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No podía dejar de reír. Toda palabra que salía de la boca de aquel chico me hacía soltar una continua carcajada que seguro me hacía lucir como una loca maniática. Aunque, bueno, eso podría yo pensar de las otras treinta personas que se encontraban en aquella sala de cine.

Luke me había traído al cine para celebrar el "día de los mejores amigos" que nosotros mismos nos habíamos inventado cuando éramos pequeños. Era algo infantil, lo sé, pero supongo que simplemente era una pequeña excusa para pasar tiempo juntos, más del que ya pasábamos.

Normalmente solíamos ir a cenar, a comer o al cine. Solíamos escuchar música o ver películas hasta tarde; nada del otro mundo, puesto que a mí no me gustaba realizar cosas demasiado extravagantes. Prefería las pequeñas cosas que podían hacer de una tarde unas horas agradables. Tal vez monótonas, pero agradables. También nos turnábamos la organización de estos días tan especiales. A veces Luke decidía qué hacer y a dónde ir, otras veces lo decidía yo y en algunas ocasiones lo decidíamos entre los dos.

Ambos nos encontrábamos viendo aquella película que por simple casualidad habíamos decidido entrar a ver. En el cine de la cuidad no solían estrenar muchas películas, puesto que no tenían una gran público; con la piratería ahora y con Netflix, la gente está dejando de acudir a los cines. Además, la entrada a estos no es demasiado económica, todo hay que decirlo.

Luke no reía con la misma fuerza que yo, es decir, yo parecía una desquiciada mientras que él simplemente soltaba alguna risotada de vez en cuando. Al parecer, la película a mí me causaba una extrema gracia.

En cuanto la película finalizó, salimos del cine; aún nos quedaban algunas regalices y palomitas que habíamos comprado antes de entrar a la sala, por lo que tratamos de comernos todo eso mientras discutíamos sobre lo que haríamos después de eso.

Y hablando de discutir, Luke me peleó en cuanto de enteró de lo que me ocurrió el otro día en el instituto. Se enfadó más aún cuando supo que fue Michael quién me hizo compañía y quien sabía que yo me encontraba en ese estado. Fingió estar enfadado por unos minutos, pero en cuanto le rogué un poco, se le pasó. Era estúpido, todo hay que decirlo.

Bueno, y también hay que decir, que creo haber pillado un resfriado, pues últimamente me habían estado dando bastantes mareos y me sentía decaída. Como el síndrome pre-gripe; cuando no tienes ganas de hacer nada y sientes que te vas a poner enferma.

- No sé qué podemos hacer – Murmuró el chico, mientras que su brazo se paseaba por toda mi espalda hasta colocarse en mi costado, semi-abrazándome. – Eres una sosa, y claro, no sé qué hacer contigo. – dijo, obviamente con un tono burlesco.

Pero yo no supe ver ese tono burlesco. Es decir, sé que él tenía razón y habíamos mantenido esta conversación en numerosas ocasiones. Yo era conocedora, a la perfección, de que no me gustaba lo que al resto le gustaba; no me gustaba salir de fiesta, no me gustaba ir a sitios donde hubiera mucha gente. Si me era posible, pasaba el mayor tiempo que pudiera en casa, leyendo o con mi padre pasando el tiempo. Y sabía también que todo lo que yo no quería o no me gustaba hacer, era precisamente lo que a Luke se le pasaba por la mente. Éramos tan distintos que me costaba creer la afinidad que ambos teníamos.

- Dime, Macy, linda flor del higo pico – me llamó ahora, con ese mote tan estúpido que obviamente no sabía de dónde había salido. - ¿Qué le apetece hacer?

Y me sentí mal por él, porque en realidad me apetecía estar en mi casa, o incluso en casa de Michael y Emily.

- No lo sé, Lukelele – contesté yo, con el mismo tono de voz que él había usado en la oración anterior, haciendo yo esta vez alusión a aquel pequeño instrumento de cuerda. - ¿Qué te apetece hacer a ti?

Él me miró, como si de verdad le costara pillar que le estaba dejando elegir con total libertad el qué hacer esa tarde. Me apetecía dejar de ser tan egoísta y empezar a mirar por él y porque él se lo pasara bien.

Y así es como llegué a estar en su coche, obviamente con el volumen de la música al tope, en no sé dónde, porque realmente nunca antes habíamos estado allí, mientras nos dedicábamos a comer pipitas y tirar las cáscaras por la ventanilla. Desde el sitio donde estábamos, se podía ver con perfecta claridad la playa. Ésta no está muy lejos de nuestra pequeña ciudad, por lo que calculo que estaríamos a veinte minutos de esta anteriormente mencionada. Por supuesto que nos encontrábamos estacionados, pues sería una locura que Luke, siendo el conductor, se encontrara comiendo groserías mientras conduce ¿no?

Se podría decir que la tarde-noche era perfecta; mi mejor amigo y yo, comiendo aquel vicio que simplemente se basaba en sacar la pipa de su cáscara y tirarla al suelo mientras charlábamos y escuchábamos un poco de buena y alta música. Era como si nada pudiera arruinar esa tarde en la que, en parte, ambos estábamos haciendo cosas que nos resultaban interesantes y sobre todo algo que nos hacía felices; pasar tiempo juntos.

Me gustaba poder decir que tenía a, seguramente, el mejor amigo del mundo. Aquella persona que era mi confidente y con la que podía contar en las buenas y en las malas.

De repente, la vibración que sentí en mis pantalones vaqueros, indicando la entrada de una llamada provocó que Luke tuviera que bajar un poco el volumen de la música. Se trataba de una llamada de mi padre, el cual probablemente quería saber a qué hora iba a volver de mi día con Luke o simplemente querría decirme que ya marchaba a trabajar.

Sin embargo, ninguna de mis hipótesis fue la correcta.

- Cielo ¿cómo estás? – Y por el tono de su voz, y la manera en la que temblaba ésta, supe que algo iba mal.

- Bien papá – contesté, bajo la atenta mirada del rubio que probablemente pudo notar cómo mis facciones cambiaron al escuchar la voz de mi padre. – Dime papá ¿todo va bien?

Preferí ir directamente al grano. Era consciente de que algo iba mal, y prefería que me lo dijera sin rodeo alguno.

- ¿Recuerdas las pruebas médicas? – Habló él. - ¿esas que os hacen a mitad de curso? Bueno, llegaron los resultados a casa esta tarde.

De repente sentí un nudo en la garganta.

Todos los años, aproximadamente a mitad de curso, en el instituto nos hacen una serie de pruebas médicas, como un análisis de sangre, recogida de la tensión, revisión cardiovascular así como mediciones de peso y tamaño. Con esto el instituto pretende que su alumnado esté sano o que al menos sea conocedor de su estado de salud para que, si padece algún problema, se sea capaz de tratarlo con tiempo antes de que sea demasiado tarde.

- Papá. – Volví a llamarlo. Luke aferró su mano a la mía sin previo aviso, dándome un apretón en esta en cuanto sintió que mi voz disminuía. – Papá, ¿está todo bien? ¿verdad?

- Tenemos que hablar, Macy. – fue todo lo que él contestó.

Y en ese momento sentí impotencia, sentí ganas de llorar y sobre todo sentí miedo, porque para mí, mi pequeño y estúpido mundo parecía venirse abajo.

QwQB

Youth ❆ lrh Donde viven las historias. Descúbrelo ahora