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Recuerdo perfectamente el día en el que conocí a aquel rubio con el que a día de hoy había vivido tanto.

Rosalind tiraba de mi mano con insistencia pues ambas ya llegábamos con algo de retraso. Hacía quince minutos, aproximadamente, que el resto de mujeres había llegado y nosotras aún nos encontrábamos caminando hacia nuestro destino.

Sin dudarlo, cuando era pequeña, la puntualidad no era mi punto fuerte; me costaba llegar a los sitios a la hora acordada. Claro también que para aquel entonces yo tenía siete años. Todo prácticamente me daba igual.

Rosalind se había empeñado en llevarme a aquel odioso evento que su empresa había organizado; logró engatusarme diciendo que habría muchos más niños y delicioso chocolate para todos ellos. Yo como una niña tonta y golosa decidí acceder a ir con ella.

Mis delicados zapatos de charol se estaban mojando debido a que amaba saltar sobre los charcos que el agua de la lluvia dejaba. Por aquel entonces era primavera y aún las lluvias sacudían la ciudad. Recuerdo cómo Rosalind me gritó cuando el agua de algún charco le manchó su horrible traje de señora mayor. Esa mujer probablemente no sabía lo que era ir de compras o al menos no sabía nada de nada sobre la moda.

Cuando llegamos a aquel estúpido lugar al que la mujer me había llevado recuerdo llevarme una gran decepción; no había rastro de ningún niño, y lo que era peor, nada de chocolate. Todo lo que había en el desastroso catering de ese evento era pura comida sana; ensaladas de todo tipo, fruta, incluso pude distinguir alguna que otra verdura.

Pasé la mayor parte de aquella tarde sentada en una silla junto a la que en su día fue la peor niñera que mi padre pudo haber contratado. En la mesa redonda en la cual nos encontrábamos, pues estábamos escuchando una charla que ni recuerdo de qué hablaba – mi cerebro probablemente lo suprimió- faltaba un sitio por ocupar. Justo al lado de una mujer rubia.

Yo ya pensaba que iba a morir en aquel mismo instante; no había niños, no había juguetes, no había siquiera ni un mísero lápiz para poder dibujar, pero entonces había entrado. Un niño rubio había irrumpido en el salón donde se estaba realizando esa convención llorando. Corrió hacia la mujer que antes había mencionado, la rubia, y se acurrucó en sus brazos.

Mis ojos curiosos de niña pequeña solo eran capaces de mirar la escena con plena atención. El niño lloraba diciendo que se había hecho daño al caerse en el jardín del establecimiento. Su madre, en ese entonces supuse que era su madre porque él no hacía más que repetir esa palabra una y otra vez, solo le decía que se calmara.

Recuerdo levantarme de mi asiento sin el permiso de Rosalind. Tampoco es que a ella le hubiera importado mucho, pues estaba sumida en la conferencia que había vuelto a retomar su rumbo. Me coloqué justo al lado del niño rubio. Él debió de haber notado mi presencia, pues sus ojos azules – en aquel instante rojizos a causa de la llantina, me miraron curiosos. Sin dudarlo, el niño tenía siete años como yo. Pude observar su rodilla y cómo esta estaba raspada a causa de la caída. Inocentemente, acerqué mi mano a la rodilla del niño, colocándola sobre la herida.

- Sana, sana, culito de rana, si no se cura hoy, se curará mañana. – Recité aquel hechizo que mi padre me decía cuando me hacía daño.

Y pareció ser efectivo, porque después de eso, él pareció olvidarse de su herida y ambos nos fuimos a jugar.

Desde aquel día, Luke Hemmings y yo somos amigos. Inseparables. Hemos pasado cada etapa y cada momento de nuestras vidas juntos; cuando a mí se me cayeron las dos paletas y parecía un payaso, cuando nos graduamos de la escuela primaria, cuando Luke se partió una pierna mientras jugábamos al fútbol con su hermano Jack, cuando nos graduamos de la secundaria, nuestra primera fiesta, su primera borrachera, los primeros corazones rotos. Todo. Absolutamente todo lo habíamos vivido juntos.

Luke se había convertido como en un hermano para mí, por ello me resultaba tan extraña aquella confesión que la otra noche había hecho.

Aunque los días habían pasado y ninguno de nosotros había mencionado el tema, se sentía bastante extraño. Manteníamos la misma relación que hasta ahora, solo que a diferencia de antes, yo ahora me cuestionaba qué sentía Luke realmente.

Siempre había creído que yo era una hermana también para él, pero ahora todo había sido trastocado. Sin embargo, decidí que no dejaría que eso arruinara nuestra amistad. No a no ser que algo de esto le hiciera daño.

- Macy – El ahora pelirrojo llamó mi atención, sacándome del trance profundo en el que yo misma me había metido

¿Cuánto tiempo llevaría así?

- Dime Mike. – Le contesté. Vi como toda la clase se alteraba, cambiándose de sitio, moviendo sillas y juntando mesas. No entendía nada.

- ¿Te pones conmigo para el trabajo de química? – Me cuestionó.

Yo simplemente asentí con la cabeza, dejando que el chico uniera su mesa a la mía. Michael me explicó todo lo que debíamos de hacer. Él tenía intenciones de quedar esa misma tarde en su casa para así comenzar con aquel trabajo; cuanto antes lo hiciéramos mejor, pues nos lo quitábamos de encima.

Sin embargo, recordé que esa misma tarde comenzaría con la primera revisión.

Había estado informándome, y antes de cualquier suposición, se me debían de realizar una serie de pruebas. Aún había una pequeña posibilidad de que realmente no tuviera Leucemia. Por otro lado, había posibilidades también de que sí que la tuviera.

También, según me había dicho mi padre, en el caso de que tuviera Leucemia, había una gran probabilidad de que no me pasara nada; en el caso, los médicos podían comenzar con el tratamiento y lograr eliminarla. Existía la posibilidad de que tampoco pudieran curarla de todas maneras.

Ese día Luke no me llevó a casa; mi padre me pasó a recoger. Me llevó a comer a un italiano, amaba la comida italiana, y después acudimos a la clínica. A mi padre esto le saldría un dineral, me sentía mal. Tampoco fui a trabajar pues, cuando salí del hospital era tan tarde y estaba tan cansada que realmente no me apetecía acudir a mi puesto de trabajo, a pesar de saber que necesitaba ir. Necesitábamos el dinero.

- ¿cómo estás? – Me preguntó mi padre, una vez que habíamos llegado a casa. Era la primera vez que hablábamos en todo el camino.

- Bien. – Le contesté, intentando restarle importancia al tema "enfermedad" – estoy bien.

Y aterrada.














n/a; bueeeeeeeeeeeeeeno, aquí os traigo una nueva parte de youth jujuju. Espero que les guste mucho  y que lo disfruten. Me gustaría saber qué opinan de la historia, bueno, de lo poco que lleva esta historia que pretendo hacer larga. 


Si quieren que les dedique el próximo capítulo comenten Lukelele


btw, mAÑANA SALE GIRLS TALK BOYS, VAMOS A FANGIRLEAR JSDJKFJADJA


miles de gracias por las lecturas, votos y comentarios que la historia está recibiendo. 

un beso graaaande

 cris <3


































































































































































































si llegaron hasta aquí comenten cacaculopedopis 

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