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Cuando llegamos a la zona de antes, la gente estaba ya subida al tren y este estaba empezando a moverse.
-Oh, mierda. ¡¡Corre Alex!!
Alex que estaba en las nubes me miró extrañado. Yo le señalé al tren y este hizo una mueca.
Empezamos  a correr detrás del tren. Si no fuera porque estaba lloviendo y porque los ciervos empezaban a asustarse y a correr por todos lados, me hubiese reído de estar corriendo detrás de un tren.
Un ciervo se me cruzo y frene bruscamente, para caer al suelo. Maldecí y intente levantarme pero volví a caerme. Alguien me tomo por las piernas y la espalda y me levanto en brazos. Alex corría detrás del tren conmigo en brazos. Reconozco que estaba muy cómoda allí, y que amaba estos tipos de gestos por su parte. Entonces llegamos al último vagón y Alex me levanto aún más para así yo poderme agarrar a la barandilla. Pase mis piernas por encima de estas y una vez dentro del tren, alargue la mano para coger la de Alex. El la tomó y apoyó los pies en la barandilla y subió. Nos dejamos caer en la pared, cansados. Yo apoyé mi cabeza en su hombro izquierdo y él me tomo de la mano.
-¿Cómo estás?- preguntó el.
-¿Eh?- fue mi respuesta.
-Caíste. Te caíste después de que el ciervo se te pasase delante tuyo.
-Ah, eso. Tranquilo, estoy perfectamente, un rasguño no me hará nada.- le sonrio.
Entonces, Alex se levante y me ofrece su mano.
-Ven, vamos a un lugar más cómodo.- tomo su mano y Alex me lleva a un asiento cercano vacío. Nos sentamos y nuevamente vuelvo a apoyar mi cabeza en su hombro.
Giró la cabeza para ver cómo pasamos cerca de la orilla de otro pequeño lago donde la arena tiene un color rojizo, hay flamencos en el agua y patos, pero lo que más llama la atención, son las canoas amarillas que hay en la orilla y alguna que otra suelta en el agua.
Seguimos nuestro camino en silencio, pero no fue un silencio incómodo donde no sabes a dónde mirar no que decir y deseas que la tierra te trague, sino un silencio lleno de significados, de miradas que lo decían todo. En todo el tren se oían las risas de nuestros amigos y aunque las oíamos, ninguno tenía intención de levantarse. De alejarse el uno del otro.
Llegamos a una diminuta explanada y el tren se detuvo. La gente empezó a bajar del tren y a caminar por un sendero.
-¿Qué están haciendo? ¿Por qué se bajan del tren?- pregunto extrañada.
-¿No lo sabias? Al final de la visita, hay una familia una caminata por el bosque hasta llegar a la estación donde subimos por primera vez al tren.- dijo Alex.
Yo asentí y caminamos por el sendero pero no duramos ni dos segundos hasta que llegó Álvaro y se nos acopló.
-Joe, que acoplado.- río yo.
-Joe, que directa.- ríe él. Todos estallamos en risas y esto llama la atención de los demás, que vieneron con nosotros.
Estuvimos caminando una media hora hasta llegar a una especie de mirador donde se podía ver un gran lago rodeado de montañas y el atardecer.
-¡Mira Alex, es hermoso!- le tomó la mano y tiro de él mientras corro a la barandilla. Me apoyó en ella y dejo que el viento golpee mi cara. Sacó el móvil y tomo una foto de recuerdo, pero Alex me la quita de las manos.
-Ven, vamos a hacernos un selfie.- antes de sacar la foto, Alex besa mi mejilla y aprieta el botón. Le sonrió. El sonido de un animal nos sobresalta y nos dimos cuenta de que el mirador estaba rodeado de varias jaulas con diferentes aves en su interior. Caminé despacio hacia una donde habían dos búhos blancos con unos ojos enormes. Metí un dedo por un agujero e intente tocar al búho que tenía más cerca pero este se asustó y voló al otro extremo de la jaula. Camine a la jaula que estaba a mi derecha y en ella había un águila. Siempre me habían fascinado estas aves, volaban por el cielo con una elegancia maravillosa y siempre había tenido la esperanza de poder tocar uno, pero cuando era pequeña y gritaba en los shows para que la escogieran a ella, siempre elegían a los extranjeros de primera fila. Así que se rindió. Pero ahora tenía una delante y volvió a meter el dedo por un agujero como en la jaula anterior. El águila retrocedió un poco. Pero volvió a adelantarse y yo estire más el dedo. Roce la punta de su pico e intente tocar su pelo. Como estaba tan fascinada, no oí llegar a Alex.
