlo una vez, y fue tan desastroso que prometí no tomar jamás el transporte público. Además, me gustaba compartir vehículo con Luke; verle conducir se podría decir que era como la octava maravilla del mundo.

Bueno, todo en él era tan extraño y apasionante, que perfectamente él podría ser la octava maravilla del mundo.

Luke estaba concentrado en tararear la canción que en la radio sonaba, probablemente una de Green Day, ya que la emisora que el chico frecuentaba poner parecía que única y exclusivamente solo conocía esa banda. Yo sin embargo, intentaba mantener mis ojos abiertos; hoy se me había pasado completamente la hora y me había despertado un poco más tarde. Aún así, no me había levantado lo suficientemente tarde como para no poder molestar a Luke o como para mucho menos, llegar tarde a clase.

Me sorprendía que el chico no tuviera el volumen de la música a un alto nivel. Le gustaba escuchar la música a volúmenes estratosféricos y eso yo, lo sabía perfectamente, pues había tenido que aguantarle muchos viajes en coche. Sin embargo, y una de las cosas que más sorprende de Luke, es que es increíblemente atento, por lo que no me extraña que se haya percatado de mis minutos de más de sueño y de mi cansancio.

¿Por qué te encuentras más cansado cuando descansas unos minutos más? Es decir, normalmente no tengo problemas para espabilarme en las mañanas, pero desde que descanso unos minutos más, me cuesta mantenerme en pie.

En poco tiempo llegamos al instituto, como siempre, con unos minutos de antelación al sonido de la campana que anuncia el comienzo del horario lectivo.

Luke y yo avanzamos nuestro camino hacia nuestras respectivas aulas, hablando de diversos temas. Temas sobre los que hablarían dos adolescentes como nosotros.

El rubio y yo asistíamos a clases diferentes, al menos, durante algunas asignaturas, ya que en otras lográbamos coincidir. En este caso, hoy íbamos a clases diferentes; él tenía literatura y a mí me esperaba una larga hora de historia. Como si de arte de magia se tratara, o simplemente el destino, justo en el momento en el que estuve delante de la puerta del aula de historia, el timbre sonó, anunciando que ya era mi hora para entrar.

Me acerqué a Luke, dejando un pequeño beso en su mejilla tal y como acostumbraba a hacer. Él se burló de mí, despeinando levemente mi cabello y dándome un pequeño abrazo antes de continuar su camino hasta su clase con la máxima tranquilidad del mundo. Yo sin embargo, me adentré lo más rápido que pude, rezando para que el profesor no estuviera dentro ya.

Tal vez esa era la principal diferencia entre mi mejor amigo y yo, y es por ello que somos tan compatibles; A él no le importaba llegar tarde, no le gustaba estresarse y mucho menos pasarlo mal. Por otra parte, yo quería que todo estuviera planificado, jamás obtenía una llamada de atención y mucho menos podía llegar tarde. Sería como el fin del mundo para mí.

Yo parecía un corredor que trata de llegar en perfecto estado y de manera rápida a la meta. Me ceñía a unos límites.

Él sin embargo, podía asegurar, que era un espíritu lleno de juventud.









n/a: no es muy largo, pero esto es solo el comienzo. espero que me digan lo que opinan sobre esta fic y bueno si les gusta y eso. espero que les guste jsjsjsjs. gracias por todo <3


















[sin editar]






















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