Para comprender realmente la magnitud de la conmoción que experimenté cuando Ian West rompió mi corazón, necesitan comprender las circunstancias inusuales de nuestra relación hasta ese momento.
Ian y yo nos conocemos desde que nacimos. Nuestras madres se conocieron en una clase de yoga prenatal y se convirtieron al instante en mejores amigas, unidas a la misma fecha de parto y la tendencia en común de vomitar durante la clase.
Ian y yo nacimos en el mismo frío día de invierno: 11 de febrero de 1994.
Siendo bebés fuimos a las mismas citas de juegos y los grupos de mamá-y-yo. Cuando crecimos un poco más, se convirtió en el mismo pre-escolar y luego la misma escuela primaria, preparatoria y escuela secundaria. Tenemos los mismos amigos, participamos en las mismas actividades extraescolares, y hemos celebrado cada uno de nuestros cumpleaños juntos.
He estado perdidamente enamorada de Ian por años, pero a pesar de mi eterna devoción secreta, nunca hemos sido nada más que mejores amigos. Al saber que los chicos son más lentos para desarrollarse en el departamento del romance, esperé pacientemente porque Ian alcance sus sentimientos. Nunca tuve ninguna duda de que él algún día me vería por la chica que soy y me daría mi primer beso. Luego iríamos al baile juntos y eventualmente terminaríamos como el Sr. y la Sra. Ian y Laura West. Incluso nuestros nombres encajan perfectamente juntos.
Ian lanzó la bomba que cambió mi vida el pasado Año Nuevo. Mi mamá y yo habíamos ido —como lo hacíamos cada año— con la familia West a su condominio increíblemente bonito en Park City para las vacaciones de invierno. Se acercaba la hora de la cena, y Ian y yo estábamos viendo un documental fascinante sobre los efectos del uso de esteroides en el cuerpo humano.
—¿Dónde está tu hermano? —La mamá de Ian, Ana, estaba de pie en la cocina, frunciendo el ceño hacia la pila de platos en el fregadero.
Jack West no es mi hermano, técnicamente, pero no lo pensé dos veces antes de contestar la pregunta de su mamá. —Bajó al gimnasio hace una hora.
—Sin camisa, —añadió Ian con un bufido. —Creo que los nuevos inquilinos abajo en el 7B tienen una linda hija. ¿Cuál era el término que él usó?
—Whooty. —Me reí.
—¿Whooty? —Hizo eco Ana.
—También era nueva para nosotros. Tuvimos que buscarla.
Ian felizmente recitó la definición que habíamos leído en Urbandictionary.com. —Chica blanca que tiene una cara bonita, una cintura delgada, y un voluptuosamente grande, generoso y hermoso trasero.
Ana soltó un largo suspiro exasperado, había un toque de diversión en su voz cuando dijo—: ¿De dónde saca esas cosas?
Como si hubiera sentido sus orejas ardiendo, Jack entró por la puerta principal y respondió la pregunta de su mamá. —Algunas personas tienen un don. —Entró en la cocina —aún sin camisa y ahora empapado en sudor— levantó a su mamá con un gran abrazo, y le dio un beso mojado en su mejilla. —¡Te amo, mamá! ¿Qué hay de cenar? Muero de hambre.
—¡Asqueroso! —gritó Ana y lo alejó con una palmada—. ¡Eso es asqueroso, Jack! ¡Sé que te he enseñado mejores modales que eso!
Jack frunció el ceño. —¿Desde cuando abrazar a tu mamá y decirle que la amas son malos modales?
Ana suspiró de nuevo pero esbozó una sonrisa. Metió una galleta con chispas de chocolates en la boca de su hijo mayor después de ver el puchero en su rostro.
Algunas personas tienen muy buenos dones. Jack West podía encantar a cualquier chica que conocía para que se quitara los pantalones, y frecuentemente lo hacía si los rumores alrededor de la escuela eran ciertos. Que sí lo eran.