-Oye Celia, tienes que ver a este pájaro...¿¡Qué haces!?
El águila se asustó y cerró el pico.
-¡Aaauuuuuu!
Alex rió y luego envolvió mi dedo un pañuelo que saco de uno de sus bolsillos.
Luego fuimos con los demás.
-Hey chicos, ¿qué hacemos esta noche?- dijo Alejandro.
-No idea pero lo que yo sé es que hay un teatro de marionetas y estoy obligada a ir.- añado yo sin entusiasmo.
-No me apetece estar sentada mirando como dos persona hablan y mueven unos calcetines, ¿que tal si nos saltamos la actividad y vamos a otro sitio?- sugirió Jessica.
-Podríamos ir al parque al lado de la piscina. Allí no irá nadie, no de noche.-
-Lo veo difícil, Raquel - comienza a hablar Álvaro.- La obra creo que es al lado del restaurante, ¿me equivoco?- yo niego con la cabeza- En ese caso, abría que bajar a la piscina y escalar la valla que la separa del parque. Pero hay que tener cuidado con los monitores.-
-Esperad, ¿estáis diciendo que tenemos que esquivar a los monitores y después trepar por una valla, solo para llegar al parque?- como no, jodiedo momentos desde...siempre, Alejandra.
-Prefiero hacer eso que ver un teatro de marionetas.- Alejandro hace una pausa y me mira.- ¿Tú qué harás?
-No lo sé, me inventaré una excusa para no ir y luego nos reuniremos, pero ¿dónde?
-¿Qué os parece en la escalera de la piscina? Estará al lado de la representación y podremos bajar por ahí hasta la piscina sin que nadie nos vea.- dice Álvaro.
-Ok, nos vemos allí.
-Nos vamos.- dice Álvaro de repente. Todos giramos la cabeza para ver cómo la gente empezaba a subir una rampa y desaparecían de nuestra vista.
-A caminar.
*****
Resulta que todos pensamos que al subir la cuesta íbamos a encontrarnos con un precioso tren rojo que nos llevaría a la estación, pero allí no había nada salvo un camino que parecía que no tenía fin. Jessica había tenido que irse con su familia y ahora estábamos nosotros seis.
-¡¡Oh venga!! ¿Hay que caminar?
-¿Y si hacemos una carrera a caballito?- preguntó Alex divertido. Sin pensárselo me tomo y me puso en su espalda y empezó a correr. Los dos no parábamos de reír y sonreír. Pase mis brazos por su cuello y le bese su mejilla. Seguíamos corriendo hasta que Álvaro y Raquel nos adelantaron sonrientes. Raquel gritaba y reía y se veía que Álvaro también sentía algo por ella, porque se reía con ella y la miraba de la misma forma de la que Alex y ella se miraban. Se sintió muy feliz por su amiga y supo que harían una pareja perfecta. Cuando volví la vista atrás y vi cómo Alejandro cargaba a Jessica. Todos estábamos corriendo y divirtiéndonos menos Alejandra. La busque con la mirada y la encontré junto a su familia. Caminaba con la cabeza gacha, sus hombros estaba hundidos y su mirada clavada en el suelo. Puedo decir que sentí un poco de pena por ella y casi estuve a punto de bajarme de Alex para ir a su encuentro, pero Alejandra levantó la cabeza y con leve gesto me hizo entender que no lo hiciera.
-Celia, ¿Qué haces?-
-Ah, nada Alex.
Seguimos correteando todo el camino hasta que bajando una rampa, llegamos finalmente a la estación.  Todos subimos a nuestros respectivos coches y salimos de allí. En el coche recibí un mensaje:

Amores del veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora