Capítulo 24: Lasaña a la boloñesa

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Mientras me hacía esa poderosa pregunta, se escuchó  el claxon de un coche afuera de la casa, entonces mamá tomó su maleta y antes de salir me dio un beso en la frente y me dijo:

-Volveré el domingo, pórtense bien, por favor

Y salió por la puerta dejando la casa en silencio, aún estaba asustada, pero no lloré, por fin la razón le había ganado al sentimiento, después de varios segundos de conflicto emocional conmigo misma, aparte, cuando una persona llora demasiado por una razón... cuando le regresa el  sentimiento ya no sale nada. Me empezó a temblar el labio inferior pero debía ser fuerte, y entonces se me ocurrió una idea con la cual podría dormir tranquila: Podía llamarle por teléfono. Era muy egoísta de mi parte hacer eso, pero era lo único que podía hacer para asegurarme de que estuviera bien. 

Por alguna razón... me dieron ganas de hornear algo, hacer la cena de esa noche, así que salí de mi casa y me dirigí a la casa de mi vecina. Toqué la puerta y salió a atender la madre de la chica que estaba buscando, una mujer de alrededor de unos 45 años, cabello castaño, piel oliva y ojos café chocolate, muy bella. Con un poco de pena por la hora, le pregunté en voz baja y sin verla mucho a los ojos:

-D-disculpe... vine a ver si Paola puede venir a mi casa, estoy sola con mi hermano y venía a preguntarle a su hija si quiere venir a hornear algo.

Me miró inexpresiva por unos segundos, hasta que me sonrió y me dijo:

-Ah claro, ella está en su habitación, dame un minuto, voy a decirle que baje

-Por supuesto, aquí espero

La mujer entró dejando un poco abierta la puerta, me tomé las manos por la espalda y comencé a pararme sobre las puntas para caer en los talones. Estaba nerviosa, ella me caía bien, mas sin embargo... algunas veces me sentía intimidada por su mirada. 

Hasta que salió por la puerta, era una chica de mas o menos mi edad, su pelo castaño le caía en los hombros, lo tenía mojado, era casi igual que su madre solo que ella tenía los pómulos más pronunciados, el mismo color de piel y ojos, incluso el cabello ondulado. Tenía una toalla blanca alrededor del cuello, acababa de salir de la ducha. Traía puesto un short azul y una camiseta roja, estaba descalza. Me quedé unos segundos muda cuando me di cuenta que me veía confundida esperando una palabra de mi. Entonces abrí mi boca pero sin pronunciar nada, luego dije:

-Este... ¿Te gustaría venir a mi casa a... hornear algo? Estoy sola con mi hermano y no tengo nada qué hacer

Tomó la toalla que tenía en los hombros y se la frotó en el cabello antes de darme su respuesta:

-Eh, claro, solo... dame un minuto, me pondré unos tenis. Espera aquí, no tardo.

Se dio la vuelta antes de que yo dijera algo. Mientras me quedé pensando en qué iba a preparar. Pensé en lasaña boloñesa... pero tardaría  mucho y se haría muy tarde, pensé en cupcakes pero eso no sería muy adecuado para cenar... y luego pensé en panque de naranja...me decidí por la lasaña, nos iba a tomar menos de una hora hacerla. Y en  ese momento salió Paola del umbral, al fondo se escuchó la voz de su madre diciéndole que volviera temprano. Cerró la puerta a sus espaldas y me siguió a casa. Yo jugaba con ella cuando teníamos 10 años, pero ella empezó a ir a clases de karate y otras artes marciales cuando teníamos 13 años... nunca supe la razón hasta que oí hablar a su madre con la mía de por qué ella había empezado a asistir a clases de karate... la razón era horrible: había sufrido acoso sexual callejero. Un hombre trató de hacerle daño pero logró escapar. Estaba tan hundida en mis pensamientos que no me había dado cuenta que ya habíamos llegado a la entrada de mi casa. Sacudí un poco mi cabeza, despejando mi mente de pensamientos para luego abrir la puerta y dejarla entrar. 

Mi padrastroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora