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Me dediqué a enrollar el bolígrafo una y otra vez, constantemente en mi cabello mientras que las letras de la hoja que tenía delante de mis ojos se volvían más y más borrosas. No entendía por qué motivo me encontraba de esa manera.

No tenía idea de por qué me había mareado y mucho menos sabía qué hacer. Normalmente mi sistema inmunológico era capaz de aguantar esto y mucho más y es por ello que raras veces me pongo enferma. Por ese mismo motivo desconocía cómo actuar en este momento.

Enrollar el bolígrafo que estaba usando para tomar apuntes era tan solo una pequeña distracción para mi cerebro. De esta manera me concentraba en desenrollar el bolígrafo sin crear nudos en lugar de pensar en la gripe que seguro estaba comenzando a tener.

Probablemente podría culpar a Luke de esto por no haber acudido a la cafetería ayer a hacerme compañía y por no haberme llevado a casa luego del trabajo, provocando que yo tuviera que ir andando, pero esa acusación sería totalmente injusta. Al fin y al cabo el rubio no era mi esclavo y no estaba obligado a llevarme ni a recogerme de ningún lugar y la culpa era mía por no ser cuidadosa y por no tomar el bus cuando está lloviendo. Pero jamás admitiría eso.

Al parecer, la profesora se percató de mi estado, probablemente notorio en mi rostro que luciría más pálido que de costumbre, y rápidamente me mandó a la enfermería a que me dieran algo para lo que sea que estuviera pasando por mi cuerpo. También le rogó a Lucy, una chica de mi clase de Física - clase en la que me encontraba ahora - que me acompañara por si me mareaba. Mejor prevenir que curar.

Y así fue como terminé en la enfermería a las doce de la mañana, sentada en una camilla desde dónde mis pies no tocaban el suelo y sintiendo como lentamente me moría; la gripe es sin duda lo peor. No tienes ganas de nada, los moquillos brotan de tu nariz sin cesar y sientes cómo tu cabeza va a explotar en breve.

- Me dijeron que estabas aquí y quise venir a asegurarme de que estabas bien. - Y ahora estaba a punto de saber cómo se sentía el sufrir un infarto.

Realmente no me esperaba al chico, y escuchar su voz logró que me sobresaltara.

- Michael ¿cómo sabes que estaba aquí? - El chico me regaló una sonrisa, acercándose a mí para así poder hablar con tranquilidad. Se posicionó delante de la camilla, con su mirada fija en mí.

El pelinegro me explicó que en el pasillo se había encontrado con la profesora, la cual me había mandado a la enfermería, y ésta le había pedido que, ya que era mi compañero/amigo, que viniera a ver cómo me encontraba. Lucy había tenido que irse, porque no quería llegar tarde a su próxima clase.

Michael se quedó haciéndome compañía por un rato hasta que la enfermera me indicó que ya podía retirarme. El pelinegro salió conmigo de la enfermería y me acompañó hasta el comedor del instituto, ya que la enfermera me recomendó ir a comer algo. No me extrañaba que Michael no acudiera a clase; es decir, normalmente él solía faltar o saltarse alguna clase. Yo jamás lo haría. De hecho, si no fuera por que me encontraba tan mareada, estaría en clase ya.

- ¿Luke sabe que estuve en la enfermería? - Le comenté al chico, mientras me tomaba mi batido de fresa con bastante azúcar, tal y como la enfermera me había recomendado.

El chico negó con la cabeza, restándole importancia al tema que recién yo había sacado; mi mejor amigo.

Michael cambió automáticamente de tema, hablando ahora sobre el nuevo videojuego que iba a salir dentro de unos días y por el cual había estado rogándole a su madre sin éxito. Karen estaba algo cansada de tener que comprarle a su hijo videojuegos. Recuerdo incluso ir a su casa algún día y escuchar a la mujer decirle a su hijo que buscara algo que hacer, que los videojuegos no le iban a dar de comer.

Pese a su obsesión por estos, Mike sacaba unas notas excelentes en el instituto.

La mañana, después de haber pasado un largo rato en el comedor charlando con el chico, se pasó rápidamente y en un abrir y cerrar de ojos ya me encontraba en casa. El instituto había llamado a mi padre para avisarle del pequeño incidente que tuve hoy, por lo que él mismo decidió avisar en la cafetería de que hoy me tomaría el día libre para descansar.

No entendía por qué todo el mundo se ponía de esa manera por un simple mareo.

Llegué a casa, donde mi padre aguardaba por mí con una gran sonrisa y un chocolate caliente. Era su única hija, y cosas como esa las hacía para darme unos cuantos caprichos.

Me decidí por tumbarme junto a mi padre en el sofá. Él puso una película de acción, esas que tanto le gustaban, mientras que yo me dedicaba a sorber mi chocolate caliente. Mi padre dejó unas cuantas caricias en mi cabello, prestándole su total atención a la película.

Cerré mis ojos, acurrucándome en el pecho del hombre, sintiéndome protegida. Era mi padre, la persona más especial de mi vida y el único que tenía la capacidad para hacerme sentir así. Y es que, estando en los brazos de tu padre sientes que el mundo es una mota de polvo y que lo imposible siempre es posible. Estando con tu padre te sientes querida, y es que, él te quiere como a nadie en el mundo al igual que tú a él.

A veces el amor a la madre es el protagonista en todas las historias, pero, sin dudarlo, en la mía, mi padre es mi verdadero amor y el protagonista.











n/a; siento haber tardado en actualizar, pero es que estoy en la recta final de mi último curso de la ESO y necesito estar a full con las clases.

muchísimas gracias a todas aquellas personas que están leyendo esto y a las cuales les está gustando. esto es por y para todos ustedes. ❤

  de regalo aaaaa

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