Capítulo 29: Paz y Tranquilidad

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Ambos subimos al coche al mismo tiempo y cerramos las puertas con diferencia de milésimas.


Sentía un ligero vuelco en el estómago, hice enojar a la abuela a propósito y se iba a poner peor al oírla ebria. Me convencerme a mí misma de que todo lo que estaba por ocurrir era por el bien de mamá.


Ben me preguntó si estaba lista a lo que asentí, retrocedió y luego puso marcha hacia la casa de nuestra abuela.


Encendí la radio y estaban dando un pronóstico del clima, muy común en el lugar donde vivía; esperaba lo de siempre, un día soleado y con brisa, pero para mi sorpresa iba a llover esa noche y el día siguiente, y sí, las nubes se veían a lo lejos, unas espesas y grises nubes cargadas de agua lista para empapar todo. 


Seguíamos escuchando el noticiero de la radio cuando Ben me preguntó sin dejar de ver fijamente el camino:

-¿Qué haremos con la abuela?

-Que... ella decida, la idea es llevarla a pasear y a comer, pero como sabe que mamá está fuera... lo más probable es que quiera ir a casa para cerciorar que todo esté en orden

-Tienes razón, hay que darle la mejor cara, ¿Vale? Así como nos conoce: alegres y amorosos 

-Seguro

Ben viró a la izquierda entrando en el vecindario de nuestra amada abuela. La mayoría de los que vivían ahí eran personas retiradas, ancianos y personas solteras, era un lugar muy tranquilo, no había ni rastro de ruido en muchos metros, lo único que se podía escuchar con mera claridad era el sonido de los aspersores y unas cuantas risas de las ancianas que bebían té y charlaban en sus hermosos jardines llenos de flores de colores vivos, y el aire olía a pasto recién cortado y regado, olía a las flores de cada jardín de la calle, sin duda era realmente relajante y tranquilo el lugar.


Nos estacionamos en frente de la casa a la que nos dirigíamos, una casa de 2 pisos, color melón, detalles en blanco y una puerta del color de la nieve, un muy cuidado jardín de un pasto del verde manzana, rosales rosas y blancos, margaritas blancas, naranjas y rosas y un columpio sillón de madera con cojines blancos; a mi abuela le encantaba el color blanco, decía que es el color de la vida y de la paz.


Mi abuela era bisexual, cuando se embarazó de mi madre, mi abuelo tuvo cirrosis y murió, cuando tuvo a mamá conoció a una bella mujer llamada Cynthia quien crió a mi madre junto con mi abuela, fue muy difícil, me contó mamá, me dijo que tenían que fingir ser primas y que vivían juntas por la crisis económica, mamá las amabas a ambas, les tenía que decir a todos que ella y su mamá tenían que vivir con su tía Cynthia por el dinero. Esos eran otros tiempos mucho más diferentes a estos y más estereotipados, ahora en este siglo XXI, ya no se ve como un tabú. Pero nunca logré a conocer a la abuela Cynthia, tuvo un paro respiratorio cuando mamá tenía mi edad. La abuela había pasado por muchas cosas, y dejó de buscar el amor, la vida siempre se lo arrebataba, dejó de creer en un Dios, encontró la paz y su nueva Diosa era la naturaleza, se hizo vegetariana y comenzó a hacer yoga. Sólo necesitaba a su hija a su lado, la mantuvo con su carrera de medicina, era dermatóloga y no le iba nada mal.


Al cerrar las puertas del coche, salió la mujer que íbamos a recoger, una mujer que no aparentaba su edad, se veía 10 años menor, tenía un hermoso cabello corto negro azabache, unos ojos miel con largas pestañas, pómulos firmes y labios color salmón, se parecía un poco a Catherine Deneuve en el rostro. Iba vestida con un pantalón blanco de manta, una blusa campesina de manga larga y unas bailarinas de algodón y elástico. 

Mi padrastroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora