Capítulo 31: Lluvia y Viento -Final-

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El interior del coche estaba inundado de silencio, uno sofocante y que a la vez, nos dejaba sordos; la gran interrogante era: "¿Cómo los íbamos a encontrar?" no había forma, a menos que tuviéramos a mamá rastreada, pero no era así, no teníamos idea de donde podrían estar.

Nadie decía nada, se sentían que pasaban años con cada segundo que transcurría en el reloj, ni siquiera yo tenía una idea. Hasta que de repente, mi celular comenzó a sonar, vi el número del que me llamaban... y era... ¿Mamá? era su celular "alterno" de emergencias. Todos se sobre exaltaron, apresurándome a responder la llamada. Contesto frenéticamente y puse el altavoz, le pregunto tomando el celular con ambas manos:

-¡Mamá! Dime por el amor a todo, ¡¿Dónde estás?! ¡¿Qué pasó?! ¡¿Te encuentras bien?!

Cuando ella comenzó a hablar, se podía escuchar que susurraba, se notaba que no podía hablar en voz alta, eso me puso los pelos de punta.

-Hija... no sé qué pasó... t-todo pasó muy rápido... me quedé dormida después de beber tanto y ahora estoy... estoy en un maletero...

Y luego comenzó a sollozar muy bajo, casi inaudible. Mi corazón se partía en pedazos y mi alma estaba a 3 metros bajo tierra. A la abuela se le comenzaron a asomar unas lágrimas para después rodar por sus mejillas. A Ben se le salían unas pequeñas lágrimas que se le deslizaron por la nariz.

-¿No tienes idea de donde están?...

-N-no tengo idea... Solo sé que no me quitó este teléfono, lo tenía escondido en mi ropa, no tengo nada más aquí...

Entonces la abuela me arrebató el celular y comenzó a gritarle a mi mamá entre llanto:

-¡Diana!... ¡Te juro por mi vida, que te encontraremos, no importa qué!

Se pudo escuchar cómo mamá apretaba los dientes la boca para evitar llorar, se oían sus respiraciones pausadas por el llanto.

Necesitábamos un indicio, una señal, algo que nos dijera en dónde estaban. Al fondo de la llamada, se escuchó el ruido estruendoso de un trailer, eso podía decirnos dónde hallarlos.

Salí del coche rápidamente a la espera de ver un trailer. Ninguno me siguió. Me posicioné a unos centímetros de el pavimento, miraba a ambos lados, me paré en medio de la carretera, a ver si podía ver uno a lo lejos. Y entonces, muy pero muy a lo lejos, pude ver una pequeñísima nube de humo que provenía del escape.

Ben y la abuela me veían correr hacia el coche, subí muy rápido y le dije a mi hermano con la respiración entrecortada:

-Están yendo a esa dirección...

Señalé con mi dedo a la continuidad de la carretera.

-Él... está escapando... no perdamos tiempo ¡ARRANCA EL MALDITO COCHE!

Ben no dijo una sola palabra cuando ya había puesto en marcha el auto y pisado el acelerador hasta el fondo. Nuestra madre peligraba.

El trailer era muy grande, era de un mercado nacional. Dije:

-Abuela, necesito que estés vigilando a los costados si no ves el coche de John, es un Ford Mondeo blanco

La abuela supo cual era gracias a que su vecino tenía uno, pero azul.

-Ben tú no despegues la mirada del camino, yo me concentraré en buscar el coche.

Después de ir casi media hora conduciendo sin ver absolutamente nada, nos decidimos por preguntar a unas personas que estaban pasando el rato y comiendo debajo de un árbol gigante, nos dijeron que sí, eso significaba que íbamos en la dirección correcta, pero que había sido hacía 15 minutos, casi 20, eso significaba que íbamos tarde, les agradecimos y Ben volvió a hundir su pie en el acelerador.

Mi padrastroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora